Desde que terminé los estudios secundarios siempre trabajé hasta el momento de la jubilación. En forma ininterrumpida… cambié varias veces, en varios de esos trabajos me desempeñé como bibliotecaria o con trabajos afines a la documentación y a la prensa. Finalmente, en el año 1978 comencé a trabajar en el Banco de la Nación Argentina en su casa central. Este fue mi trabajo más prolongado: durante treinta y ocho años, donde comencé como empleada administrativa, luego como bibliotecaria y finalmente en el área de prensa. Fueron años muy intensos, de grandes aprendizajes y de construcción, en paralelo, de una vida profesional y familiar. A medida que fueron pasando tantos años también fui testigo de los grandes cambios políticos que trajeron sus indisolubles experiencias económicas y sociales. Antes de la década de los setenta no trabajaban mujeres en el Banco: solamente hombres. Fui de las primeras mujeres en ingresar. En aquel edificio maravilloso y casi único desde el punto de vista arquitectónico de Alejandro Bustillo no fueron previstos por ejemplo, baños para mujeres, de modo que para las primeras hubo que hacer una adaptación para los sanitarios. Un pequeño ejemplo. Pero no fue la primera adaptación, si quizás la más visible. Pero otra que tuvo gran intensidad fue la necesidad de adaptación que vivieron los compañeros varones. Ellos mismos confesaron luego que les parecía muy extraño compartir oficina con compañeras. Eramos algo “novedoso”. Al principio nos miraban con suspicacia, con temor y con superioridad… Con el correr de los años las empleadas del Banco fueron cada vez más numerosas y sin embargo estuvieron relegadas en sus oportunidades, independientemente de su capacitación profesional o la calidad de su desempeño. Nunca ocupaban ningún cargo jerárquico. Y el maltrato, el bullying, la discriminación, el abuso de poder tanto de jefes como de compañeros era común y nadie lo cuestionaba o encaraba desde la perspectiva de género o de la ética. Incluso se vivían situaciones de acoso laboral o sexual, sin que hubiera una instancia real de denuncia o apelación ante estas circunstancias. Es algo de lo que puedo hablar con absoluto conocimiento -y padecimiento-. Y como ocurría en el resto de la sociedad estaba “naturalizado”. Esto revirtió, muy decididamente, recién en la presidencia del Banco de la Licenciada Felisa Miceli. Fue un cambio radical. Con su llegada, a instancias del cambio de signo político y dentro del contexto de profundos cambios sociales en el ámbito, por ejemplo, de los Derechos Humanos, todo empezó a ser diferente, en forma paulatina. Era la primera vez que había una Presidenta mujer, era la primera vez que había mujeres en el Directorio, y la primera vez que podían acceder a la carrera jerárquica y a cargos de alta gerencia personas del sexo femenino. No fue fácil, no fue sin resistencias y chicanas de todo tipo, pero lentamente esto fue cediendo y además se creó, dentro del sector de Recursos humanos, una sección que recibía demandas en cuanto a distintas formas de discriminación. Algo impensado años antes. Y hoy en el Banco ya no es una “rareza” que una mujer ocupe un cargo de gran responsabilidad. Es algo natural y muy positivo. Otro de los temas que se abordaron en esa época fue el de la Memoria: también se creó una sección específica donde se comenzó a investigar numerosos casos de compañeros y compañeras desaparecidos durante la dictadura, algunos desde sus lugares de trabajo. Cuando se celebró el aniversario del Banco como cada año, se hizo una ceremonia muy emotiva y concurrida de reconocimiento e identificación de estos compañeros y compañeros y sus circunstancias de desaparición. De alguna manera una reivindicación a su memoria y con la presencia de sus familiares. En la vereda de la cuadra de la calle Reconquista se colocaron baldosas con el nombre de cada compañero y compañera desaparecidos.
En la Biblioteca Manuel Belgrano
Durante unos veinticinco años me desempeñé como bibliotecaria en la Biblioteca Manuel Belgrano, especializada en economía, finanzas y derecho. También fui la primera mujer en trabajar en la biblioteca. Tampoco fue sencillo, seguía siendo una rareza que en esos ámbitos bastante misóginos hubiera que compartir oficinas con una mujer. Y desfilaban personas y personajes, compañeros, lectores, estudiantes, público, de una rica diversidad. La proto-biblioteca del Banco había sido creada a partir de lo que fue la “Oficina de investigaciones económicas”, por el Dr. Raúl Prebisch, que en ese momento era un empleado con una sólida especialización en el área de los estudios económicos. Luego, unos años después sería el primer presidente del Banco Central de la República Argentina. Su fondo bibliográfico y documental era muy rico, pero con la creación del Banco Central, la biblioteca se vio en la circunstancia ineludible de donar la mayoría de ese fondo documental al nuevo organismo, cumpliendo órdenes superiores, perdiendo, quizás su acervo histórico económico más valioso. El tiempo fue pasando y de especializarse en investigación económica, se especializó en el rol social de apoyo a los estudios universitarios de empleados que cursaban sus carreras superiores a través del préstamo de libros de texto de las distintas materias y carreras afines. Y desempeñó muy bien esa misión. El tiempo fue pasando, las distintas administraciones del Banco también y los vaivenes y crisis económicas dejaron también su huella allí, claro, también de la mano de la densa maquinaria burocrática que recortaba afanadamente el presupuesto para la compra y el acrecentamiento de nuestro patrimonio bibliográfico. Luego vino la comunicación y el acceso a la información a través de Internet con la consecuente y creciente ausencia de publicaciones en papel, por lo que las demandas y consultas se satisfacían de otros modos, con otros recursos. Quizás lo mejor, lo que más valoro de tantos años de servicio en la Biblioteca fue el acompañar, colaborar, asesorar y compartir los trabajos, búsquedas y logros de los estudiantes y lectores que durante años concurrieron a la biblioteca, y que luego continuaron con sus hijos, cuando fueron creciendo y cuando también se convirtieron en “clientes” de la “Manuel Belgrano”. Durante los últimos años laborales estuve en el área de Prensa del Banco. Si bien tenía, alguna experiencia en prensa y documentación, en este sector del banco pude ponerme en contacto con una dinámica precisamente muy vertiginosa, trabajando con varios compañeros, muy jóvenes algunos de ellos, y con una necesidad y un ritmo creciente de aprendizaje y de incorporación de nuevas herramientas. Este era, a diferencia del de la Biblioteca, el mundo vertiginoso de una especie de redacción y de relaciones institucionales muy abierto, que tanto celebré tener la oportunidad de conocer y participar. Fueron años de un buen compañerismo, de nuevas relaciones laborales, de otro tipo, muy dinámico y de gran reparación profesional y laboral.
Fin del ciclo laboral
Luego vino la jubilación con la alegría de cerrar un extenso y rico ciclo de vivencias y de una trayectoria laboral y profesional que de algún modo y ahora viéndolo a la distancia, siguió en algunas instancias las mismas que fueron desarrollándose en la sociedad. Recordemos que el Banco de la Nación Argentina fue creado justamente como recurso para salir de la grave crisis financiera del año 1891, que había comenzado con la Revolución de 1890. Más allá de los vaivenes políticos, más allá de los intentos de privatización del Banco, el Nación fue y es para el país, una institución noble, con nobles principios… y para la mayoría de los empleados también un referente, un lugar de pertenencia e identificación… aún en tiempos de crisis, de corrupción, de bajísimos sueldos, de funcionarios desleales, trabajar en el Banco, pertenecer al Banco era una forma de tener una sensación de “protección”. En duros tiempos de crisis sociales y económicas, muchos compañeros y compañeras comenzaron a decir cada mañana cuando llegaban: “Esta es la casa de Dios”, un poco sentirse al reparo de la inclemencias que se vivían en la sociedad… Finalmente, ahora, cuando se jubilan, muchas veces tras cuarenta o más años de trabajo, eligen hacerlo por la “puerta grande”, en sentido literal. El o la jubilada, solicita que el personal de mayordomía que tiene a cargo la apertura y el cierre de sus monumentales puertas, el último día de trabajo, después de las dieciséis le abra la puerta de la ochava principal, frente a la Casa de Gobierno, para salir justamente por la puerta grande, con sus columnas y escalinatas, donde son despedidos con muchas muestras de afecto por sus compañeros y recibidos en la vereda por sus familiares y amigos más cercanos. El peso del símbolo se presentifica en este pequeño gesto.
El mundo del periodismo
Luego para mí, vino una nueva etapa: esta etapa, que comenzó durante los últimos años como empleada: el mundo del periodismo a través de la radio. Una etapa de gran apertura y conexión, de resignificación de una experiencia de vida que viene forjándose desde los primeros años de la adolescencia donde con un poco más de libertad pude “abrirme” al mundo, al afuera del ambiente de mi casa y mi barrio, a las ideas, a los acontecimientos políticos y culturales. Fue como haber ido formando una propia “biblioteca personal” que ahora a través del periodismo radial puedo compartir. Convocar a entrevistados que de algún modo también son protagonistas de lo que acontece y tener la posibilidad de comunicarlo, de compartirlo, de amplificarlo, de ponerlo en voces y en contexto. Por eso el nombre de mi programa “Voces y Contexto”. …”Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia” dice el gran León Gieco, y sí, muchas cosas estaban en mi memoria, y ahora las comparto, y descubro tantísimas cosas nuevas, nuevos haceres y pensares, nuevos sentires y formas nuevas. La vida es una red invisible que nos conecta y nos reconecta. Y eso es bueno, y no tiene fin.
Cómo concebí el programa de radio
Y entonces, como tantos antes que yo y como prefacio de cosas valiosas, comencé a elaborar una “lista”… la lista de mis amigos que hacían cosas valiosas. Ese fue el núcleo inicial… así comencé a contactar a los primeros entrevistados para el programa de radio y paralelamente trataba de aprender algunos recursos técnicos imprescindibles. Luego, como pasa sin que nos demos mucha cuenta, se comenzó a tejer la red: la trama y la urdimbre… Y los amigos me llevaron a otros amigos, y los temas que me apasionaban me llevaron a los protagonistas, y estos a otros temas, a otros personajes, a otros ámbitos e instituciones… Y a otra Radio: Radio Caput, que es en sí un modo de hacer radio y de comunicarse, de hacer enlace y hacer militancia de ideas y compromiso, excediendo lo que pueda tener de coyuntural la política. Hay una mirada, un enfoque que excede la contingencia de lo inmediato: que va a lo fundamental, a la idea o a la noción integradora de nuestra condición como ser social… Ahí es donde me interesa poner el acento… a una visión que vaya más allá de la circunstancia contingente y “conveniente”… Una manera de hacer, en este caso un programa de radio, que sea un momento de reflexión y sobre todo de conexión… de personas, de ideas, de preocupaciones y de posibles maneras de vivir y de transformar la realidad. ¡¡¡Que aún es posible!!!
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Adriana Inés Prado