Editorial

Los números que alarman

Quedaron demasiado lejos aquellos días de marzo que determinaron la aplicación de la primera cuarentena en nuestro país a raíz de la llegada del Covid-19, la pandemia que venía de provocar dolor y muerte en varios países europeos.

Por entonces, los datos más preocupantes se registraban en Italia y España, además de otras naciones del Viejo Mundo.

Las víctimas se contaban por miles hace seis meses atrás, cuando la pandemia empezaba a dejar secuelas propias de la propagación de una enfermedad global, que no hace distinciones entre ricos y pobres.

Argentina, en esa época, relativizó los números, a tal punto que las propias autoridades llegaron a señalar que el virus iba a llegar después de un tiempo prudencial y después, cuando ya se conocieron los primeros casos en nuestro país, se escuchó decir que la situación estaba dominada.

Mientras tanto, crecía exponencialmente el número de contagios y muertes en Estados Unidos -que pasó a encabezar las tristes estadísticas- y Brasil.

Las cuarentenas, en este rincón del mundo, se fueron multiplicando, generando un malestar importante entre quienes veían reducidos sus ingresos a raíz del cierre de diferentes sectores productivos.

No alcanzaron las recomendaciones de los gobiernos nacionales, provinciales, municipales y comunales, porque la gente, en definitiva, en muchos casos no terminó acatando los protocolos sanitarios y los descontroles aumentaron la cantidad de casos.

Se dice, con buen criterio, que el argentino es transgresor por naturaleza y que es hijo del rigor. Eso quedó claramente demostrado en no pocas ocasiones y como consecuencia de esa falta de responsabilidad, hoy el flagelo se sigue disparando.

Los informes que se proporcionan diariamente superan todo lo previsible y en varias provincias, donde la circulación comunitaria es significativa, ya se han tomado medidas drásticas, con un retroceso en las fases.

Al margen de las discusiones y los enfrentamientos políticos, lamentablemente naturales en este tipo de circunstancias, la realidad es que hoy la cantidad de personas contagiadas en nuestro país lo llevaron a escalar hasta la décima ubicación en el mundo.

Un lugar que hasta poco tiempo atrás parecía impensado para Argentina, pero que hoy nos posiciona en una situación no deseada.

En ese ranking, que proporciona diariamente la prestigiosa Universidad John Hopkins de Estados Unidos y que nadie se atreve a desautorizar, superamos durante esta semana a Chile -tan cuestionado por su política sanitaria en su momento- e Irán, uno de los primeros grandes focos de contagio.

Incluso, hoy estamos por encima de algunos países europeos que fueron muy castigados durante la primera gran oleada de contagios, tales como Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania.

Sin embargo, en América Latina, además de Brasil, el segundo en el mundo, otros tres países superan nuestra línea: Perú, Colombia y México.

No es un dato menor, porque fuera de nuestro continente, hoy solamente otros cuatro países se ubican por arriba del nuestro: India (en la actualidad con la mayor cantidad de casos diarios), Rusia, Sudáfrica y España.

Cifras que deben tenerse en cuenta y que preocupan a tal punto que el discurso de la política y de los funcionarios de la salud cambió de manera radical tras conocerse los últimos informes, que ya no solamente se circunscriben a la angustiante situación que viene el AMBA, sino a lo que ocurre en varias provincias.

Como se reconoció a partir de la expansión del virus, el mismo se nacionalizó, con mayor fuerza en algunas regiones, pero abriendo interrogantes que no se planteaban hasta un tiempo reciente, en materia de capacidad sanitaria.

También en ese aspecto, los porcentajes siguen creciendo y si bien todavía el sistema no está en riesgo de colapsar, salvo algunos casos puntuales, es un llamado de atención.

El otro tema que merece una consideración especial es el relacionado con el personal de salud, que nunca se apartó de la primera línea y que hoy está virtualmente agotado.

Son los que están más expuestos y que si bien reciben muestras de solidaridad por su loable trabajo, luchan en inferioridad de condiciones ante el enemigo invisible que muchas veces es letal para ellos mismos.

También se dijo, en alguna oportunidad, que el coronavirus llegó para quedarse por un tiempo que nadie se atreve a precisar, al igual que la fecha que algunos de los laboratorios puedan lanzar al mercado la tan ansiada vacuna.

Por ahora, el tratamiento más efectivo es el aislamiento, pero no es tan sencillo poder cumplirlo en un país donde los marcadores económicos, en su gran mayoría, son desalentadores.

La recuperación, en ese aspecto, no tiene fecha de vencimiento, pero está claro que el plazo no será breve, a pesar del optimismo del Gobierno.

Autor: REDACCION

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