Editorial

Miedos y libertades

Norma Morandini, cordobesa, periodista y política, es senadora nacional y además integró la fórmula presidencial junto a Hermes Binner en las últimas elecciones de octubre de 2011. Además, durante la dictadura militar debió abandonar el país y permanecer en España durante un tiempo, teniendo en su familia dos hermanos que integraron la extensa lista de desaparecidos de aquellos años cruentos. Formulada su presentación, posiblemente reiterativa para muchos de los lectores ya que se trata de una figura pública conocida, queremos rescatar algunas reflexiones suyas respecto al rol que le corresponde al Estado, que aunque desarrolladas con sustento y sólidas argumentaciones, pueden sintetizarse muy concisa pero certeramente: debe garantizar el derecho a vivir sin miedo.

Se pregunta la legisladora ¿no es acaso la dignidad lo que nos torna humanos y con miedo somos reducidos a animales?, remontándose entonces a la locura desatada durante la Segunda Guerra Mundial por el exterminio masivo del que son capaces los hombres, encontrando aquí en la Argentina su propia versión durante las masacres totalitarias del siglo pasado.

Su definición del miedo es "lo que se siente en el cuerpo, segregamos hormonas que nos secan las mucosas, duele en la boca del estómago y como una corriente eléctrica recorre los nervios desde la base del cráneo a los pies. Por eso enferma y mata". Muy clara y contundente, recordando que justamente ese fue el sentimiento padecido en nuestro país durante el terrorismo de Estado, el mismo que en lugar de proteger a sus ciudadanos "los persiguió, aniquiló y expulsó". En definitiva, se hizo terrorista, porque el único que puede violar los derechos humanos, es justamente quien debe protegerlos, es decir, el Estado.

Morandini ubica su pertenencia a la generación que sabe perfectamente que "el terror es el mejor aliado de las tiranías", recordando que en ese tiempo se vivió bajo el terror, inmovilizados, decidiendo qué debíamos leer, vestir, rezar o amar, ya que lo que mejor define el autoritarismo "es el control de todos los aspectos de la vida", y señala con exactitud que "el primer cadáver de las dictaduras es la libertad", pues sin ella no existe la política y sin esta no existe la posibilidad de la democracia. Un círculo que cierra de esa forma.

Destaca también que bajo la falsa vara con la cual se mide el grado de "progresismo", la intervención del Estado se va introduciendo de a poco en los abusos de poder, acompañados del personalismo y el autoritarismo, alejándose de sus verdaderos objetivos, que no son otros que garantizar los derechos, igualar las desigualdades, combatir la evasión y la concentración económica, pero siempre sostenido por las leyes que constituyen el exclusivo sustento de su autoridad.

"A Mussolini, Hitler y Stalin les gustaba aplicarse a sí mismos la metáfora del artista, del escultor o del creador, dado que su materia es el país entero: dominar íntegramente la organización de la vida humana", según lo definía el búlgaro Todorov. Y es justamente por esa razón, que luego del nazismo los europeos idearon un sistema democrático de validez universal, basado en la alternancia del poder y la participación ciudadana. Es decir, esa democracia "liberal" tan denostada en nuestro "progresismo" criollo, sin tener en cuenta que fue toda esa normativa de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos los que posibilitaron que en nuestro país se juzgue y condene en los tribunales el terrorismo de Estado.

Agrega a continuación la senadora Morandini, siempre dentro de estas reflexiones, que "las democracias liberales han dado paso a las democracias sociales porque es el único sistema que se modifica en el tiempo", ya que no existe posibilidad de progreso si no hay un férreo respeto de la dignidad humana. "No se puede invocar los derechos humanos y luego incitar al odio, como condena el Pacto de San José de Costa Rica", enfatizando en que en una democracia los gobernantes, los funcionarios, deben buscar ser respetados, no temidos".

Una definición muy interesante sobre la democracia, es que "las elecciones legitiman para gobernar, no para que se pongan encima de la ley", mientras que los ciudadanos deben pagar sus impuestos por responsabilidad, no por extorsión.

Se trata sin dudas de un repaso de las funciones del Estado y del rol que les compete a gobernantes y ciudadanos, que sería conveniente revisar de vez en cuando, mucho más seguido de lo que parece.

Autor: Redacción

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