Editorial

Menos trabajo, más desocupación

Ante un contexto de máxima inestabilidad en la que no resistió ninguna zona de confort a raíz de una pandemia que se expandió, con mayor o menor fuerza, en todos los confines del mundo, las personas se debaten ante el temor a la peste pero también a las secuelas de la crisis económica asociada a las cuarentenas sucesivas dispuestas por los distintos gobiernos con el objetivo de desacelerar la curva de contagios. Excepto los más favorecidos por el sistema, claro que solo se ocupan de mantener su salud en buen estado pero que no tienen la preocupación de cómo alimentar una familia hasta fin de cada mes. 

No pocos argentinos han perdido su empleo, muchos como trabajadores en relación de dependencia y otros tanto como cuentapropistas que no han podido realizar tareas por la cuarentena primero y ahora por el ajuste de la economía que solo parece centrarse en cuestiones esenciales. Los indicadores socioeconómicos comienzan a alumbrar la magnitud de una crisis que parece iniciar una nueva fase, puesto que en la Argentina hace más de dos años que deambula en modo negativo, sin posibilidad de crecer más allá de algún brote verde en el sector agropecuario, al fin y al cabo el más competitivo entre las actividades productivas. 

La consultora Ecolatina reveló el fin de semana, en sus reportes periódicos, que la economía argentina acumuló una caída de 4,5% del PIB entre 2018 y 2019, pero fue una contracción que tuvo un impacto relativamente acotado en el empleo registrado: pese a que se destruyeron 4,5% de los puestos de trabajo asalariado privado formal, esto es algo así como 280 mil), el avance de los trabajadores monotributistas en un 3,4%, lo que representa 26 mil puestos nuevos, morigeró la pérdida de empleo formal que al final fue del 2%, es decir que destruyeron 240 mil puestos. No obstante, si sumamos a los trabajadores informales, la ecuación arroja un incremento en el empleo -aunque de menor calidad- durante dicho período, destaca en un ejercicio por no ver todo negativo. 

Además, la caída del salario real atenuó el ajuste vía cantidad de puestos de trabajo, pero también provocó el ingreso al mercado laboral de personas que buscaban compensar la pérdida de poder adquisitivo de las familias como un todo. La demanda de trabajo no pudo absorber a todos ellos, y el resultado fue que pese al incremento del empleo, también aumentó el desempleo, que pasó de 7,2% en el cierre de 2017 a casi 9% en el último trimestre de 2019. Aquella endeble situación de la economía argentina pre pandemia se agravó a partir de la irrupción del Covid-19. La destrucción de puestos de trabajo (registrados, cuentapropistas e informales) aceleró el incremento del desempleo y se profundizó la caída del poder adquisitivo de los trabajadores durante la primera parte de este año. Según datos del Ministerio de Trabajo, entre diciembre de 2019 y abril de 2020 se destruyeron el 2,5% del total de los empleos formales (-310 mil), superando la caída acumulada en 2018-2019. En este caso, el deterioro no estuvo liderado por los trabajadores asalariados privados registrados (-3,2%, -194 mil puestos), sino por autónomos (-5,2%) y monotributistas (-4%). Cabe recordar que los despidos del sector privado están prohibidos por decreto, algo que no abarca a los trabajadores independientes.

El reporte de Ecolatina remarca que en este contexto de prohibición de despidos, y donde muchos acuerdos paritarios contemplan reducciones de salarios nominales (suspensiones a cambio de estabilidad laboral), cabe preguntarse si el cierre de empresas fue importante para explicar parte de la destrucción de los puestos de trabajos privados. En este sentido, AFIP informó que durante el primer cuatrimestre del 2020 se “apagaron” casi 18.000 empresas, la mayoría con menos de 10 empleados, afectando a casi 40.000 trabajadores, un quinto de los casi 200.000 empleos asalariados privados formales perdidos. En tanto, pese a la ayuda estatal (ATP), la crisis del mercado laboral se habría agravado en los últimos meses, incluso en ausencia de un cierre masivo de establecimientos productivos. Se estima que los sectores no esenciales, la construcción y restaurantes y hoteles serán los más perjudicados en un contexto que también afecta a la industria y el comercio, rubros muy relevantes en términos de empleo formal.

En definitiva, la consultora calculó que la cuarentena ocasionaría una pérdida de 400 mil asalariados privados registrados. Asimismo, se estima que cerca de 1,5 millones de trabajadores no registrados habrían tenido dificultades serias para trabajar durante la cuarentena. Y si además se observan las complicaciones que tuvieron los trabajadores cuentapropistas (1 millón más), se puede afirmar que casi 3 millones de personas activas en el mercado laboral tuvieron problemas para mantener su empleo y/o nivel de ingresos durante la etapa más restrictiva de la cuarentena.

Por tanto, la arquitectura de las medidas que prepara el Gobierno para frenar la caída económica y sostener una recuperación debe tener la suficiente fortaleza para no fracasar en el intento. 








Autor: REDACCION

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