Editorial

Pandemia de hambre y desocupación

Alguna vez un reconocido entrenador del fútbol argentino institucionalizó la frase "paso a paso" cuando le preguntaron si el equipo que dirigía podía ser campeón. Mesurado, Reinaldo Carlos Merlo, el director técnico en cuestión, dio a entender que no se puede gastar a cuenta y que debía ir de un partido a la vez. Algo así como que si alguien quiere llegar a la cima y para ello comienza el ascenso por una escalera, necesariamente deberá pisar cada peldaño hasta lograr el objetivo. La Argentina de la pandemia del coronavirus presenta cierta similitud en lo que hace a la situación. Por ahora la prioridad es el día a día, tratar de superar el pico de la enfermedad y en pocos meses controlar la enfermedad que justo ahora con la llegada del invierno se encuentra en plena expansión. 

Pero lo que pocos se animan a plantear, en este escenario de "paso a paso", es cómo quedaremos después de esta batalla contra el Covid-19- A juzgar por como estamos hoy, no hay demasiado con qué entusiasmarse. Lo más probable es que en pocos meses estaremos un poco o mucho peor, mientras no hay planificación para anticiparnos a los problemas, a los que siempre corremos desde atrás. Otra vez como en el fútbol, siempre le miramos la espalda al delantero que ya nos superó y al que tratamos de alcanzar... sin éxito. 

Quizás porque una mirada al entorno no devuelve la imagen que quisiéramos, la Iglesia argentina advirtió esta última semana que luego del coronavirus la Argentina se enfrentará a la pandemia del hambre, de la desocupación, de la lucha por el poder, de muchas dificultades para poder llegar a fin de mes. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, pidió prepararse para un tiempo de mucha unidad en la diversidad y la adversidad.

El obispo de San Isidro planteó una escena triste a través de un mensaje publicado en YouTube. Dijo que la pandemia ha desnudado una profunda desigualdad y una gran inequidad en el mundo, por lo que recomendó buscar un estilo de vida más austero, que pueda favorecer la distribución de recursos. 

La posición de Ojea se asienta en indicadores que reflejan el deterioro social y económico que se vislumbra en el país. Como el que señala que la pobreza entre los chicos de cero a 17 años creció 7,8 puntos porcentuales en 2019 y alcanzó al 59,5% de esta población, mientras que la indigencia aumentó 3,9 puntos y afectó al 14,9%. Así lo reveló el Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica, al presentar un documento estadístico correspondiente al Barómetro de la Deuda Social de la Infancia titulado: "Condiciones de vida de las Infancias Pre- pandemia Covid-19".

Y no hay ninguna duda que durante el último trimestre en el que gran parte de la economía argentina se detuvo en el marco de la cuarentena obligatoria las cosas empeoraron, algo que es visible ahora y lo será aún más en pocos meses. El relevamiento del Observatorio de la UCA, que hace referencia al año pasado, muestra que el 21,8% de los chicos menores viven hacinados en la Argentina, una situación que impide el distanciamiento social que exigen las políticas sanitarias contra el coronavirus y que complica el aislamiento ordenado por la cuarentena obligatoria.

Los indicadores del espacio del hábitat de vida siguen una tendencia muy estable a lo largo del tiempo, entre 2010 y 2019, pero con algunas mejoras relevantes en el último período como en el déficit de saneamiento y contaminación medio ambiental. Mientras que la calidad de la vivienda y propensión al hacinamiento siguen una tendencia más estancada, según el informe académico, realizado sobre la base de datos relevados antes de la pandemia de coronavirus. En cualquier caso los niveles de déficit siguen siendo muy elevados, en 2019, la contaminación medio ambiental afectaba al 46,9% de los chicos/as, el déficit de saneamiento al 40,1%, la calidad precaria de la vivienda al 23,9% y el hacinamiento al 21,8%. 

En la dimensión de la subsistencia la situación de las infancias es muy delicada: La pobreza monetaria se ha incrementado de modo significativo afectando en 2019 al 59,5% de los chicos menores de 17 años, con un incremento de la indigencia por ingresos que llegó al 14,8%.

La pobreza de tipo estructural a través del indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) sigue un curso estable con cierta tendencia a la baja, pero todavía afecta a 27,6% de los chicos en el país urbano. Todo esto ocurre aun con una protección social a la infancia a través de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que ha logrado una cobertura del 41%, según la UCA. 



Autor: REDACCION

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