El verano no pasa desapercibido en esta región ni en gran parte de la Argentina donde día tras día se suceden temperaturas muy elevadas que disparan la demanda de energía eléctrica pero a su vez se transforman en una preocupación para la salud pública. El contexto empeora debido a la sequía que azota a gran parte del territorio nacional, más allá de las lluvias de los últimos días que no alcanzan a compensar el déficit hídrico acumulado en los últimos tres años. Lagunas, arroyos y canales se han evaporado bajo el tórrido sol dejando en su lugar una tierra partida, en tanto que se acentúa la mortandad de animales y peces por falta de agua. La naturaleza acusa recibo del cambio climático mientras algunos se empeñan en admitir que el calentamiento global que denuncian organizaciones ambientalistas y especialistas en el clima es parte del problema.
La cuestión tiene réplicas en las redes sociales, donde hay quienes afirman que las olas de calor son uno de los ejemplos más claros sobre cómo la crisis climática impacta en nuestra calidad de vida y profundiza las desigualdades preexistentes. Lejos de ser una cuestión del futuro y alejada de nuestra cotidianeidad, el cambio climático está cada vez más presente. En las ciudades, las olas de calor se ven agravadas por el efecto de “isla de calor” producto de la escasez de espacios verdes. La temperatura del pavimento bajo el inclemente sol de verano en una calle sin árboles puede alcanzar los 65°C, por lo que es imposible caminar descalzo. Pero en una calle con arbolado público esa temperatura puede ser muy inferior, de 30°C aproximadamente. Lo mismo sucede con las paredes de una vivienda que está bajo el sol o recibe la protección de los árboles, la diferencia de temperatura es notable.
Otro problema que se advierte incluso en los campos de Rafaela y la región tiene que ver con la falta de sombra en las áreas rurales. Hay caminos donde prácticamente no hay árboles al costado de los alambrados que puedan proporcionar alivio a los animales, esencialmente a la hacienda bovina que es común en los tambos que sustentan la actividad productiva zonal.
En este marco, el Servicio Meteorológico Nacional elaboró un informe en el que revelan que Argentina está atravesando la octava ola de calor estival. En los últimos días, varias provincias entre ellas Santa Fe registraron un calor récord, con temperaturas que superan los 38 grados de máxima en algunas localidades. Durante los últimos tres meses el país registró un récord de calor. Si se consideran todos los trimestres noviembre-enero, el del período 2022-2023 fue el más cálido registrado desde el año 1961, con una anomalía de +1.7°C subrayó el informe.
En una reciente nota de opinión firmada por Victoria Boix y Alejandro Sáez, directora y coordinador de Ciudades en Cippec respectivamente, alertan sobre el infierno urbano que está creando el calentamiento global. Y recuerdan la ola de calor de 2003 que golpeó a gran parte de Europa -en especial a Italia, España y Francia- provocando la muerte de más de 80 mil personas en una docena de países.
En la Argentina también hubo consecuencias trágicas por las altas temperaturas, en este caso fue en el 2013 cuando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires murieron 544 personas a causa de una ola de calor. A nivel global, la frecuencia de las olas de calor se ha casi triplicado en comparación con lo que ocurría a principios del siglo XX. En 1900 había, en promedio, una ola de calor cada diez años. Hoy, ese valor se incrementó a casi tres cada diez años advirtieron los especialistas del Cippec.
Vale la frase final de Boix y Sáez: el calor importa, atraviesa nuestras vidas cotidianas y cada vez más lo hará con mayor notoriedad, menos silencio y sutileza. Tenemos que hablar del calor y sus consecuencias, y adaptar nuestras ciudades hoy para que el futuro no nos queme.