Desde que Donald Trump ganó las elecciones y se instaló en la Casa Blanca, la sede del Gobierno de Estados Unidos en Washington, los partidos de derecha creen vivir en una primavera política en la que procuran ganar espacios en los distintos países.
Si Trump fue capaz de ganar prometiendo la construcción de un muro que divida Estados Unidos de México para evitar el ingreso de inmigrantes en forma ilegal, el debate en torno a las libertades individuales o el cierre de fronteras ocupa el primer lugar de las agendas públicas.
Holanda fue el turno donde se desarrolló una batalla electoral, que tuvo durante la campaña el protagonismo de Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad que aparecía como una verdadera amenaza para la democracia de amplias libertades que caracteriza a ese país europeo.
De todos modos, para los analistas pese al fracaso de la extrema derecha en su intención de ganar las legislativas holandesas, el auge del nacionalismo en Europa continúa y encuentra un eco creciente en los partidos tradicionales. Wilders, que había crecido en forma sostenida ante el electorado al punto de esperar ganar los comicios holandeses, perdió quedando muy por detrás del primer ministro liberal Mark Rutte.
Lejos de encajar una derrota, el partido de Wilders marca puntos "objetivamente", señala Jean-Yves Camus, especialista de los extremismos en Europa en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicos de París. En tanto sentido, considera que los líderes nacionalistas y de opinión "antisistema" aprovecharon la oportunidad, a menos de 40 días de la elección presidencial en Francia y a seis meses de las legislativas alemanas.
Por su parte, desde Italia Mateo Salvini, jefe de la Liga Norte, un movimiento de extrema derecha antiinmigración, realizó un inquietante comentario sobre el proceso electoral holandés. "El partido de la Libertad de Wilders es el segundo del país
(...) Cambiar Europa, salvar el empleo y bloquear la invasión, las buenas ideas avanzan", sostuvo el dirigente. Y en Francia, la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, que lidera la intención de voto para la primera vuelta de las presidenciales francesas del próximo 23 de abril, consideró que el crecimiento de Wilders "es la prueba de que las ideas comunes que tenemos avanzan en los diferentes países europeos".
En Alemania, el partido antislam Alternativa para Alemania, que registra un ligero descenso en las encuestas desde hace tres semanas, se mostró menos entusiasta tras el resultado en Holanda al señalar Frauke Petry -una de sus caras visibles- que "esperábamos un mejor resultado para el partido de la Libertad".
En tanto, los dirigentes europeos, que temían un nuevo triunfo del nacionalismo después del Brexit y la elección de Donald Trump en la Casa Blanca, suspiraron de alivio luego de las legislativas holandesas. El presidente francés François Hollande aplaudió "una clara victoria contra el extremismo" y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, "un voto por Europa".
Con otra mirada, el politólogo francés Stéphane Rozès, sostuvo que el avance de los populismos permanece "constante" en Europa y se dirigen hacia "las puertas del poder", incluso si los votantes lo impiden por ahora. "El peligro en esta buena noticia de Holanda es que los gobernantes europeos no abordan la raíz del auge del populismo", se preocupa Rozès.
Aunque se queden a las puertas del poder -el líder de extrema derecha Norbert Hofer perdió la presidencial austriaca en diciembre- los nacionalistas difunden con éxito sus ideas entre la sociedad, hasta en los partidos de gobierno.
Mientras que el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Luiss de Roma, Leonardo Morlino, hizo una particular lectura de lo que sucedió en Holanda. "Mark Rutte ha ganado abarcando los temas que eran los de su adversario político. Por tanto, si los partidos tradicionales logran apropiarse de manera oportuna de los temas propios de los populistas, pueden ganarles, o al menos frenarles", afirmó.
A esta tensión creciente entre partidos tradicionales y las expresiones de extrema derecha en ascenso, se suma la violencia terrorista en las calles de ciudades francesas y el nuevo frente entre la Unión Europea y Turquía. Al respecto, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan atizó la crisis diplomática con la Unión Europea, a la que acusó de "una cruzada" contra el islam después de la decisión de la Corte de Justicia de la Unión Europea de autorizar a la empresas prohibir el porte de velo en determinadas circunstancias.
El ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, volvió a alertar sobre una supuesta islamofobia en Europa e interpeló a los líderes de Holanda, Francia y Alemania "¿hacia dónde conducís a Europa?" para luego acusarlos que iniciaron un proceso de desintegración de Europa.