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Los violines de Cremona

Por Ing. Hugo N. Bruno*
Antonio Stradivarius fue tal vez el más ilustre de los lutieres que coexistieron en Cremona, en el norte de Italia, entre los siglos XVII y XVIII. No hacía mucho que Andrea Amati, fundador de la escuela y considerado el creador del violín en su forma actual, había muerto a raíz de una plaga de peste bubónica.
El único artesano con capacidad para fabricar instrumentos que había sobrevivido a aquella calamidad fue su nieto Nicolò Amati, de quien Stradivarius aprendió el oficio. Llegó un momento en el que el alumno superó al maestro, como suele suceder.
En 1683, Stradivarius se estableció por su cuenta en el mismo edificio que Amati, y no tardó mucho en adquirir la fama que aún preserva en nuestros días. Además del maestro, sólo Giuseppe Guarneri, también conocido como Guarneri del Gesù, se postuló como acreditado competidor. El apodo de “Guarnieri del Gesù” proviene pues grababa, en el interior de sus violines, un monograma de Cristo y una cruz.
Stradivarius tenía más de noventa años cuando murió en 1737. Solamente dos de sus hijos, se dedicaron al oficio: Francesco y Omobono. Sin embargo, estos no solo carecían del talento de su progenitor, sino que fallecieron poco después que él, al igual que Guarneri del Gesù quien falleció en 1744. La producción de instrumentos de extraordinaria calidad en la zona de Cremona terminó con ellos.
Los Amati, Guarneri y Stradivarius, así como el resto de artesanos de su época, no se preocuparon de dejar por escrito su método de fabricación. Probablemente, no eran conscientes del interés que éste despertaría en el futuro.
Desde hace tres siglos, Lutieres, químicos, físicos y especialistas trataron de desentrañar el misterio del irrepetible sonido de estos violines.
No pocos de los especialistas afirmaron que la receta del barniz de los Stradivarius la había formulado en secreto un alquimista. Esta teoría se mantuvo vigente hasta la primera mitad del siglo XX. Hoy sabemos que el barniz respondía a una finalidad puramente estética y protectora. También sabemos que un barniz no puede mejorar la sonoridad de un violín.
A mediados del siglo XX, el secreto de las propiedades de los Stradivarius recayó en su madera. Según algunos, la clave radicaba en que ésta procedía de castillos medievales y/o barcos hundidos. Más credibilidad mereció la teoría del uso de una madera crecida entre 1645 y 1715, un período muy gélido conocido como “Pequeña edad de hielo”. Durante ese período, los árboles de la zona alpina pudieron haber ralentizado su crecimiento. Como consecuencia, la madera habría adquirido una densidad muy baja y, por tanto, una sonoridad diferente. Pero el uso de esa madera específica se ha encontrado muy pocas veces en los violines salidos de Cremona.
Conforme ha avanzado la tecnología, se han sofisticado las investigaciones acerca de la singularidad de estos instrumentos. En 2005, científicos suecos se valieron de precisos modelos matemáticos para determinar qué forma debería tener la parte superior de un violín para lograr las mismas propiedades que un Stradivarius o Guarneri genuinos. Pero, tal como ellos mismos reconocieron, no se trataba tan solo de una cuestión de forma, sino también del material de construcción y la edad del instrumento.
En 2009 un Bioquímico de Texas aseguraba que los célebres artesanos habían tratado químicamente la madera. Entre los compuestos hallados en los instrumentos figura el bórax, que presuntamente habrían empleado entre 1700 y 1720 para neutralizar el daño de una plaga de insectos que afectó a los árboles de la zona de Cremona.
Dos años después, científicos de la Universidad de Minnesota presentaron la que, según ellos, era una copia exacta de uno de los violines Stradivarius. Con imágenes obtenidas mediante escaneo, le permitieron medir la densidad de la madera, determinar el tamaño y la forma de todas sus piezas.
Con esta información fabricaron el nuevo instrumento. Este método podría ayudar a muchos músicos a acceder a violines casi con la misma calidad acústica que un Stradivarius o Guarneri, pero mucho más económicos.
Por las mismas fechas, un profesor suizo sometió unas maderas a un tratamiento a base de hongos para recrear las condiciones biológicas de estos instrumentos. Concluyó que provocan un crecimiento esponjoso de la madera, y que gracias a ello el sonido penetra más rápido y es más armonioso.
Tres siglos después del nacimiento de los violines de Cremona, continúa la incansable búsqueda del secreto de su legendaria superioridad. El lutier catalán David Bagué dice: “La ciencia no lo es todo. Si con la tecnología actual todavía no hemos sido capaces de imitar un Stradivarius o Guarneri, es porque aquella mentalidad es irrepetible. Estos violines fueron grandes porque estaban inmersos en un proceso y en una época sociopolítica y cultural que dieron no solo grandes instrumentos, sino incomparables obras de arte”.
En 2012, la famosa violinista Ana M. Valderrama, tuvo en sus manos un Stradivarius y confiesa: “No sé cuánto hay de mito y de realidad, lo que sé es que nunca he tocado un violín tan extraordinario”. Agregó que “En la actualidad hay violines muy buenos, pero tener delante un Stradivarius es algo muy especial, pues en cuanto lo tomas y lo empiezas a tocar, el sonido es increíblemente rico”.
Mientras tanto, los intentos siguen…
Como dato de color podemos agregar que el violín preferido por Paganini era un Guarneri de 1743 que él mismo apodó como “il cannone” (el cañón) por su sonido melodioso y potente a la vez. El mismo Paganini lo donó al museo de Génova donde se encuentra actualmente dentro de una urna transparente que a su vez está dentro de una caja de seguridad. He visto un video que, cuando el violín es trasladado para algún concierto o exhibición, el operativo de seguridad es similar al del traslado de un presidente. Si lo pensamos bien, no todos ellos valen 20 millones de dólares…  

Autor: REDACCION

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