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"Nube Rosa", la película brasileña que predijo la pandemia

CAMILA OSORIO. - Hay dos extrañas coincidencias en una de las películas más celebradas en 2021, Nube rosa, de la directora brasileña Iuli Gerbase. Se trata del primer largometraje de la directora y ha sido aplaudido a nivel internacional: ganó premios en los festivales de cine de Munich, Berlín, Sitges de Cataluña, y también fue nominado en el de Sundance. Recientemente, empezó a mostrarse con entusiasmo en las salas de cine de Estados Unidos.
La primera coincidencia tiene un elemento futurista. Gerbase terminó de filmar su película en 2019 sobre un extraño viento color rosa que se toma todas las ciudades del mundo y que, si los ciudadanos respiran, pueden morir. Para sobrevivir se ven obligados al confinamiento total por un tiempo indeterminado y solo pueden hablar con sus familiares o amigos por llamadas de celular. Toda la película se desarrolla en un apartamento en el que una joven pareja intenta convivir pero se ahoga constantemente entre pantallas de computador, expectativas de pareja, y la larga espera de cuándo terminará.
La segunda coincidencia es más un extraño paralelismo artístico. A finales del 2019, la escritora uruguaya Fernanda Trías también terminaba su novela más reciente, Mugre Rosa de la editorial Random House, sobre un viento rosa que contamina una ciudad portuaria. El libro ha sido también muy celebrado –el año pasado ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la FIL de Guadalajara– y los protagonistas en este son también dos, pero en este caso una mujer y un niño enfermo que ella cuida mientras los hospitales colapsan, los ricos dejan las ciudades, y las personas deben salir con mascarillas a la calle. Son personajes saliendo de casa muy precavidamente e intentando acomodarse a la nueva normalidad.
Aunque la metáfora sea la misma, las dos llegaron por caminos distintos al místico viento. Trías explicó que llegó al tema en parte por su preocupación frente a la relación destructiva que tenemos con los animales que consumimos. El rosa en la novela no es solo el viento, sino el color de subproductos de carne procesada hechos con los restos de los animales que se consumen.
En cambio, la directora de cine Iuli Gerbase explica que llegó al rosa por ser el color que tradicionalmente se le asigna a las mujeres y su foco era mostrar lo sofocantes que pueden ser esos tradicionales roles de género, que pueden llegar a hacer sentir a las mujeres como si vivieran confinadas.
¿Cómo y cuándo llegó a esa idea para la película?
La escribí durante mi maestría en escritura creativa. Empecé con la idea de una pareja que se acababa de conocer y solo habían compartido juntos una noche, pero de repente se veían forzados a un matrimonio por culpa de una nube tóxica y rosa que no tenía gran explicación. Para mí era una metáfora de las relaciones, de lo que la sociedad espera de las relaciones y de las mujeres. La nube es rosa, un rosa suave, misterioso y hermoso, y el rosa es usualmente un color asociado para las mujeres –cuando somos chicos, los niños tienen el azul y las niñas el rosa. Y en la película vemos cómo los dos personajes reaccionan ante esa “nube”: lo que quiere Giovana [interpretada por Renata de Lelis] y lo que quiere Yago [por Eduardo Mendoça], y luego lo que la nube los obliga a hacer.
¿Sabía que el viento rosa que obliga a unos personajes al confinamiento está también en la trama de un libro titulado Mugre Rosa de la escritora uruguaya Fernanda Trías?
Me parece loco todo esto. Hace una semana mi hermana me envió un tuit en el que alguien comparaba las dos, la película y la novela, y me parece loco y lo único claro que tengo es que tengo que leer ese libro.
¿Cómo se explica que dos artistas como usted y Trías hayan llegado a una trama tan similar?
Bueno...usualmente tengo que responder en entrevistas por mis supuestos poderes para predecir el futuro. Ahora, no sé, quizás ella tiene el mismo poder que yo tengo [se ríe]. Realmente, no sé. Para mi hay dos grandes coincidencias. La primera, hacer el film sobre esto y que luego llegara la pandemia. Y la segunda, ahora, esta novela.
¿Cómo fue ver, después de filmar en 2019, que algo muy similar arrancó en marzo del 2020?
Fue demente, para mí y para mi equipo. Veíamos lo que pasaba en el mundo y decíamos: ‘esta es una escena de nuestra película’ y ‘esta otra también’. Fue una coincidencia y al principio la gente hacía bromas sobre poder ver el futuro y nuestros superpoderes, pero creo que es el trabajo de un escritor poder pensar y explorar e imaginar cómo las personas podrían reaccionar ante situaciones. Y bueno, pensar cómo habrán distintas reacciones y cómo se pueden explicar esas diferencias. Todo este trabajo es sobre emociones humanas, y es el trabajo de un escritor ser sensible y ser capaz de hacer ese ejercicio de imaginar.
Algo muy impactante en la película es cómo todas nuestras relaciones humanas se vuelven virtuales, con las pantallas o dispositivos.
Sí, las pantallas son importantísimas, y queríamos con ellas que los espectadores vieran en ellas reflejadas el nivel de aislamiento. En la película no ves el departamento de los demás personajes [con los que hablan los protagonistas], solo tienes una pantalla. Todos los amigos y todos los familiares están en la pantalla. Fue la decisión que tomamos en el equipo, que nunca la cámara saldría del apartamento de los protagonistas. La realidad virtual es la forma que Giovana encuentra para escapar del apartamento. Antes, en varias partes de la película, ella intenta evitar hacer lo que la nube rosa no quiere que haga. Aunque todo el mundo empieza a ir a citas virtuales, ella en cambio intenta coquetear con un vecino a través de su ventana.
¿Cómo fue recibida la película en Brasil?
Ha tenido buenas reseñas pero a mí lo que más me ha gustado es cuando hay personas que me envían mensajes más personales, y me dicen que se sienten reflejados en la película. Porque es un drama, no es divertida, pero la gente me dice que fue terapéutico poder ver sus experiencias en la pantalla para procesar lo que han vivido. Ese es el momento en que creo que aún vale la pena el trabajo y toda la energía que toma hacer películas.EL PAÍS ESPAÑA 

Autor: REDACCION

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