Editorial

Mirar a Chile

Exactamente, tal como se señala en el título: mirar a Chile. Y tal vez deberíamos hacerlo también con algunos otros países, como Uruguay por ejemplo, pero el caso del trasandino es tan reciente que nos deja bien fresco y selladas las actitudes de sus dirigentes políticos. Es que se acaba de elegir presidente y esta vez la victoria fue para Sebastián Piñera, quien justamente era el opositor del sector de la presidenta Michele Bachelet, pero todo transcurrió dentro de un clima que estaba mucho más allá de oficialistas y opositores, con cordialidad y serenidad, al punto que al día siguiente del triunfo electoral de Piñera en el balotaje -para el cual se anunciaba una equilibrada disputa pero finalmente se resolvió por amplia diferencia de votos-, el presidente electo y la mandataria que aún sigue en el cargo, desayunaron juntos y durante un buen tiempo analizaron la situación del país y la continuidad de proyectos que están más allá de las ideologías y los partidos políticos. Tal como debe ser.

Chile tiene una democracia madura, seguramente superando obstáculos y afianzándola cada día, pero preservando una institucionalidad que nos despierta envidia a los argentinos. Aquí en cambio debemos recordar lo sucedido en diciembre de 2015, bien reciente, cuando la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner se negó a entregar a su sucesor Mauricio Macri los atributos de mando, en una acción tan desmesurada, compleja e inexplicable desde donde indica la lógica, que nos ubica exactamente en el extremo más alejado de lo que nos muestran Chile y Uruguay, países vecinos que aún con ciertas desventajas en materia de riqueza natural, nos han superado largamente en materia institucional. Más que nada, por la calidad de sus dirigentes, aunque cueste admitirlo y duela tener que enfrentarnos a esta realidad.

Piñera tiene 68 años, es un empresario con orientación de derecha -aunque en realidad, en este tiempo las ideologías son bastante elásticas-, y ya fue presidente de su país cuando en 2010 ganó las elecciones, que antes había perdido en 2006 frente a la propia Bachelet. Es ingeniero de la Universidad Católica y máster en Harvard, poseedor de una fortuna estimada en 2.700 millones de dólares (según la revista Forbes), habiendo sido algunas de sus actividades empresariales el tener la representación para Chile de las tarjetas Visa y Master Card, tras lo cual su riqueza fue creciendo aceleradamente con empresas inmobiliarias, editoriales y bancarias que él mismo fundó, además de participar accionariamente en otras como Lan Chile, el club de fútbol Colo Colo, la exclusiva clínica Los Andes y el canal Chilevisión.

Desde siempre fue simpatizante de la democracia cristiana, partido político del cual su padre había sido uno de los fundadores, habiendo sido senador antes de llegar a la presidencia por primera vez. Siempre condenó las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, pero tiene un antecedente que alguna vez le costó dolores de cabeza, como es haber votado por la continuidad de Augusto Pinochet en la presidencia, aunque después esa fue quedando en el olvido merced a las reiteradas comprobaciones de su fuerte compromiso con la democracia.

La economía tuvo un crecimiento de 5,4% anual de promedio durante su presidencia en el lapso 2010/2014, y ese fue uno de los argumentos más sólidos durante la campaña, comparando con el escuálido 1,8% que la economía se expandió con posterioridad bajo el gobierno de Bachelet.

Uno de los más oscuros antecedentes durante su anterior estancia en el palacio de La Moneda, fue el gravoso conflicto con los estudiantes de nivel medio y universitario, quienes coparon las calles en demanda de profundas reformas en el sistema educativo.

Cuando en la primera vuelta Piñera obtuvo un escuálido 36,6%, modificó muchas de sus posturas, como por ejemplo mantener la gratuidad en la educación y reformar el cuestionado sistema de pensiones. La unidad de la familia fue una de sus banderas, mostrándose tantas veces como pudo junto a su esposa y sus cuatro hijos, y algunas veces con algunos de sus ocho nietos.

Por lo dicho, miremos a Chile, que tal vez se puedan extraer algunas conclusiones para imitar.

Autor: REDACCION

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