El
impacto del ajuste empieza a provocar los primeros cimbronazos en
el equipo gobernante y una inquietante pregunta recorre los
pasillos del poder: quién pagará los costos políticos de las alzas
de tarifas, la inflación y los despidos.
Emerge claro que el presidente Mauricio Macri empezó a
replantearse la magnitud del guadañazo al gasto público cuando
comenzó a notar que erosionaba su imagen ante la opinión pública.
Así, ordenó retroceder algunos casilleros para atenuar el
fortísimo descontento que generan las medidas en vastos sectores
sociales.
El centro de las miradas pasó a ser el ministro de Energía,
Juan José Aranguren, quien diseñó el nuevo esquema de ajustes
tarifarios, con alzas que en ciertos casos llegaron a multiplicar
varias veces el costo del consumo en el caso del gas.
Tras afirmar ante un intendente que debía aplicar ese nivel
de ajuste con el fin de cumplir con lo que tenía proyectado "en
una planilla de Excel", Aranguren fue llamado al orden por el ala
más política del gabinete.
Tanto que en las últimas horas debió salir a desmentir su
renuncia, que se hubiese convertido en la primera baja del
gobierno a menos de seis meses de gestión.
Ante un escenario en ebullición, sobre todo en el sur del país,
el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, inició una frenética
ronda de llamados a gobernadores y jefes comunales con el fin de
recomponer el cuadro de situación.
Se recalcularon ajustes y aplicaron topes del 400% para los
ajustes residenciales, y del 500% para las Pymes.
Sigue siendo un aumento sideral pero algo más racional que lo
intentado en un principio.
Aranguren, quien reconoció errores, sostiene de todas maneras
que corregir una década de políticas inconsistentes demandará un
esfuerzo más que titánico a los argentinos.
El ministro considera que llevará "muchos años volver a
alcanzar el autoabastecimiento energético que las políticas
kirchneristas le hicieron perder a la Argentina".
Pero parece no haber un pensamiento único en el gabinete sobre
el camino que se debe emprender para alcanzar tamaño objetivo.
En los primeros meses Aranguren convenció a Macri de que debía
aplicarse una política más cercana al shock que al gradualismo.
El mismo camino se siguió para salir del cepo cambiario, con
una fortísima devaluación que sinceró el mercado pero aceleró una
inflación que ya venía al galope.
Ahora, el realismo político parece haber convencido al jefe de
Estado de que ante una situación social tan delicada como la que
heredó de Cristina Fernández, habrá que ir con mucho más cuidado a
la hora de incrementar la presión sobre los atribulados bolsillos
de los argentinos.
Por las dudas, apuró la difusión del informe "El estado del
Estado", una radiografía sobre el complejo cuadro que dice haber
encontrado su administración en estos primeros seis meses de
gobierno.
Allí, el gobierno dice haberse encontrado con un Estado
"desordenado y desorientado, que tenía los instrumentos de
navegación rotos".
Habrá que ver si el nuevo equipo de gobierno cuenta con la
brújula adecuada para poner proa hacia el modelo superador que
promete.