Las
necesidades fiscales obligaron al gobierno a tratar de reducir el
déficit vía eliminación de subsidios y aumento de la presión
tributaria, pero el efecto fue demoledor sobre algunos sectores y
ahora se busca compensar en parte el impacto en el consumo,
achicando lo que los asalariados tributan por Ganancias.
Los desequilibrios económicos tratan de ser corregidos contra
reloj por el equipo de Axel Kicillof, pero la capacidad de
destrucción de las últimas medidas avanzan a una velocidad
demoledora, como ocurrió con el sector automotriz.
En el mercado creen que el gobierno está arrepentido de
haber subido los impuestos internos a los autos de alta gama.
No porque consideren que no correspondía, sino porque un error
de cálculo impidió prever que la suba provocada por el impuestazo
arrastraría a toda la cadena automotriz, inclusive los usados.
Una "tormenta perfecta" desencadenó el freno del sector más
dinámico de la economía en 2013: la combinación del alza
impositiva con la brusca caída en la demanda desde Brasil.
Así, el ritmo de caída de las ventas automotrices alcanzó el
mismo dinamismo que el aumento, y en pocas semanas se desbarrancó
lo que había costado años construir.
El problema mayor es que el supuesto error de cálculo derivó en
suspensiones y, en los últimos días, directamente en despidos en
autopartistas.
El escenario suena a inexplicable en un país que venía
creciendo a buen ritmo desde el 2003, y que salvo por la crisis
financiera mundial que repercutió en forma negativa sobre el 2009,
parecía destinado a mantener el ritmo de suba.
Sólo el rechazo que los cambios permanentes en las reglas de
juego genera en la inversión extranjera el estilo de gobierno
puede explicar, en parte, que se haya llegado a esta encrucijada.
¿CUAL CRECIMIENTO?
Con la corrección formulada en el cálculo del Producto Bruto,
la economía argentina creció 3 por ciento en el 2013, y el
panorama para este año arroja por ahora resultado negativo.
Ante la fuerte desaceleración de la economía, que se palpa en
las calles con comercios vacíos rematando mercaderías, y notorios
cierres de locales en las zonas metropolitanas como consecuencia
de la baja del consumo -las ventas minoristas cayeron 7,5% en
abril, según la CAME-, el gobierno busca ahora que al menos la
presión tributaria no impacte con tanta fuerza en los alicaídos
bolsillos de la gente.
Se espera que antes del medio aguinaldo de fines de junio, el
gobierno defina la suba del mínimo no imponible del impuesto a las
Ganancias, para que el Fisco no se termine llevando buena parte de
los aumentos logrados en paritarias.
El deterioro salarial y social es de alto impacto por la
devaluación y la política de ajuste, cuyo costado más duro se nota
en el tremendo incremento de los combustibles, que disparó los
precios a niveles que golpean con fuerza los bolsillos.
La receta ortodoxa de aumentar las tasas de interés para evitar
que continúe la caída de reservas y se siguiera disparando el
dólar blue tuvo el efecto deseado, pero frenó totalmente el
crédito destinado a la producción, e incluso llevó a muchas pymes
a dar marcha atrás con operaciones que ya estaban en marcha.
"A esa tasa ahora ese crédito yo no lo tomo", es la frase que
se repite a diario en los bancos y que parte de la boca de
empresarios pymes al borde de un ataque de nervios.
El costo que pagó la actividad económica por la devaluación y
la fuerte suba de la tasa de interés aún no se puede terminar de
dimensionar, pero se pagará en términos de nivel de actividad y,
lo que es aún más grave, añadirá un condimento explosivo a una
realidad social donde la marginalidad se convirtió en moneda
corriente en vastos sectores sociales.