Editorial

Pérdida española

A los 81 años, días atrás falleció Adolfo Suárez en España, lo que constituye apenas un dato, ya que su vida se encontraba sumida en una profunda oscuridad desde hacía algo más de una década, gravemente afectado por el mal de Alzheimer, situación irreversible a la que puso punto final su deceso, sólo una formalidad ya que este gran personaje de la política española, que había tenido a su cargo una tarea fundamental, se encontraba desde entonces absolutamente fuera del presente. Lo que no fue óbice para que se le reconocieran los grandes méritos de su labor anterior, que le hicieron trasponer los umbrales de la historia.

Suárez fue el forjador de la transición política en España, de la dictadura a la democracia, y además, el primer presidente elegido democráticamente después de 40 años de la feroz y cruenta dictadura de Francisco Franco. Luego de ser elegido por el voto popular, un ejercicio que los españoles habían dejado de practicar desde hacía cuatro décadas, este político ahora desaparecido impulsó los principios de una democracia ejemplar, valiéndole con el transcurrir del tiempo el reconocimiento no sólo de toda España, sino también del mundo entero. 

Fue uno de esos políticos a los que el paso del tiempo le fue agregando pergaminos, ya que durante el momento del cumplimiento de su tarea debió tropezar con un clima y situación que lograron mantenerse salpicados por esos 40 años de dictadura. Con posterioridad en cambio, y dejada definitivamente atrás esa época nefasta impuesta por el franquismo, cuando la democracia comenzó a provocar sus efectos favorables por el propio peso del sistema, el reconocimiento de Adolfo Suárez fue unánime.

La moderación fue una de las características salientes de este primer presidente que siguió a la dictadura, tal vez como no podía ser de otra manera frente a las circunstancias de tantos años de autoritarismo y verdaderas atrocidades contra los derechos humanos. La moderación, le permitió avanzar con paso firme en el entendimiento con todos los sectores, tal como convivían entonces en España, transformándose en un real artífice de la transición, ese camino tan difícil y lleno de dificultades que muchos países han debido transitar, en algunos casos con más inconvenientes que otros. Suárez en cambio, supo allanarlo en la península ibérica, añadiendo a su habilidad dialoguista, una sagacidad e inteligencia que le fueron reconocidas sobradamente.

En esta instancia de la despedida final, toda España -lo que comprende a políticos de todas las tendencias, dirigentes sociales, empresarios, intelectuales, gremialistas y militares- lo despidió con reconocimiento en el homenaje a alguien que supo cumplir con responsabilidad la tarea que le marcó la historia. Entre ellos, hubo ciertamente muchos que en su momento, cuando en plena ejecución de su tarea como primer presidente tras la dictadura, lo señalaron como franquista y hasta de haber claudicado frente a la izquierda, dos posturas claramente enfrentadas, que no hicieron otra cosa que convalidar su inteligencia para movilizarse con todos e integrar a todos en una búsqueda pacificadora que por entonces parecía imposible, pero que sin embargo Suárez supo concretar, admitiéndose recién con el paso de los años.

La muerte de Franco, en 1975, abrió definitivamente el paso hacia la democracia, siendo entonces Adolfo Suárez González presidente en el período 1976-1981, tocándole una tarea realmente difícil debiendo combinar una serie de elementos para negociar acuerdos e ir dejando superadas las graves heridas y cicatrices de la guerra civil. Es que juntos debieron converger comunistas, conservadores, socialistas, monárquicos y falangistas, lo que en alguna circunstancia fue calificado como mezclar el agua y el aceite, un imposible que, sin embargo, fue conseguido por la paciencia y sabiduría de Suárez volcada en ese objetivo.

Muchísimo le costó superar el rechazo inicial por haber sido funcionario del gobierno franquista, e incluso al momento de su retiro de la actividad política no pocos lo consideraron un verdadero cadáver político, pero no debió pasar mucho tiempo para que comenzara a ganar reconocimiento, con justicia. Incluso sus adversarios y hasta algunos que más que eso fueron enemigos, admitieron la gran labor que le cupo a Suárez en la transición, permitiéndole a España una salida que supo encontrar rápidamente.

Autor: REDACCION

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