Editorial

Niños y pobreza

El relevamiento socioeconómico realizado poco tiempo atrás por el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina, que tanto revuelo produjo al dar cuenta que del 29% de pobreza recibida del anterior gobierno de Cristina Kirchner, tras varios meses de gestión de la administración de Mauricio Macri se había incrementado a 32,9% y con una suba de 600 mil indigentes más, ofrece muchos temas para desarrollar, siendo uno de ellos la enorme afectación que reciben los niños dentro de este escenario de pobreza tan extendida. Es que, sin dar demasiadas vueltas para decirlo, la mayor suba en la pobreza e indigencia se da entre los niños.

De tal modo es así que en los tres primeros trimestres de 2016 -hasta donde alcanzó la medición-, entre los menores de 14 años la indigencia pasó de 9 a 11,6 puntos y la pobreza infantil se incrementó a 43,5 a 48,8 puntos. En números concretos, estos porcentuales significan que cerca de medio millón de nuevos chicos cayeron en la pobreza, y además, que casi la mitad de los chicos viven en hogares pobres, sumando un total de 5 millones de niños en esas condiciones.

Lo realmente grave de esta situación, es que tanto como sucedió ahora entre diciembre de 2015 y hasta fines de septiembre de 2016 según el relevamiento referido, esto viene sucediendo desde 2010 en adelante, donde siempre fueron los chicos los más afectados por la pobreza. Incluso, este trabajo de la UCA establece un porcentual algo mayor que el 47,4% que oportunamente había registrado el INDEC.

Volviendo a los incrementos, los incluidos en la franja entre 15 y 29 años la indigencia pasó de 7,1 a 8,7 puntos, y la pobreza subió de 34 a 37,9, impactando en esta franja los bajos salarios de aquellos que logran conseguir un empleo, y también la desocupación, que es muy alta en los adolescentes y jóvenes de esta edad, adjudicándose a estos datos un motivo de profunda preocupación pues son los factores que atentan en mayor medida contra la posibilidad de reducir la pobreza, e incluso se convierten en reproductores de quienes caen en esa situación. Es que quienes se desarrollan con privaciones alimentarias, de educación, de salud, vivienda y trabajo, tienen por delante un futuro de profunda marginalidad, ya que se les reducen las chances de acceder a un futuro mejor.

Dentro de este escenario realmente difícil, tenemos entonces que los hogares con niños se transforman en los más vulnerables, lo cual no hace otra cosa que profundizar la crítica situación de la infancia, mostrando en consecuencia un país fragmentado. Lo cual, en principio, lleva a suponer que las soluciones demandarán un tiempo muy prolongado, si es que se pretende alcanzar una situación de estabilidad, producto del trabajo y no de la asistencia, como se vino haciendo para tratar de evitar la coyuntura en cambio de atacar el mal en sus orígenes.

Numerosos son los factores que confluyen para la existencia del actual comprometido escenario cuando se visualiza a los niños y adolescentes, más aún pensado a futuro, ya que en ellos estará afincado gran parte del mismo. Dentro de este andar, que viene profundizándose desde hace muchos años, con mayor visibilidad desde 2007 en adelante -es decir, la última década-, los jóvenes, destratados y en condiciones de desigualdad, pasarán a agigantar el problema en lugar de ser parte de la solución.

Entre los factores que propician este escenario de pobreza infantil, contamos entonces a los bajos salarios de los padres, el deterioro aún mayor de las condiciones de trabajo, la baja de ingresos de los sectores informales de la economía, y especialmente, la creciente desigualdad en la distribución de los ingresos, algo que siempre se viene batallando pero que se profundizó en los años 2015-2016. También remarcando que el aumento de la pobreza afectó en mayor medida "a la clase media baja o bien a aquellos sectores ligados con la economía informal".

Tanto se dice durante las campañas electorales, y seguramente comenzaremos a escucharlo muy pronto otra vez, que la educación es el cimiento del progreso y que los niños y jóvenes deben recibir toda la atención posible, que encontramos aquí una nueva muestra de la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. Los resultados están a la vista.

Autor: Redacción

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