Las complicadas paritarias docentes representan un eslabón clave
para definir el futuro de la economía pero no el único, porque la
inflación está lejos de ceder, y la persistente brecha cambiaria
del 50% espanta inversiones.
Como se esperaba, la amplia diferencia entre la propuesta del
gobierno nacional y la expectativa de los docentes impidió
siquiera un acercamiento de posiciones en la primera reunión en el
Palacio Pizzurno.
La oferta oficial sorprendió incluso a los más pesimistas
delegados gremiales: 22% en tres largas cuotas para un escenario
inflacionario está muy lejos de las pretensiones de los
trabajadores de guardapolvo blanco.
El gobierno nacional tiene una doble carga en esta negociación,
ya que por un lado debe evitar que se desmadre la fijación del
salario inicial para los maestros, y por el otro escuchar el
reclamo de gobernadores, sobre todo de Daniel Scioli, para que se
ponga un techo a las negociaciones.
Es que la Nación no tiene casi maestros a su cargo, pero sí la
potestad de fijar el sueldo testigo, que sirve de referencia al
resto de las negociaciones.
El problema es que el reloj corre en contra de las autoridades,
y sobre todo de los alumnos, ya que las clases comenzarán el 5 de
marzo en los principales distritos del país y los maestros dicen
que, en estas condiciones, no asistirán a las aulas.
El Gobierno estiró todo lo que pudo la convocatoria a
paritarias con los docentes, a la espera de poder descomprimir la
escalada de precios y así tener menos presión en la mesa de
negociaciones, pero no pudo ser.
Así, el trío Capitanich-Kicillof-Sileoni se presentó ante los
gremios de maestros con una propuesta que prácticamente no dejó
espacio ni para empezar a conversar.
Las provincias observan todo con expectativa, porque del
salario inicial que logre negociar la Nación saldrá el sueldo
testigo a conversar distrito por distrito.
Pero a este ritmo, es cada vez mayor el interrogante que se
cierne sobre el miércoles 5 de marzo, el día en que deberían
arrancar las clases en las principales provincias.
Sobre todo porque lunes y martes serán feriados por carnaval, y
la posibilidad de extender la inactividad a toda la semana, en
medio de una puja salarial tan tensa, queda a la vuelta de la
esquina.
La CTERA, el gremio que marca el camino, pidió 35% de
incremento sobre el salario básico nacional, que en realidad
termina siendo un 42%, porque los maestros sostienen que cobran
menos del mínimo.
De todas maneras, la negociación nacional parece más atrasada con lo que sucede en algunas provincias. Por caso, en Córdoba la administración de De la Sota ya ofreció incrementos en torno al 30 por ciento, al igual que lo hizo la gestión de Bonfatti en Santa Fe. En este sentido, los gremios docentes santafesinos dieron a entender su conformidad con la propuesta salarial aunque la decisión aún depende de sus bases. Además, destacan la necesidad de dejar las paritarias abiertas para el resto del año ante la posibilidad de que se produzca un brote inflacionario.
Ante este escenario en el que algunas provincias no esperaron el avance de la negociación de la Nación con CTERA, la pregunta es hasta dónde impactará la paritaria nacional.
El nuevo índice de costo de vida, que arrojó 3,7% en enero y
proyectó las expectativas al 45% para todo el año, contribuyó a
exacerbar los reclamos salariales.
Pero el principal problema se libra en las góndolas de los
supermercados y otros rubros de la economía, donde los precios no
dejan de subir.
El gobierno le apunta a los "formadores de precios", pero
parece haber también un problema de expectativas generado por una
administración que subestimó seis años la inflación hasta que le
estalló en la cara.
La emisión descontrolada, el gasto sin control, el festival de
subsidios para garantizar la hegemonía en el poder y un estilo
gubernamental que le quita incentivos a los agentes económicos,
sumado a un cepo cambiario que anuló cualquier posibilidad de
llegada de capitales, jugaron sus roles para llegar a la tensa
situación actual.
El gobierno se dio cuenta de parte del problema muy tarde, y el
resto prefiere por ahora no reconocerlo.