Creo que desde siempre. Recuerdo que siendo muy niño, me encantaba ir de visita a casa de una familia amiga, ya que en ella había ejemplares de las revistas Goles y El Gráfico -que en mi hogar estaban terminantemente prohibidas pues para mi padre, los futbolistas eran “una manga de vagos”-... No fueron pocas las veces que, al encontrarme prendido en algún picado de rompe y raja junto a mis amigos del barrio, me “sugería” salir volando a terminar los deberes, o a enfrascarme en la lectura de alguno de los incontables libros que abarrotaban la biblioteca hogareña. En ese tiempo, por lo general, los hijos no tenían muchas opciones de elección, su vida -por lo general- debería coincidir con el plan que sus padres habían pergeñado. No por nada era tan común escuchar esa tan remanida frase de “Mi hijo el doctor” en la que el orgullo salía a borbotones por la boca de tantos progenitores. Mi destino estaba marcado, yo debería ser su sucesor en la dirección de la industria de subproductos ganaderos que él había levantado -con enormes sacrificios- en Lincoln. Su temprana e inesperada muerte me obligó a “edificarme” un porvenir mucho más ligado a lo que yo quería ser, que a los deseos de don Marcos, mi querido padre. Ese sorpresivo cambio de “remero a timonel” me permitió cambiar sustancialmente el derrotero de mi vida. Fue así que, en el año 1971, tras una “trascendental” charla con doña María -mi adorada madre- decidí no solo inscribirme en la carrera del Profesorado de Educación Física del Colegio “Nuestra Señora” de mi ciudad natal, sino renunciar a mis derechos hereditarios... Fueron tres años maravillosos, inolvidables, marcados por un hecho crucial. Por primera vez en la historia de la ciudad -y creo de la región- un grupo de estudiantes -mi curso- decidió tomar las instalaciones del establecimiento -en el que funcionaban más de seis carreras- ante la amenaza de cierre tomada por la congregación religiosa que ejercía su dirección. Tras algunos días de arduas negociaciones en que intervinieron las “fuerzas vivas” del lugar, logramos una aplastante e histórica “victoria”. El hecho de que aún hoy el Instituto siga en plenas funciones, es un claro ejemplo, un verdadero premio que compensa con creces la incerteza vivida en esas tan angustiantes horas. Desde allí salí, con el incierto deseo de ser fiel al lema elegido por nuestra promoción -que fue la primera en egresar- que era además de un desafío, una noble advertencia “Que al llegar a la cima, no te encandile el sol”. Yo, por las dudas, llevo siempre lentes ahumados...
En qué momento comencé a leer y a escuchar música popular
Creo que desde que tengo memoria. Como mi padre regresaba a casa muy tarde, mi madre lo esperaba ocupada en diversos quehaceres domésticos o tejiendo alguna prenda. Yo le hacía compañía y juntos escuchábamos un programa musical que se emitía por radio Belgrano con los principales referentes de nuestra música nativa: Los Fronterizos, Los Chalchaleros, La Tropilla de Huachi Pampa, Don Atahualpa Yupanqui, Jaime Dávalos, Los Hermanos Abrodos, Margarita Palacios, Don Andrés Chazarreta, El Duo Salteño y tantos otros que me cautivaban no solo por tan deliciosas melodías, sino por sus letras impregnadas de poesía. Temas como Del tiempo’i mama, Vidala del nombrador, El arriero, Paisaje de Catamarca, Camino del indio, Luna tucumana... tan inolvidables como esas perlas que nacieron de la maravillosa sensibilidad de Horacio Guarany, Hamlet Lima Quintana o ese imprescindible huarpe mendocino de Armando Tejada Gómez, cuya inapreciable Canción para un niño en la calle me esforcé por memorizar para siempre. Esa suerte de adicción al folklore me acompaña aún hoy. Por eso me declaro un fiel oyente del programa de La Folklórica, que diariamente se emite por la FM 98,7 de Radio Nacional donde, Marcelo Simón representa hoy, como el invalorable Omar Cerasuolo ayer, una magnífica alternativa para escapar a la insoportable levedad de tantos programas de una vulgaridad inaceptable en esas épocas.
Momentos destacados de mi vida
¡Son incontables! Y están hechos de pérdidas de familiares y amigos, logros sobre todo en el ámbito de mi profesión, casualidades la mayoría... entre las cuales destaco la inmensa fortuna de que el Vasco Goicoechea tuviera la “delicadeza” de romperle el tobillo a Diego, hecho sin el cual me habría sido imposible transformarme en su preparador personal y vivir a partir de allí una vida tan exagerada que no habría siquiera imaginado en mis mejores sueños, alegrías antes que ninguna la que compartimos con Carmen con los nacimientos de Nicol y Cindy, junto a otras que tienen que ver con el haber estado junto a Diego en sus épicas conquistas con el Nápoli y la histórica vuelta olímpica del 86 en el Azteca o las de haber conocido y compartido inolvidables momentos con personalidades de estatura mundial en distintos ámbitos como Fidel Castro, Eduardo Galeano, César Menotti, Joan Manuel Serrat, Alfredo Distéfano, Enrique Omar Sívori, Ladislao Kubala, Rehinold Messner, Osvaldo Bayer, Carlos Páez Vilaró, Mercedes Sosa, Bjorn Borg, Jennifer Capriati, Jurgen Klinsmann, Javier Sotomayor, Alberto Juantorena, Nora Cortiñas, Estela de Carlotto... de haber participado en cuatro mundiales de fútbol y visitado más de cuarenta países... si a veces tengo miedo de pellizcarme y descubrir que en realidad fue todo un sueño...
Situaciones difíciles en lo profesional
Sinceramente no recuerdo haber pasado por situaciones de extrema dificultad durante mis años en el fútbol... Como máximo alguna ligada a mi relación con unos pocos dirigentes y, en especial, a muchos mercenarios de profesión periodistas. Pero son temas que trato de resolver en el momento y no perpetuarlas en el tiempo. No vale la pena “gastar pólvora en chimangos”...
La importancia de la mirada docente en la formación del jugador
Hoy en día sí. A partir de dos razones fundamentales; una referida a la colosal fortuna que genera a través de la venta de jugadores, derechos de publicidad - televisión, merchandising, turismo, gastronomía y demás rubros vinculados al aspecto puramente comercial. La segunda está ligada al colosal poder de manipulación de masas a través del manejo de la alienante pasión del hincha. El ejemplo más contundente de ello emerge a partir de ese verdadero golpe comando con la que la justicia de EE.UU decidió irrumpir en las más altas esferas de la FIFA, descabezando en cuestión de horas el poder hasta entonces omnímodo ejercido por Blatter y sus secuaces. Lo más risueño del caso -para mí- fue la desfachatez con que justificaron su intervención. “Nos hemos visto obligados a aniquilar de una vez y para siempre el inaceptable grado de corrupción presente en la Federación” dijeron... ¡¡Justo ellos, que van corrompiendo el mundo con una inescrupulosidad que asombra!! Además, como en ningún otro deporte, el sentido de pertenencia -cuando se trata de equipos- y de nacionalismo -cuando juega la Selección- alcanza insospechados grados de ferocidad, que reavivan en los fanáticos, la atávica condición tribal de la especie, contradiciendo en modo grotesco los avances científicos y tecnológicos alcanzados gracias a la evolución del proceso civilizatorio.
El presente
A punto de comenzar a viajar por distintas provincias para intervenir en distintas charlas y clínicas sobre fútbol. Será una magnífica excusa para escapar de este -como diría don Ata- hormiguero pateado que es Buenos Aires, mientras deshojo la margarita en espera de alguna llamada que me permita ir a trabajar en algún lugar del mundo en el que el ambiente del fútbol esté mucho más relacionado a la civilización que a la barbarie.
Lo que me queda por concretar en la vida
Ojalá pueda -sobre todo- concretar cada una de las mejores cosas que los otros esperen -o necesiten- de mí... Porque no tengo ninguna esperanza que lo que yo espero y deseo: basta de odios, de guerras o violencia de cualquier tipo, de hambre y miseria, de corrupción, de insensibilidad, de injusticias, de esta inadmisible desigualdad actual, de discriminación, de nacionalismo retrógrado, de espantosa vulgaridad, de insoportable frivolidad y desprecio por el otro, vaya a ocurrir antes que yo deje de respirar. Claro que por ello, no dejaré de comprometerme y luchar por aquellas causas que considero justas... ¡Sí! ojalá que a mí también la “reseca muerte no me encuentre, vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”...
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Fernando Signorini