Asomado desde el balcón central de la basílica San Pedro, en el centro de la plaza del Vaticano, este reciente domingo de Pascua, el papa Francisco pronunció uno de sus más dramáticos mensajes, relacionado directamente con las enormes amenazas que vive el mundo, enfrentando a una dramática coyuntura. El jefe de la Iglesia repasó los dramas que sacuden a la humanidad, como las guerras en marcha y la posibilidad de que se desaten nuevas ofensivas de magnitud insospechada, además de insistir con las duras consecuencias causadas por la emigración y la falta de trabajo.
Dentro de un clima de marcada tensión, donde las medidas de seguridad excedieron los parámetros habituales de estos casos, el Papa envió su deseos de "que los representantes de las naciones tengan el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de armas", ya que esta última situación la que incentiva estos crueles enfrentamientos.
Este mensaje papal, que precedió a la bendición "Urbi et orbi" y que otorga el perdón de los pecados para todos los fieles que la reciban por la diversidad de medios de comunicación, Francisco aludió a la esperanza que significa para los católicos la resurrección de Cristo, celebrada justamente ese día, como fin de la liturgia pascual. Es por tales razones que rogó para que "en estos tiempos el Señor sostenga en modo particular los esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte", a la vez que citó el "innoble ataque" de días pasados en la ciudad de Alepo contra "los desplazados que huían provocando numerosos muertos y heridos".
Al solicitar el Papa que se conceda la paz "a todo Oriente medio, en especial a Tierra Santa, como así también a Irak y Yemen", formalizó una serie recordatoria de las situaciones de luchas cruentas y muchas veces fratricidas que existen en Sudán del Sur, Somalia y la República Democrática del Congo, donde los conflictos prácticamente no tienen fin, agravados además por la hambruna de esas amplísimas regiones africanas".
Aunque no fue mencionada, la alusión sobre conflictos bélicos, es imposible de evitar referir la tensa -y tal vez más que eso- situación existente entre Estados Unidos y Corea del Norte, donde también toman partido China y Rusia, estando de por medio el uso de enormes y potentes artefactos nucleares, que podrían desencadenar una sucesión de episodios de consecuencias prácticamente imprevisibles. Es que Estados Unidos ya utilizó una bomba de poder descomunal, a lo cual Corea del Norte advirtió que tomará represalias y que cuenta con misiles de alcance tal que pueden llegar a la costa este estadounidense.
Si bien no fueron parte de este repaso sobre la dramática coyuntura bélica mundial, la presencia entre los líderes más peligrosos por parte del estadounidense Donald Trump y el coreano Kim Jong-ju, tiende un manto de absoluta incertidumbre sobre el mundo entero, considerando que una conflagración de las características que hacen suponer los armamentos que hoy se cuentan, afectaría a todos por igual, y quizás, con consecuencias nunca vistas ni siquiera sospechadas sobre la estabilidad del mismísimo planeta.
Volviendo al Sumo Pontífice, sobre el final de su mensaje deseó "que Jesús resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en Latinoamérica, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia". Un llamado del cual no es ajena Venezuela, país en el cual se están viviendo días dramáticos, generados por la inestabilidad política y profundizados por el enorme deterioro de la economía, que hace prácticamente insostenible la vida normal de los venezolanos.
Una vez más el papa Francisco, en su rol de uno de los grandes líderes de hoy, formuló un llamado a la paz y la concordia, que tanto el mundo necesita. Ojalá sea escuchado, ya que un enorme riesgo se cierne sobre todos nosotros.