Editorial

País imprevisible e improvisado

El sorpresivo apagón que dejó sin energía eléctrica a casi todo el país desde las primeras horas de la mañana del domingo pasado desnudó las debilidades de la matriz energética argentina que, como muchas otras cosas, obedecen a la falta de políticas consistentes a largo plazo para el sector. Los vaivenes de los gobiernos que cambian las reglas de juego en forma constante impide avanzar en un ordenamiento de un plan de inversiones e inclusive en mantener la previsibilidad de un esquema de subsidios entre tantos otros factores que hacen al sistema energético. 

Cómo se hace planificar a largo plazo en un país que hoy fija determinadas condiciones para el desarrollo de un sector productivo y al poco tiempo modifica, por ejemplo, impuestos. Sucede con las inversiones en el complejo de Vaca Muerta, donde en una primera instancia se conceden incentivos para estimular la inversión, lo cual es contemplado en un plan de negocios por las empresas. Pero al tiempo se reducen esos beneficios por las urgencias propias del tesoro estatal, lo cual impacta negativamente en la ecuación necesaria para garantizar la sostenibilidad de la inversión. Así, el empresario que pensaba ganar dinero a partir de un contexto inicial debe readecuar su negocio a una coyuntura distinta, lo cual no es fácil en un sector donde las inversiones de hoy recién permite hacer caja en algunos años. Es poco serio, como se suele decir en la calle. Pero así solemos hacer las cosas en la Argentina, todo atado con alambre y sobre la marcha. 

Se trata de un país donde los economistas realizan los mejores diagnósticos sobre el estado de la economía, pero cuando se instalan en puestos de decisión no tienen ni una sola solución para tantos problemas que hacen fila esperando atención. La política de retenciones también es un ejemplo más que suficiente sobre este país tan imprevisible como improvisado. Se compromete un programa de disminución gradual de retenciones, en un sector industrial o con un cultivo específico, lo cual puede inclinar las decisiones de inversión. Ahora bien, desde que el productor sembró hasta que levantó su cosecha es posible que la retención no hay disminuido tal lo prometido sino que más bien haya aumentado algunos puntos más, achicando la ganancia esperada y poniendo en crisis la posibilidad de cumplir con las deudas asumidas en el desarrollo del ciclo productivo. 

De alguna manera, estamos acostumbrados a vivir en crisis, en una coyuntura de estados alterados todo el tiempo y en el que la normalidad sea una rara avis. La falta de infraestructura es un común denominador en todo el territorio nacional, no hay buenas rutas ni tampoco aeropuertos que impulsen el desarrollo del negocio aeronáutico más allá de que se aprecia en los últimos años un cambio saludable, con crecimiento, aunque limitado por las propias restricciones que impone la crisis. 

No obstante se pueden señalar puntos positivos. Lo bueno es la educación y la salud pública más allá que después se sufre por la falta de fondos para financiar los sistemas o bien mantener la infraestructura sanitaria o educativa. Otra vez el país imprevisible e improvisado que no es sostenible en el tiempo. 

Cinco días después de un gigantesco apagón no hay avances en la investigación. Durante varias horas del domingo los argentinos no tuvieron nada de información sobre lo que estaba ocurriendo, aunque con la certeza de que no tenían nada de luz en sus hogares ni comercios ni fábricas ni hospitales. Si bien la situación se fue normalizando con el correr de las horas, aún hoy día muchas familias no disponen del servicio de electricidad. Más improvisación que no sorprende.

Lo llamativo es que se tarden 15 días en establecer las causas reales de este problema y las responsabilidades del caso. Apenas se insiste desde el Gobierno que hay cero posibilidades de que vuelva a ocurrir un falla de semejante gravedad, pero no está claro si eso es cierto o bien se trata solamente de una expresión de deseos de un funcionario que mira al cielo en busca de compasión.

Como bien señaló el especialista Fabián Ruocco en esta misma página en la edición de ayer, el suministro de energía eléctrica constituye un servicio de interés económico general en una sociedad hiperconectada como la actual. Por ende, la seguridad de la infraestructura energética nacional se debe concebir como una política de Estado orientada a garantizar el suministro de energía de manera permanente y segura, sostenible medioambiental y económicamente. Y observó que existe un fuerte contraste entre lo que pasa en seguridad de infraestructuras críticas en el primer mundo en comparación con Argentina, donde todavía estamos pasos atrás.

La responsabilidad, como sugiere, es compartida tanto por el Estado nacional como por las provincias y otros organismos e incluso del sector privado. Será cuestión de aprender de los errores para reducir las posibilidades de que vuelvan a ocurrir. 

Autor: REDACCION

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