Editorial

Los crucificados del presente

Al observar la realidad cotidiana de la Argentina que nos toca vivir en este tiempo, el mensaje del Papa Francisco para esta Semana Santa y en especial durante el tradicional rezo del vía crucis en el Coliseo Romano adquiere un sentido pleno, absoluto. Es que a lo largo de las 14 estaciones, se hizo visible el drama de las víctimas de trata, los menores mercantilizados, las mujeres forzadas a prostituirse y los migrantes. 

Bajo el concepto "los nuevos crucificados de hoy", las meditaciones preparadas por la misionera de la Consolata Sor Eugenia Bonetti, el camino de Jesús estuvo centrado en reflexiones sobre aquellos que no están del lado de los ganadores de la sociedad contemporánea. El objetivo de este recorrido en Roma fue viajar "junto con todos los pobres, los excluidos de la sociedad y los nuevos crucificados de la historia de hoy, víctimas de nuestros cierres, poderes y legislaciones, ceguera y egoísmo, pero sobre todo de nuestros corazones endurecidos por la indiferencia". En la primera estación, la figura de Poncio Pilato inspiró la oración "por los responsables, para que escuchen el grito de los pobres" y "de todos aquellos jóvenes que, de diversas maneras, son condenados a muerte por la indiferencia generada por políticas exclusivas y egoístas". En la Argentina de hoy sobran los ejemplos de Poncio Pilato. Los más de 13 millones de pobres con las consecuencias de gobernantes que por años no han podido o no han querido poner en marcha políticas públicas direccionadas a alcanzar un país desarrollado con equidad. 

En Francia, los chalecos amarillos también se presentan como excluidos de una sociedad que los margina, que los empuja a trabajos con salarios que no les permiten cubrir necesidades básicas mientras, cuando aparece una tragedia cultural como el incendio a la catedral de Notre Dame, aparecen espontáneamente millones y millones de euros para solventar la reconstrucción de la iglesia. Indigna que esos multimillonarios aparezcan ahora pero no cuando el hambre cruje y retuerce las tripas de la panza de millones de niños. 

De lo que se vio en este Viernes Santo en Roma, quedó en evidencia que en Jesús que toma la cruz está la invitación a reconocer "los nuevos crucificados de hoy: los sin techo, los jóvenes sin esperanza, sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrantes obligados a vivir en chabolas al margen de nuestra sociedad, después de haber enfrentado sufrimientos sin precedentes". Pero el pensamiento se dirigió también a los niños "discriminados por su origen, el color de su piel o su clase social".

Cómo reconocer quién está necesitado constituye un desafío del momento. Al respecto, sor Eugenia Bonetti dijo que "desgraciadamente, muchas veces hoy ya no sabemos reconocer quién está necesitado, quién está herido y humillado y a menudo reivindicamos nuestros derechos e intereses, pero olvidamos los de los pobres y los últimos de la fila". Y se plantea cómo no ver en el vía crucis a los muchos niños, en diversas partes del mundo, que no pueden ir a la escuela, "explotados en minas, campos, en la pesca, vendidos y comprados por traficantes de carne humana, para trasplantes de órganos, así como utilizados y explotados... por muchos, incluso cristianos". Son menores "privados del derecho a una infancia feliz", criaturas utilizadas “como mercancías baratas, vendidas y compradas a voluntad" se advirtió en el vía crucis romano. 

En el centro de las meditaciones de la Hermana Eugenia Bonetti, que lucha desde hace años contra el tráfico de seres humanos, hay migrantes y víctimas de la trata. De ahí, su llamado a "crecer en la conciencia de que todos somos responsables del problema" y de que todos podemos y debemos ser parte de la solución.

Las mujeres víctimas de la cultura del descarte, otro de los males de la época, quedó al descubierto en la novena estación. Cuando Jesús cae por tercera vez "exhausto y humillado bajo el peso de la cruz" evoca también a la humillación y cansancio de "tantas jóvenes, forzadas a salir a la calle por grupos de traficantes de esclavos, jóvenes que no soportan el esfuerzo y la humillación de ver su joven cuerpo manipulado, abusado, destruido, junto con sus sueños". 

Otro eje de este vía crucis giró en torno a un mundo en el que todo se compra, todo tiene su precio. La imagen del cuerpo despojado de Cristo, comparable a la de los menores, objeto de la compraventa, nos permite reflexionar sobre los ídolos de todos los tiempos: el dinero, la riqueza y el poder que han hecho que todo sea comprable.

En el final del vía crucis, ante una multitud reunida en el Coliseo, el papa Francisco pidió al señor Jesús que nos ayude a ver en tu cruz todas las cruces del mundo: la cruz de la gente que tiene hambre de pan y de amor, la cruz de los solitarios y abandonados, incluso por sus propios hijos y parientes, la cruz de personas sedientas de justicia y paz, la cruz de la gente que no tiene el consuelo de la fe”.




 

Autor: REDACCION

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