El tiempo dirá si la Argentina se encuentra, por estos días, ingresando a un nuevo nivel de la democracia, algo así como dejar la adolescencia en el pasado, también la escuela secundaria, y comenzar a madurar con seriedad como es necesario cuando se ingresa a la universidad con la intención de lograr el título en los tiempos que corresponden. Si bien en la sociedad la grieta todavía parece gozar de buena salud, lo que queda en evidencia claramente en las redes sociales, quizás los gestos políticos que ofrecen los líderes a través del presidente en ejercicio y el que está por asumir sean los disparadores para un cambio, para que más allá de las diferencias todos empujen en la misma dirección.
Se trata de darse una oportunidad. La foto, los saludos y las sonrisas entre el presidente saliente y el entrante, el domingo en la Basílica de Luján, es un excelente final del gobierno de Mauricio Macri y un muy buen comienzo del gestión de Alberto Fernández.
Si bien durante la campaña la batalla discursiva fue ácida por parte de los dos principales aspirantes a la victoria, una vez que se llevaron a cabo las elecciones generales del 27 de octubre el país ingresó a una transición normal pese a las distancias políticas entre unos y otros. De algún modo, es un recreo en el plano de la política porque, cabe admitir, que en el campo económico no hubo relajación alguna ya que la inflación siguió su curso, la crisis se mantiene insensible con todos y la pobreza no cede ni un solo centímetro sino que sigue sumando argentinos.
Incluso el presidente electo, Alberto Fernández, destacó que la transición "fue tranquila, no pasó nada y todos colaboraron" a la vez que puso en valor que Macri termine su mandato sin problemas. En este escenario de mayor convivencia democrática, lejos quedan los hechos de finales de 2015 en lo que fue un traspaso traumático en términos políticos, un retroceso para la república sin motivos serios sino apenas por caprichos sinsentido. Los diarios del mundo reflejaron el escándalo cuando la presidenta saliente y sus colaboradores insistieron que su mandato concluía el 10 de diciembre a las 24 y la negativa a participar en la asunción del nuevo mandatario. Aquella polémica, de cuatro años atrás, dejó en evidencia la debilidad de las instituciones en Argentina. Como contraste, la transición de estos días refleja un fortalecimiento de esas mismas instituciones.
Así las cosas, Macri no sólo logró ser el primer presidente no peronista que termina su mandato desde 1928 sino que también concreta una transición en paz, ordenada y conforme a Derecho tal como destacó la senadora nacional por Córdoba, Laura Rodríguez Machado en una reciente nota de opinión sobre lo que sucede en este traspaso. Con buen criterio, la legisladora subraya que esta modalidad de traspaso nos produce alivio frente al próximo cambio de Gobierno y también nos genera un deseo: esperamos que, en un futuro muy cercano, nadie recuerde el conflicto de las transiciones sino más bien sea moneda corriente la cooperación entre gobiernos salientes y entrantes, sin importar sus posturas políticas. Finalmente, consideró que todos anhelamos transiciones transparentes para siempre en Argentina como la que ocurrirá este 10 de diciembre y que las mismas sean una demostración de convivencia y de comportamiento democrático y generoso.
Tal vez el contexto enrarecido, violento en algunos casos, de los países de la región fue un motivo suficientemente robusto para que en la Argentina nadie busque ensanchar la grieta sino todo lo contrario, se buscó cuidar la democracia. La inestabilidad que experimentan países como Ecuador, Chile, Bolivia y, más recientemente, Colombia tuvieron como un efecto tranquilizador para nuestro país en el que nadie quiso encender chispa alguna sin tener certezas de que luego estaba en condiciones de controlar el fuego.
Si en las democracias mayormente estables de la región han comenzado procesos cuyo final todavía está por escribirse, por ejemplo en Chile o Bolivia, pocos querían arriesgar en la Argentina de iniciar un periplo de agitación sin certezas sobre cual sería el rumbo. En los países vecinos, el pueblo está furioso. Por caso en Ecuador, el detonante fue la eliminación del subsidio a los combustibles; en Chile, el aumento en la tarifa del metro; en Bolivia, la causa fue la insistencia del ex presidente Evo Morales de mantenerse en el poder; y en Colombia, fue la desigualdad y falta de oportunidades en general.
Si bien las protestas han perdido intensidad, las causas de la inestabilidad siguen sin resolverse.¿Cuál es el común denominador? La gente siente que sus gobiernos no actúan motivados por la defensa de los intereses del pueblo; ya sea porque los líderes de un país se han corrompido por una ideología que no funciona para nadie, excepto para aquellos que ostentan el poder (como sucede con los socialistas de Venezuela); o porque las políticas del gobierno solo han beneficiado a algunos, tal como los manifestantes en Chile le han dicho a gritos a todo el mundo.