Frente a tantos problemas mundiales, la Iglesia Católica celebró recientemente una gran fiesta con la canonización de siete beatos: el papa Pablo VI y el mártir salvadoreño Óscar Romero, los sacerdotes Vicenzo Romano y Francesco Spinelli, el joven laico Nuncio Sulprizio y las religiosas Nazaria Ignacia March y Maria Caterina Kasper.
El papa Francisco presidió la eucaristía en la plaza de San Pedro con la participación de unas 70.000 personas de diferentes países, con gran presencia de El Salvador, España e Italia. Los padres sinodales y jóvenes que participan estos días en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional también asistieron en esta gran ceremonia de proclamación de los nuevos santos.
Bergoglio llevó en la ceremonia el cíngulo del primer santo salvadoreño y usó su cáliz para la consagración. Siempre ha sentido admiración por este mártir de El Salvador, a quien describió como un pastor “cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos” que dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio.
También de Pablo VI llevó el Santo Padre dos atuendos personales en esta celebración: el pastoral y el palio. Del papa Montini, con quien comparte un fuerte vínculo espiritual y teológico, Francisco dijo que testimonió “de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús”, en medio de las dificultades y las incomprensiones. Y recordó que hoy nos exhorta “a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad”.
Al comenzar la ceremonia, el Papa argentino se dirigió al pequeño altar con las reliquias de los nuevos santos junto a la imagen de la Virgen María para incensarlas. Las reliquias fueron la camiseta que llevaba Pablo VI en el ataque en Manila, con las manchas de sangre de la herida; un fragmento de un hueso de Óscar Romero; los huesos de un pie de Francesco Spinelli; una vértebra de Vincenzo Romano; un fragmento óseo del dedo de la mano de Nunzio Sulprizio; huesos de la columna vertebral de Madre Maria Caterina Kasper; y un mechón de pelo de Madre Nazaria Ignacia March.
A continuación, el cardenal Becciu se dirigió al papa Francisco, pidiendo la canonización de los 7 beatos, acompañado de los postuladores. El Prefecto de la Congregación para las Causas de los santos leyo los nombres y una breve presentación de cada beato.
Las personas que fueron curadas por los nuevos santos, cuyo milagro determinó la aprobación de la causa de canonización, estuvieron presentes en la fiesta de canonización, entre ellos la familia de Cecilia y Alejandro, de El Salvador. Son quienes recibieron el milagro por intercesión del beato Oscar A. Romero. Emiliano, el mayor de los tres hijos, llevó en sus manos un regalo para el Papa: un dibujo del rostro de Romero formado con las huellas de los dedos pulgares de los compañeros de Emiliano.
Por parte de la santa española María Nazaria Ignacia (considerada la primera santa de Bolivia, por haber vivido allí la mayor parte de su vida) estuvo presente la misionera cruzada María Victoria Azuara, quien fue milagrosamente curada de un derrame cerebral por intercesión de Nazaria.
En este contexto, conviene destacar dos figuras. Por un lado, Pablo VI, quien fue Papa desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte el 6 de agosto de 1978, sucediendo a Juan XXIII (el Papa bueno), decidió continuar con el Concilio Vaticano II (1962-65), la gran obra del pontífice anterior. Asimismo, fomentó las relaciones ecuménicas con las iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, dando lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos.
En el caso de Óscar Arnulfo Romero fue el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos y por haber sido asesinado durante la celebración de la misa en la capilla del hospital Divina Providencia. Denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país. Su asesinato provocó la protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador. Dentro de la Iglesia católica se consideró un obispo que defendía la "opción preferencial por los pobres".
Más allá del testimonio de estos nuevos siete santos que proclamó la Iglesia, cada uno de los ciudadanos creyentes y no creyentes estamos invitados a vivir una vida coherente en los distintos ámbitos sociales en los que tenemos que actuar, amando a los amigos y enemigos, para vivir una nueva "civilización de amor", como solía insistir Pablo VI...