Editorial

Nadie se hace cargo

El arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, es uno de los prelados más punzantes hacia la actualidad, focalizando de modo especial sobre el gobierno y la clase política en su conjunto, con críticas muy filosas, las que invariablemente son vertidas en sus homilías desde la Catedral metropolitana, la cual volvió a pasar una circunstancia similar el pasado 25 de Mayo, en ocasión del tedéum con motivo de la celebración patria.

Aun cuando Bergoglio ya no es el titular del Episcopado -función que desempeña monseñor José María Arancedo, obispo de Santa Fe-, continúa cubriendo una de las funciones eclesiásticas más importantes como lo es la ciudad de Buenos Aires, y por lo tanto es primado de la Argentina. 

Justamente, la Catedral metropolitana siempre fue el lugar al cual asistía el presidente de la Nación en ocasión de estas festividades, pero a partir de 2004, luego de una muy dura homilía de Bergoglio, tanto el entonces jefe de Estado Néstor Kirchner hasta la conclusión de su mandato, y luego su sucesora en el cargo, Cristina Fernández dejaron de asistir al tedéum, organizándolo en otros lugares, como fue en este último caso en la ciudad de Bariloche.

De todos modos, las palabras de monseñor Bergoglio alcanzan siempre una importantísima difusión, que van mucho más allá de los asistentes, fustigando muy severamente en esta ocasión que "nadie se hace cargo" por "los crímenes y las tragedias, además de las pesadas deudas que debemos pagar todos por hechos de corrupción". Aunque sin hacer precisiones ni direccionamiento, queda bastante claro hacia dónde apuntan las críticas, con sólo hacer un rápido repaso de la actualidad. Y en tal sentido enfatizó también que "el poder como ideología única" constituye "una locura mentirosa y dañina", que termina por impedir "la realización del proyecto de Nación".

Concretamente, el arzobispo de Buenos Aires sostuvo que "el diálogo y la búsqueda de verdades que nos llevan a construir un proyecto común implican escuchar, renuncias reconocimiento de los errores, aceptación de los fracasos y equivocaciones", añadiendo que "da la impresión de que siempre caemos en lo contrario, que los errores son cometidos por otros".

Sobre todo ese cúmulo de situaciones que se vienen dando en el país, desde crímenes y tragedias hasta pesadas deudas por los hechos de corrupción, nunca nadie se hace cargo, ni siquiera como ocurre muchas veces frente a las evidencias. "Nadie se hace cargo -sostuvo- de lo que hay que hacer y de lo hecho: pareciera un juego inconsciente: nadie fue es, en definitiva, una verdad y quizás hemos logrado ser y sentirnos nadie".

Las palabras y definiciones de Bergoglio son siempre muy encendidas,  sosteniendo por ejemplo que toda esa situación aludida "daña tanto, que termina impidiendo la realización de un proyecto de Nación, ubicando al relativismo y el poder como ideología única". Ampliando sobre esto último diciendo "si los prejuicios ideológicos deforman la mirada sobre el prójimo y la sociedad según sus propias seguridades y miedos, el poder hecho ideología acentúa el foco persecutorio y prejuicioso de que  todas las posturas son esquema de poder y todos buscan dominar sobre los otros", con lo cual, reflexionó, "se erosiona la confianza social, que es raíz y fruto del amor".

Pero hubo además, durante la homilía, otros enfoques muy claros y precisos sobre el poder, destacando que "una política sin mística para los demás, sin pasión por el bien, termina siendo un racionalismo de la negociación o un devorarlo todo para continuar permaneciendo", con lo cual "no hay ética posible simplemente porque el otro no despierta interés". Otra muy justa advertencia la formuló cuando sostuvo que "el ejercicio de buscar poder acumulativo como adrenalina es sensación de plenitud artificial hoy y autodestrucción mañana. El verdadero poder es el amor, el que potencia a los demás".

Bergoglio reclamó también que hagamos un examen de conciencia "por ser cómplices con nuestra indiferencia del abandono y desprecio a los más débiles", para concluir su mensaje afirmando que "ya conocemos hacia dónde nos llevan las pretensiones voraces del poder, la imposición de lo propio como absoluto y la denostación del que opina diferente: al adormecimiento de las conciencias y al abandono".

Muy contundentes definiciones, sobre las que no hace siquiera falta interpretar ni mucho menos aclarar hacia dónde apuntan, en algunos casos en forma muy directa.

Autor: Redacción

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