La Palabra

Mi nacimiento y mis nombres*

Nací en Buenos Aires, en el barrio de Las Cañitas que es un barrio también misterioso, porque dicen que allá por el mil ochocientos donde recalaban en los cañaverales individuos malhechores, y como era el lugar solían esconderse algunos prostíbulos. Además pasa un tren por la avenida. Todo eso en mi imaginación fue portando un panorama.

El repertorio

Siempre me ha gustado caminar por entre personajes maravillosos, oscuros, y además toda la cosa social, por eso me apasiona Chico Buarque, por eso fui la primera que canto a Víctor Heredia en el sesenta y cinco y lo grabé. Canto a los autores franceses que  para mí Jacques Brel es uno de los autores de música popular más notables. Así que me he nutrido, pero con mucho privilegio, porque para poder hablar de estas cosas en el mundo de hoy, son privilegios. Todo me ha enriquecido, y siempre le he dicho a mis padres que han sido personas con una educación no diría muy estricta, pero con mucha libertad. Mucha libertad. Yo leía lo que quería, vivía en una casa donde a los catorce años no había impedimentos para leer un libro ni literatura prohibida. Tuve tres hermanos varones que fallecieron muy jóvenes, un médico, un abogado y un físico. Los tres muy músicos.

Mis nombres

Tengo dos nombres. Un nombre de base que es María Eugenia en el documento. Pero mi mamá me dijo desde que nací Marikena, porque seguramente no le dejaron que pusiera ese nombre. Me presentaba ante la gente conocida por la calle diciendo: “Esta es María Eugenia y Marikena”. Y nací géminis que son gemelos, y día veintidós, y además el día de la patrona de los imposibles, Santa Rita de Casia. Entonces creo que hay muchas cosas que se conjugaron. Tuve una profesora, maestra de piano, memorable, era un personaje extraordinario, una genia, me enseñó piano jugando a mis ocho años. Mamá me llevaba y se quedaba leyendo en un cuarto de la profesora de piano, de una casa bohemia. Fue una mujer que nunca tuvo mucho dinero, vivía con una  gran sobriedad, nunca la escuché quejarse de nada, siempre su ropa impecable.

Cuándo aparece el canto

Es tan raro cuando aparece el canto… Fui a la escuela pública en la primaria. Y en las clases de música el profesor todos los años tomaba la voz para el coro, recitaba toda la lista y cuando llegaba al apellido anterior al mío yo empezaba a temblar. Nos tomaba la voz y nos hacía dar vuelta y ponernos frente a los demás y a mí me hacía cantar “Cañas, más cañas, yo quiero cañas, una con otra…”. Y yo lo que sentía era un calor que me subía hasta la garganta, que me iba a poner a llorar, algo rarísimo, era una gran vergüenza y sentía que salía algo raro de mi garganta. Esa era la sensación, no tenía noción de nada. Pasó el tiempo, a los doce años mis hermanos empezaron a tocar la guitarra, seguimos todos, a juntarnos con amigos, cantábamos, la mayoría era todo un cuadro mucho provinciano, tengo familia en Catamarca, en Bahía Blanca, en Corrientes. La madre de papá era de origen italiano nacida en Santiago del Estero y se murió con la tonada santiagueña, no la perdió nunca estando en Buenos Aires.

Las letras pendientes

A los doce años quería estudiar astronomía. Después no. Como tocaba el piano y tocaba la guitarrita, y además pintaba, primero quise ser escritora y estudié letras antes de ir a Paris. Si existe la reencarnación volveré a estudiar letras. De los diecisiete a los veinte que estuve en Paris me levantaba a la mañana y a las nueve estaba en la puerta de los museos con un cuaderno en la mano. Canto empecé a estudiar recién a los veintiún años. Lo que definió mucho mi repertorio francés fue que el sesenta y cinco entro al Teatro Universitario Franco Argentino donde empezaron Mónica Cahen D’Anvers, Claudia Lapacó y Elena Mignaquy. Ahí tomo más contacto con el idioma y con la música del que venía trayendo de Paris donde había visto cantar a muy poca gente porque no pensaba cantar. A la Piaf no la vi nunca personalmente casi ni en videos. Hasta que apareció un disco que me regaló mamá y empecé a cantar en La Botica del Angel. En el sesenta y seis una amiga me invita cantar tangos reos y ahí empecé a entrar un poco en el mundo del tango. Y en el sesenta y ocho me llama Eduardo Bergara Leumann y debuto en la primera Botica que ésa era el realismo mágico absoluto, mucho más que la de ahora.

Mi debut en La Botica del Angel

En la primera Botica, que no existe más, que estaba en México y Lima, barrio de San Telmo. Voy con mi novio, con quien después nos casamos, él me lleva, era una trampa realmente, Bergara me llama a subir el escenario para cantar. Cuando me bajo me dice que vaya al día siguiente a las tres. Y esa noche debuté y empecé a cantar hasta hoy. A partir de ese momento Bergara fue en mi vida un maestro de vida y de arte, tenía una estética, era artista, para dibujar, para pintar, sabía de muchas cosas, tenía una rapidez mental espeluznante. El humor, la ironía, ácido. Y ahí entro en una escuela del espectáculo muy singular. Canté el tema de la película Arde Paris. Una de las cosas que me apasiona de la vida es el sonido, que es la música. Pero además es la música de las palabras, la música de los objetos. Me gustaría profundizar mucho más en el tema del sonido. A Bergara le gustaba que pusiera la nota francesa.

En el Instituto Di Tella

Me llaman en el sesenta y nueve del Instituto Di Tella para un proyecto absolutamente desopilante y que fue desopilante para hacer un espectáculo que se llamó Canciones en informalidad con Jorge Schussheim y Jorge de la Vega, ahí aparecen dos hombres que tuvieron una enorme influencia en mi vida, muy enorme, dos grandes intelectuales de verdad, tipos con un sentido del humor. De la Vega era una cosa asombrosa, y bueno, así son los cuadros, que falleció a los cuarenta y un años, fue una de las cosas trágicas de mi juventud.

Grandes momentos de mi carrera

Creo que hay. Una de las cosas más extraordinarias que me pasaron fue cantar en Paris en el teatro de Jean-Louis Barrault y Madeleine Renaud que fueron dos actores notables. Jean-Louis Barrault es comprable a un Alfredo Alcón pero además director y productor. Fue impresionante conocerlo. Y su mujer, una actriz que tenía ochenta y un años cuando canté ahí, y ella estaba haciendo una obra de teatro de Beckett con una escenografía muy compleja para su edad.

El tango hoy

Creo que en muchos casos de compañeros cantantes y músicos, en general la inclinación viene por la música, en este caso, la popular, empieza en realidad con una especie de amor por todo lo que es artístico. Me pregunto ¿qué estética tiene el tango hoy? Ninguna. Aunque sea por qué no copian la de Bergara. Las mujeres no se visten con estética. No cuidan ciertas cosas. Las voces. El tango no ha hecho -fuera de Piazzolla- la evolución que debió haber hecho. Porque no han  aparecido, ¿dónde hay un Homero Manzi? ¿Dónde un Homero Expósito? ¿Dónde hay una Eladia  Blázquez? ¿Dónde un Troilo o un Goyeneche, una Merello? No hay personalidad. Es decir creo que un cantante de tangos tiene que buscar y hacer una cosa que sea completamente nueva, que no sé cuál es. Parecería que hoy a la gente joven en el canto y también en la danza y en muchas ramas artísticas profesionales, le falta algo muy propio, chico o grande, pero tener algo propio. El canto y el habla están muy comunicados. Uno escucha hablar a las actrices y no puede ser. Se confunde la interpretación con la maquietta. Creo que la gran cantante de las mujeres es Susana Rinaldi. Y creo que no hay ninguna que haya recogido su guante, por lo menos aparecer, no aparece.

*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Marikena Monti

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web