Suplemento Economía

Nuevos límites al Estado elefantiásico

La ruidosa protesta de sectores de la sociedad argentina el jueves

por la noche puede constituir una señal de que el avance del

Estado sobre ciertas libertades económicas, mientras aparece

incapaz de garantizar la seguridad, y tiene dificultades para

brindar servicios adecuados de salud, educación y transporte,

alcanzó cierto límite en la paciencia de esos manifestantes.

Refleja, además, cierto divorcio entre lo que la presidenta

Cristina Fernández le cuenta a los argentinos por cadena nacional,

y lo que viven los ciudadanos cuando van al supermercado, son

asaltados mientras ingresan a sus hogares o padecen las

consecuencias de un precario sistema de salud.


Sondeos independientes, como el de la consultora Management &

Fit, están mostrando el hastío de un sector de la población con lo

que califica como "mentiras" del gobierno respecto de la

inflación, que tal vez sea una buena estrategia para pagar menos

intereses de deuda, pero impide implementar un plan anti-

inflacionario.

Es muy difícil solucionar un problema tan serio como la

disparada a dos dígitos del costo de vida durante varios años,

cuando desde la Casa Rosada el tema ni siquiera merece ser

mencionado en los discursos de lo que la oposición llama con

ironía, la "cadena nacional del ánimo".


Si se repasan las desgrabaciones de los últimos diez discursos

pronunciados por la jefa de Estado, sólo en el último aparece la

problemática de los precios, cuando al anunciar el cambio en el

sistema de asignaciones familiares pidió a los supermercados no

aumentar.

Pero ni siquiera allí la Presidenta nombró la palabra

"inflación", como tampoco se encuentra alusión alguna en sus

pronunciamientos a términos como "inseguridad".

Los problemas, en este caso los

económicos, no pueden hacerse desaparecer simplemente no nombrándolos. 

La movilización de sectores medios y altos, no sólo en la zona

metropolitana, sino también en la mayoría de las ciudades del

interior, puede representar una señal de alerta para el gobierno,

y constituye un claro pedido de la gente para que algunas

políticas económicas cambien.


El avasallamiento de libertades económicas individuales tal vez

haya causado más daño del que el gobierno alcanzó a procesar, a

juzgar por las primeras palabras del jefe de Gabinete, Juan Manuel

Abal Medina, quien dijo que los que marcharon están "más

preocupados por lo que pasa en Miami que en San Juan".

Tal vez Abal Medina no haya reparado en los casos de personas

que perdieron sus empleos como consecuencia de la caída del sector

inmobiliario, la construcción y el mercado cambiario, con el

consiguiente cierre de casas de cambio.


Tampoco tuvo en cuenta que miles de personas perdieron, una vez

más en la Argentina, el sueño de la casa propia, porque se habían

comprometido a pagar cuotas en dólares y de un día para el otro el

peso se devaluó 35 por ciento vía mercado paralelo y cierre del

mercado oficial.

A esto se suma que hay cientos de miles de personas que

perdieron cosechas y otras directamente todos sus bienes por las

tremendas inundaciones en el interior de la provincia de Buenos

Aires, donde está claro que faltan obras hídricas y encima hay

denuncias de desvíos de fondos hacia otros destinos.


La utilización de 3.800 millones de pesos anuales para

alimentar una red de medios de comunicación adictos y cegados a la

realidad por parte del gobierno también forma parte, según las

encuestas, del hastío de la gente, que en un país futbolero debe

soportar cada fin de semana que le metan proselitismo hasta en la

sopa en cada partido.


Las compadreadas del secretario de Comercio Interior,

Guillermo Moreno, para someter a los empresarios y mantener los

precios a raya demostraron ineficacia y sólo alimentaron una

burocracia estatal que va convirtiendo a la Argentina en el

imperio del empleo público.

Se estima que ya hay más de tres millones de empleados públicos

entre Nación, Provincias y Municipios.


En muchos distritos, como la ahora convulsionada Santa Cruz,

uno de cada dos ciudadanos son empleados públicos, y ese panorama

se repite en muchos distritos.

En el Chaco, el gobernador Jorge Capitanich anunció que no

existe más la desocupación, porque la mayoría de la población

trabaja para el Estado.


En la emisión de billetes parece estar otro de los problemas

del "modelo": se estima que este año rondará un aumento del 40 por

ciento, a tal punto que los de 100 pesos que todavía mantienen la

cara de Julio Argentino Roca, van por la serie "Q".


Esos billetes dejarán de imprimirse para ser reemplazados por

los de Evita, pero un problema técnico de lectura en los cajeros

impide por ahora hacerlos circular.


El hecho constituye una parábola de la Argentina actual,

colmada de anuncios que terminan irritando a algunos sectores de

la población, a los cuales el gobierno parece haberles perdido

consideración, y luego hasta terminan teniendo problemas de

implementación y dejando a la Presidenta en off side.

Autor: José Calero

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