Editorial

Los dramas de Cuba

Por este tiempo, el régimen de La Habana no puede ocultar su desesperación, a tal punto que está pretendiendo que Joe Biden, el presidente electo de Estados Unidos, cuando empiece a gobernar, le saque las castañas del fuego.

Es tan importante la crisis en la isla que definitivamente parece no tener fin y lo más preocupante es que seguirá agravándose en un futuro no demasiado lejano.

Las relaciones con Rusia tampoco son las mejores. Cuba no tiene dinero para pagarle a Moscú las obligaciones a las que se había comprometido tras la condonación de las nueve décimas partes de la deuda y en los últimos días se encargó de enviar a un comisionado para que le explique la mala nueva al gobierno de Vladimir Putin.

Cuba apeló a la excusa de la devastación que provocó el coronavirus, pero el argumento no es demasiado convincente.

Si bien puede admitirse que el problema coyuntural es la pandemia, el de fondo es el sistema, que evidentemente no funciona. Como nunca lo hizo en ninguna latitud, ni con cualquier tipo de líderes.

Si se trata de crecer e innovar, no hay sustituto para el sistema de propiedad privada y mercado. Los chinos y los vietnamitas lo han demostrado otra vez. Es cierto que no tienen regímenes democráticos y eso es una gran calamidad, pero al menos tienen desarrollo. Cuba, en cambio, no solo carece de desarrollo, sino también de libertades, pero además quiere que otros le financien el desaguisado.

China, mientras tanto, no debe ser considerada una fuente probable de ayuda, porque da toda la sensación que no parece interesada en irritar a Washington.

Además, por tratarse de un país muy viejo y con buena memoria, sabe que en el siglo XIX, el emperador del Celeste Imperio le escribió a los reyes de España preocupado por el rumor de que en la lejana Cuba, entonces colonia española, los nativos se habían comido, literalmente a un par de chinos. Comerse a un chino por la trenza no es una metáfora popular que denota hambre, sino una triste historia real.

Es poco factible que Biden muerda el anzuelo. Por lo pronto, tiene dos mensajes contradictorios sobre la mesa. Uno es el de John S. Kavulich, el más viejo de los lobistas pro Cuba en Estados Unidos, en el que veladamente le promete el oro y el moro si levanta el embargo y las sanciones impuestas por Trump. Simultáneamente, le propone quince nombres de otros tantos personajes de las finanzas o la política estadounidense para servir de embajadores en Cuba, que deben ser más negociadores que diplomáticos.

El otro es de William M. LeoGrande (American University) y Peter Kornbluh (National Security Archives), dos viejos procastristas. Fue publicado en "The Sun Sentinel", en el que desde el título le advierten al Presidente electo, que para la política hacia Cuba el dando y dando está condenado al fracaso.

Lo que quiere decir, es que olvide pedirle al gobierno cubano que abandone a Nicolás Maduro o moderación en su política exterior, porque no se puede tocar bajo ningún concepto el tema de la soberanía cubana.

En realidad, Joe Biden no tiene que tomar una decisión precipitada en el tema cubano. Tiene todo el tiempo del mundo para ver cómo evolucionan las cosas. El régimen cubano es el que necesita desesperadamente a Estados Unidos y no al revés. Estados Unidos puede sentarse a esperar y tener en consideración varios asuntos muy notables.

Hoy, la situación en Cuba no es la misma que en diciembre de 2014, cuando se reanudaron las relaciones entre los dos países, durante la presidencia de Barack Obama. Y mucho menos en el año 2016, cuando Obama viajó a La Habana y pronunció un formidable discurso, generando un ataque virulento del castrismo.

También debe señalarse que en política exterior no todo lo que hizo Donald Trump estuvo equivocado. Fue correcto revisar el tratado con Irán, organizar el respaldo internacional a la oposición democrática venezolana y mantener a distancia la relación con Cuba.

De la misma manera, castigar a los corruptos y a los violadores de los Derechos Humanos con sanciones personales tiene un amplio respaldo en todo el mundo.

Al fin y al cabo, se iniciaron con Bill Clinton, siguieron George W. Bush y Barack Obama, para fortalecerse con Trump.

Hoy se debe aceptar como legítimo que Biden trate de conquistar para el Partido Demócrata el Estado de Florida en las próximas elecciones con sus 29 votos electorales. Los hispanos son un tercio de los votos en Florida. Es difícil que eso se pueda lograr sin el respaldo cubano, venezolano y nicaragüense.

Diez presidentes antes que el ahora electo lo intentaron, incluso el demócrata Jimmy Carter, que le propuso al régimen cubano abandonar Africa a cambio del levantamiento del embargo. Pero en ese momento estaba vivo y mandaba Fidel Castro, el más tenaz de los gobernantes antiamericanos.

Autor: REDACCION

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web