Aunque ya habituados, pues desde hace tiempo se reiteraron estos informes sobre la pobreza y en especial donde más duelen, como en los jóvenes y ancianos, cada vez que aparece algún nuevo dato logra conmover. Es que no puede ser de otra manera, como en este caso más reciente, en que el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, de la Universidad Católica Argentina, incrementó las cifras de pobreza que alcanzan directamente a los más jóvenes, ya que en base a un análisis que considera el acceso insuficiente de las familias para cubrir necesidades elementales como alimentación, vivienda, salud, saneamiento o educación, la pobreza entre niños y adolescentes entre 0 a 17 años llega al 58,7%. Es decir, que más allá de porcentajes fríos, se trata nada menos que de 7,6 millones de chicos.
Este informe acrecienta notablemente el que había dado el INDEC sobre la segunda mitad del año 2016, cuando dijo que los menores de 14 años en situación de pobreza eran 45,8%, ya que en sus respectivos hogares no se contaba con ingresos suficientes para cubrir las necesidades básicas.
La pobreza es un flagelo cruel, pues no sólo somete a los niños y adolescentes a una desprotección muy amplia, sino que también a toda clase de vulnerabilidades, como nutricionales, habitacionales, violencia, explotación, accidentes, enfermedades, como así también la carencia de estimulación emocional, intelectual y social. Es decir, no vislumbran posibilidades de progreso ni movilidad social, siendo parte de varias generaciones que han crecido en la extrema pobreza, viviendo de las changas y el asistencialismo, absolutamente alejados de la cultura del trabajo, todo lo cual profundiza el mal.
De acuerdo con la UCA, hubo una mejoría con relación a 2010 cuando los jóvenes afectados eran el 63,7%, bajando a 58,7% en 2015 y manteniéndose así durante el año pasado, con lo cual queda desvirtuado lo de la inclusión y distribución de la riqueza como premisas del anterior gobierno kirchnerista. Es que, durante aquella gestión y con ingresos como nunca antes los hubo, la pobreza era aún mayor que ahora. Y además, la pobreza en carencias que se consideran graves, porque sus consecuencias son de difícil reversión, también se redujo del 23,8% en 2010 al 14,8% en 2016.
Cuando se analiza por estratos sociales, puede verse con bastante contundencia la situación regresiva para los sectores sociales con una integración ocupacional muy precaria e informal, de menor calificación de calidad en comparación con los estratos medios. Las brechas de desigualdad fueron acentuándose cada vez más entre 2010 y 2016, como así también entre los chicos de las villas y aquellos de centros urbanos formales.
Tomando franjas etarias, la mayor privación de derechos aparece entre los comprendidos entre 13 y 17 años, consecuencia directa de la muy alta tasa de no escolarización, siendo este uno de los déficit realmente importantes, ya que luego de esta adolescencia sin educación el destino es incierto, al resultar esquivo el ingreso al mercado laboral, apareciendo frente a ellos un escenario donde la delincuencia y la droga son campos propicios. En cambio en los niños menores de 4 años se registra un alto índice de escolarización debido al nivel inicial obligatorio, teniendo también importancia la escuela al convertirse en un sitio para dejar a los chicos bajo guarda.
Este informe de la UCA reconoce también que los chicos de hogares que reciben transferencia de ingresos -cualquiera sean los subsidios y planes- han podido enfrentar mejor a la pobreza, aunque sin salir de la misma, resultando de todos modos un positivo indicador, pero no siendo en cambio la solución integral, la cual debe estar sustentada no en el asistencialismo sino en el trabajo y la mejoría de las condiciones socio económicas.
Donde aparecen los mayores índices de pobreza infantil multidimensional es en el Conurbano bonaerense con el 70,9%, índice de 2016 que no refleja ninguna mejoría respecto a 2010 cuando era de 71%, aunque llegando al pico máximo en 2012 con 72,9%, bajando a 69,5% en 2015 y volviendo a subir al citado nivel en 2016. Eso en cuanto a los chicos, ya que entre los adultos el Gran Buenos Aires tiene 34,6% de pobreza con 4.090.129 pobres y 883.875 indigentes.