El impacto de la pandemia en el mundo del trabajo todavía se está midiendo pero, de lo que no cabe duda, es que es de gran magnitud. Además, las transformaciones se encuentran en pleno desarrollo, somos testigos y a la vez protagonistas de este proceso tan acelerado como forzado, por lo que todavía es prematuro conocer la profundidad del cambio. En la Argentina, por ejemplo, de un día para el otro se discutió y se aprobó en el Congreso una ley para regular el teletrabajo con el objetivo de poner orden en las relaciones laborales. Es que si bien se trata de una modalidad que ya era emergente, el coronavirus y las medidas adoptadas por los gobiernos para restringir la circulación como única defensa para reducir la tasa de contagios hizo el resto.
Hay trabajadores esenciales que nunca se despegaron de sus obligaciones laborales, aunque como todos han tenido que incorporar y darle forma de hábitos a las medidas de bioseguridad dispuestas en los protocolos, que tienen como lugar común el uso del barbijo y mantener la distancia social y después hay especificidades según las características de la actividad que cumplen.
Asimismo, hay actividades que se suspenden y se habilitan por ciclos en función de la realidad epidemiológica, entre ellas las gastronómicas y el comercio, lo que genera una enorme pérdida de ingresos que se traduce en cierre de empresas y la correspondiente caída del empleo sectorial. También está el caso de los trabajadores considerados de riesgo por tener más de 60 años y han tenido el beneficio de la dispensa. Y en el caso de empleados públicos de cualquier nivel del Estado ha disfrutado de una legislación más flexible e incluso no han tenido que concurrir a sus habituales lugares de tareas para quedarse a cuidar a sus hijos en sus viviendas.
El home office tiene evaluaciones que contrastan según cada caso. Las personas que viven sola o en pareja que cuentan con un hogar cómodo, con acceso a una internet de calidad y cuentan con computadoras bien equipadas no han tenido mayores inconvenientes y recibieron con satisfacción las decisiones que les permitieron desarrollar sus actividades sin trasladarse a la oficina o la empresa. Pero en el caso de aquella docente o trabajador que debió y debe trabajar desde la casa que comparten con sus hijos y que deben hacer lo imposible para recrear un ambiente confortable y silencioso para dar clases, la respuesta seguramente es que el teletrabajo no ha sido su mejor momento.
Desde un análisis ligado a la política de recursos humanos, inicialmente se destacó las bondades del teletrabajo. En algunos sectores llegó para quedarse y sin duda que ese modelo permanecerá más allá de la pandemia, pero en otros se enfatiza que afecta la calidad de trabajo en equipo. Es decir, aquellas empresas que hallan una fortaleza en la dinámica de los grupos que comparten un espacio laboral sienten que transitan un tiempo de emergencia al que se han adaptado -no tenían alternativa- pero que ansían volver al modelo anterior.
A pesar de que esos cambios se están produciendo, también se suceden en la actualidad estudios para monitorearlos. Por caso, un índice difundido por la Fundación Libertad y Progreso señala que la "calidad de vida" de los trabajadores mejoró 2,4% en febrero respecto de enero, pero empeoró 9% comparada con igual mes del 2020. La economista de la entidad Natalia Motyl recordó que según los datos del INDEC el último año dejó a más de 4 de cada 10 argentinos en la pobreza. Y que las malas decisiones en materia de política económica llevadas adelante por el gobierno afectó enormemente a la calidad de vida de los argentinos. Y que no hay respuesta por parte de la política para mejorar el futuro. Hasta que no haya un horizonte claro de un programa económico que mejore las oportunidad en el mercado laboral con una modernización de las regulaciones y las condiciones, muy difícilmente veamos una mejoría sustancial en algún momento, sostiene el informe. Si compara febrero con octubre del 2017, momento en que se registró la mayor recuperación de los salarios antes de la crisis de 2018, se observa una corrosión de más de 23 puntos porcentuales.
En Argentina, durante el primer año de crisis sanitaria el empleo registrado cayó 1%, lo que significó una pérdida de unos 125 mil puestos de trabajo entre febrero del año pasado y marzo último, según el Ministerio de Trabajo. Construcción y turismo fueron los sectores que más se achicaron.
Así las cosas, el país enfrenta el desafío de crear las condiciones para favorecer la inversión y la creación de empleo. Hasta que eso no suceda, el mercado laboral será vulnerable y la desocupación un problema crónico junto a su inseparable fenómeno, el de la pobreza.