Editorial

Paz y trabajo

En ocasión del Vía Crucis realizado el viernes Santo dentro del marco de sucesión de actos por la Semana Santa, el papa Benedicto XVI dijo que la experiencia del sufrimiento y de la cruz marcaron a la humanidad y la familia. Justamente, esa ceremonia fue dedicada este año a la familia, asediada "por la crisis económica, la precariedad del trabajo y las incomprensiones", según puntualizó el Sumo Pontífice.

"Cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil. Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y otros efectos negativos de la crisis económica", afirmó el Papa. Justamente, lo realmente trascendente del momento que se vive en el mundo, y especialmente en Italia y otros países europeos, es la falta de trabajo y las condiciones precarias en que se desenvuelve el mismo, con un impacto muy directo en las estructuras familiares, duramente golpeadas. Allí apuntó centralmente el Papa, con carácter de denuncia, pero fundamentalmente como llamado para que se adopten los mecanismos necesarios en procura de una solución que vaya terminando con esta profunda crisis que, por sobre todas las cosas, recae con su mayor negatividad en las personas.

Benedicto XVI en forma reiterada, en cada ocasión que tiene de hacerlo, alude a la necesidad que la familia debe continuar siendo la célula básica de la sociedad, en esta lucha contra la banalización de la sexualidad y las falsas ideologías.

El Papa, quien está por ingresar en el octavo año de su pontificado -fue elegido el 19 de abril de 2005, tras la muerte de Juan Pablo II-, cumplirá 85 años de edad, habiendo adquirido un protagonismo muy especial en estas celebraciones pascuales, de manera especial por algunas de sus puntualizaciones. 

Destacó también el rol de las madres, "siempre disponibles y presentes, de las que por desgracia a veces nos olvidamos, pero a las que siempre acudimos cuando las necesitamos", sin olvidar a los hijos, pidiendo a las familias católicas el educarlos "en la sobriedad, el sacrificio y la renuncia".

Las exhortaciones papales se reiteraron el domingo de Pascua, cuando en la misa celebrada en la Plaza San Pedro -ante unas 100.000 personas- suplicó por la paz y la reconciliación en el mundo, de modo especial enfocando sus reclamos para Siria, Tierra Santa y Africa.

"Que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional" fue una de las puntualizaciones del Papa durante el mensaje "urbi et orbi" (a la ciudad y al mundo), añadiendo en otro pasaje "que los numerosos prófugos provenientes de Siria y necesitados de asistencia humanitaria encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos sufrimientos".

Condenó también las persecuciones y discriminaciones que sufren los cristianos en Medio Oriente, sin dejar de mencionar la grave situación que se vive en Mali, con una junta golpista habiéndose hecho cargo del país, pidiendo "que a Mali, que atraviesa un momento delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad", condenando además muy severamente la violencia en Nigeria, un país que se ha transformado en escenario de reiterados atentados terroristas.

Como puede apreciarse, Benedicto XVI durante esta Semana Santa, además de los aspectos evangélicos, dedicó buena parte al análisis de situaciones terrenales, como la preservación de la familia, la recuperación de la dignidad del hombre a través del trabajo, además de la paz y la reconciliación en el mundo, que hoy lamentablemente, presenta tantos lugares de conflictos.

Como es tradición en el domingo de Pascua, el Papa dedicó un tiempo de felicidad en 65 idiomas, y pronunció su mensaje central en italiano, dando la bendición a todos los católicos del mundo, en tanto que su breve mensaje en español fue el siguiente: "Os deseo a todos una buena y feliz fiesta de Pascua, con la paz y la alegría, la esperanza y el amor de Jesucristo resucitado".

Fueron sin dudas, días de profunda reflexión, con renovación de la fe y especialmente la esperanza, para que muchos de los graves problemas que afectan al mundo, como los puntualizó el Sumo Pontífice de la iglesia católica, puedan ser superados, no sólo con el deseo, sino con el esfuerzo y el aporte de todos.

Autor: Redacción

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