De la mano de la crisis económica y del escenario electoral en el que se refrescan las diferencias entre los unos y los otros, la grieta argentina, la maldita grieta con raíces en la historia lejana del país, volvió a ser más protagonista que nunca entre nosotros con discursos cada vez más radicalizados que asombran incluso por su extrema pirotecnia verbal. Esta brecha refleja una llamativa incapacidad para ponernos de acuerdo sobre qué modelo de país queremos y cual es el camino para llegar a destino. De tanto en tanto surgen convocatorias para avanzar en puntos básicos para consensuar políticas de Estado que se mantengan inalterables más allá de los cambios de gobierno, pero en ningún caso superan una instancia del diálogo y las fotos de rigor, por lo que poco y nada queda en el final de esos procesos vacíos de sustancia.
Y un lugar común en cada acto oficial por los aniversarios de la Patria, como el 25 de Mayo, se replican por aquí y por allá los llamados a la unidad nacional. Desde la Iglesia, los tedeum se convierten en cierta medida en una tribuna desde donde se hace un tirón de orejas a la política, a los dirigentes políticos y a los gobernantes por su falta de voluntad real para, simplemente, ponerse de acuerdo sobre las bases de la Argentina.
¿Qué puede ser tan complicado? Peor no nos puede ir de lo que ya nos fue, porque el país parece estancado en el mismo lugar como en un juego de mesa donde por momentos logra avanzar un par de casilleros pero después entra en una racha negativa que lo obliga a retroceder. Y entonces la sensación es que en nuestro querido pero bravo país la historia se repite cíclicamente, sin remedio. Lo sabemos de antemano pero no podemos, no queremos o no sabemos como evitarlo.
El sábado en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, el arzobispo porteño, Mario Poli, subrayó que es el momento de ir hacia un gran pacto nacional con mirada amplia y generosa, que no sea funcional ni coyuntural. Consideró que la alternancia en el poder ha sido una nota distintiva, aunque permanecen en el tiempo cuestiones de Estado sin resolver. Por eso se preguntó si no ¿es el momento de ir hacia un gran pacto nacional con mirada amplia y generosa, que no sea funcional ni coyuntural, dejando de lado mezquinos intereses sectoriales?. Se trata de una propuesta superadora de todo partidismo y fracción, con la conciencia de que la unidad prevalece sobre el conflicto, sostuvo.
Durante su homilía en el tedeum por el 25 de Mayo, el cardenal primado de la Argentina resaltó que debe hacer un gran pacto de honor capaz de una dirigencia que transmita esperanza objetiva al pueblo. En ese marco, subrayó que la realidad es más importante que la idea, el todo es más que la parte ante lo cual reclamó una propuesta que convoque a los principales actores de la política, que sean capaces de generar una cultura del encuentro con inteligencia, creatividad e imaginación, reunidos en una mesa de diálogo que acentúe las coincidencias y no tanto las diferencias. Planteado de esta manera no parece una misión imposible, pero la sensación es que siempre prevalecen los intereses particulares que sabotean cualquier acuerdo.
Poli recordó que su antecesor, Jorge Bergoglio ahora convertido en el Papa Francisco, decía que el poder sólo tiene sentido si está al servicio del bien común. Y respecto al año electoral, indicó que se habla de estrategias, armados, frentes, nuevos espacios con conocidos dirigentes y se quejó de que aparecen las empresas de sondeos que comunican y crean subjetividades, denostando y descalificando a las mujeres y hombres públicos de un lado y otro, sembrando dudas sobre su moralidad y capacidad para el cargo que aspiran. Impecable.
En el final Poli destacó que nos espera la ardua, desafiante y apasionante tarea de encontrarnos como hermanos para asumir la nación por construir, hay mucha gente que reza por la Patria y que la quiere bien. Y como rescatan las crónicas de las agencias de noticias, el jefe de Estado elevó una oración que bien podrían compartir, como punto de partida en la búsqueda de ese gran acuerdo nacional, todos y todas quienes están en la función pública o pretenden estarlo. "Señor, has de nosotros instrumentos de la Paz. Donde hay odio pongamos amor; donde hay ofensa pongamos perdón; donde hay discordia pongamos unión; donde hay duda pongamos fe; donde hay desesperación pongamos esperanza; donde hay tinieblas pongamos la luz", fue el mensaje contundente. El desafío es tratar de evitar que a las palabras se las lleve el viento y ponerse manos a la obra para hacer, todos juntos, una Argentina mejor que garantice una buena calidad de vida a sus 45 millones de habitantes.