Deportes

Leopoldo Luque: el campeón que le ganó al dolor en Argentina '78

Leopoldo Jacinto Luque fue uno de los estandartes de aquel plantel que le otorgó el primer título mundial a nuestro fútbol, justamente en Argentina, ante un desbordado estadio "Monumental", en aquella recordada tarde del 25 de junio de 1978, una fecha que sigue grabada a fuego en la memoria colectiva de los amantes del deporte más popular en este rincón del planeta.

El santafesino fue protagonista de una situación dramática en aquella Copa del Mundo, en la que el "Pulpo" fue uno de los preferidos del entrenador César Luis Menotti, que le otorgó la titularidad en el debut frente a Hungría y que se la ratificó contra Francia, en un partido que marcó un quiebre en la actuación de Luque en Argentina '78.

Aquella noche, contra los galos, fue el héroe del seleccionado, al conseguir el gol de la victoria con un remate fulminante que se terminó sacudiendo la red del arco sw Dominique Baratelli, que había ingresado un rato antes para sustituir al lesionado Jean-Paul Bertrand.

Fue el 2 a 1 que clasificó anticipadamente a nuestro representativo a la siguiente fase, que tras la posterior derrota del local ante Italia, lo mandaría al conjunto "albiceleste" a jugar en Rosario.

Luque elevó sus brazos al cielo en un festejo compartido por "25 millones de argentinos", como decía el estribillo de aquella canción que esos tiempos entonábamos todos los argentinos.

Por la mente del santafesino, no se le cruzaba otra idea que no fuese la de avanzar hacia un objetivo que se había juramentado, como todos los integrantes de ese grupo de hombres que dejarían todo en un campo de juego, para otorgarle su primera estrella mundialista a nuestra selección.

Luego de la felicidad por aquel triunfo y de su segundo gol en el estadio de River Plate, tras el que había marcado en el debut frente a Hungría, el drama golpearía a la puerta de "Leo" en la concentración argentina al día siguiente.

La muerte de su hermano Oscar, en un accidente en la ruta, mientras viajaba con destino a Buenos Aires para asistir al segundo compromiso del equipo nacional, desplomó al futbolista, que luego de conocer la noticia se trasladó hacia Santa Fe, la ciudad que lo vio nacer, para realizar él mismo los trámites inherentes al sepelio de la persona que más quería.

Después de haber terminado con una luxación en un codo el partido contra los franceses, Leopoldo pensó en retirarse del certamen que tanto había añorado jugar con la casaca "albiceleste".

No estuvo en el cierre de la fase de grupos, frente a la respetada Italia, en el único revés del local y tampoco faltó al compromiso que marcó el inicio de la segunda ronda, contra Polonia, en un encuentro memorable, donde Mario Kempes marcó los dos goles de la victoria y evitó el de los europeos con un manotazo sobre la línea, para que después, el inconmensurable Ubaldo Fillol le cierre el arco al penal ejecutado por el talentoso Kazimierz Deyna.

Menotti, con el mensaje fraternal le dirigió a sus muchachos en todas las charlas técnicas y motivacionales, lo convenció al "gladiador" argentino, que estuvo de regreso ante Brasil, un rival temible en el "Gigante" de Arroyito, en un partido que terminó sin goles, con otra superlativa labor cumplida por el "Pato". No se lo vio cómodo a Luque, que completó un juego apenas discreto, al igual que la mayoría de sus compañeros.

Después, llegaría el controvertido partido y la goleada impostergable frente a Perú, con dos tantos del recuperado "Leo", para acceder a la instancia soñada, en la que debería medirse con la poderosa Holanda.

Luque formó parte de una línea de ataque desequilibrante, junto a Daniel Bertoni y Oscar Ortíz -dos verdaderos 'wines', abriendo la cancha, a quienes se sumaba la llegada, como una tromba, de Mario Kempes, arrancando desde unos metros más atrás.

La final estuvo cargada de dramatismo, pero aquella tarde, en un "Monumental" repleto, con más de 70.000 almas gritando por el equipo del "Flaco", aquel grupo hizo realidad su sueño. Daniel Passarella, el "gran capitán", terminó levantando la Copa del Mundo, la primera en la historia del fútbol de Argentina.

Leopoldo Luque, había tenido que pagar un costo demasiado elevado a lo largo de un camino donde las espinas lo fueron templando, en un mes de junio que después de tanto dolor le permitió cosechar una rosa ese domingo 25 junio de 1978.


EN ESTA CIUDAD

Ya retirado como futbolista, Luque estuvo en Rafaela, invitado por la dirigencia del Club 9 de Julio, que le había manifestado su intención de llegar a un acuerdo para dirigir a su plantel superior.

Luego de reunirse las partes en la secretaría de la institución, este periodista tuvo oportunidad de dialogar con el protagonista de esta historia, en un registro que hoy queremos compartir.


- Sé que recibiste un ofrecimiento de la institución.

- Sí, me comentaron que tenían un proyecto interesante en el fútbol, no solo a nivel del plantel superior, sino también de las divisiones inferiores; en realidad es algo integral y de mi agrado, pero recién tuvimos la primera charla y la idea es volver a conversar.


- ¿Qué estás haciendo en este momento?

- Trabajando con chicos, en un programa de la Secretaría de Deportes de la provincia de Mendoza; es algo muy lindo y estoy muy entusiasmado, porque creo tener la experiencia suficiente como para transmitirle algo de la que pude aprender en mi etapa como futbolista profesional.


- ¿Qué balance hacés a esta altura de tu vida de lo que te dio el fútbol?

- Es positivo, realmente, porque logré cosas que jamás hubiese pensado. Uno sueña con llegar lo más lejos posible, es algo lógico que eso suceda, pero en mi caso, pude superar todas mis expectativas. Debutar en mi club, Unión, donde pude alcanzar el ascenso en 1974; hacerlo al año siguiente en Primera División, en aquel equipo del "Toto" Lorenzo (Juan Carlos) y pasar esa misma temporada a River; fueron sensaciones muy lindas, que se dieron en pocos meses.


- ¿La "vidriera" fue diferente cuando llegaste a River?

- Sí, pero el compromiso también era más grande; llegué para reemplazar a un goleador que era muy querido por los hinchas, porque ese año "El Puma" Morete (Carlos) se había ido a Las Palmas de España; no era fácil para mí, que solamente había jugado algunos partidos en el Metropolitano del '75, pero me pude adaptar rápido a un club en el que estás obligado a pelear siempre por el campeonato; ese mismo año ganamos el Nacional, con un técnico que muy inteligente como Don Angel (Labruna).


- ¿Viviste tus mejores años en el "millonario"?

- Sin duda, la gente me quería muchísimo y por mis actuaciones en River, me llamó César (Menotti) para formar parte del seleccionado, por primera vez en 1975; todo se dio en un abrir y cerrar de ojos; no lo podía creer, en poco más de un año, había pasado del ascenso a la selección argentina.


- ¿Como encararon el gran desafío del Mundial '78?

- Trabajamos durante varios meses y la unión fue la gran virtud de aquel grupo, porque todos queríamos darle una gran alegría al pueblo argentino y a nosotros mismos; el día más difícil a lo largo de esa preparación interminable fue cuando César anunció el último corte y se quedaron afuera Diego (Maradona), "Lito" (Víctor Bottaniz) y Bravo (Humberto).


- ¿Qué sentiste cuando entraste a la cancha para debutar contra Hungría?

- Es difícil, casi imposible de explicar; era una mezcla de ansiedad y de miedo también, porque sabíamos que no había ningún margen para el error; nuestro grupo era muy complicado y estábamos obligados a ganar el partido contra los húngaros, porque después teníamos a Francia e Italia; no nos regalaron nada y pudimos derrotarlos con lo justo; eso nos dio algo de tranquilidad, pero todos éramos conscientes que los siguientes rivales iban a ser más exigentes.


- Otra vez un triunfo ajustado contra Francia y la clasificación asegurada. Eso, imagino, le dio una gran cuota de tranquilidad.

- Seguro, pero tampoco fue sencillo, pero al final pudimos alcanzar el primer objetivo; tuve la suerte de marcar el gol de la victoria en uno de los días más tristes de mi vida, por el fallecimiento de mi hermano Oscar en un accidente, cuando venía desde Santa Fe para verme jugar; me lo dijeron al día siguiente, en la concentración; con el permiso de César viajé a mi ciudad y durante el camino y los días siguientes, pensé que el Mundial se había terminado para mí.


- Fue durísimo el golpe... y también el hecho de verlo desde afuera.

- No se puede describir lo que uno siente en un momento como ése; el dolor es tan grande, que uno no piensa en otra cosa que en la familia; pero con el apoyo de César y de todos mis compañeros me reintegré a la selección, después de no haber jugado con Italia en Buenos Aires y con Polonia en Rosario.


- Volviste nada menos que contra Brasil, el rival histórico de Argentina.

- César me respetó la titularidad y jugué esa noche en Rosario; me sentí extraño por todo lo que había pasado y no hice un buen partido; lo más importante era que con el empate dependíamos de nosotros en el cierre del grupo contra Perú.


- Se habló mucho de aquel 6 a 0.

- Y lamentablemente se va a seguir hablando, porque es algo muy propio de los argentinos. Te puedo asegurar que Perú salió a jugar con su estilo de siempre; cuando estábamos cero a cero, Muñante (Juan José) pegó un tiro en el palo, que no hubiese golpeado muchísimo en lo anímico, pero después que conseguimos marcar el primero el trámite se hizo muy favorable para nosotros y clasificamos a la final.


- ¿Holanda era el rival más duro al que podrían enfrentar?

- Ni hablar, ellos practicaban un juego diferente a todos y no por casualidad le decían la "Naranja Mecánica"; venían trabajando desde hace mucho tiempo con la misma táctica y lo hacían con una simpleza asombrosa; pero ellos también nos respetaban.


- ¿Cómo resumirías esa final?

- Fue vibrante y muy dramática; sacamos ventaja con el gol de Mario (Kempes) y cuando los teníamos bastante controlados nos empató el gigante Nanninga (Dick) con un cabezazo; sobre el final, si entra el remate de Rensenbrink (Rob), que pegó en el palo, se hubiese terminado la historia y hoy estaríamos hablando de otra cosa. Después, en el alargue, creo que fuimos superiores y ganamos con justicia, con los goles de Daniel (Bertoni) y el último de Mario. Ese día hicimos realidad el sueño de 25 millones de argentinos, que festejaron como nosotros, porque ese campeonato lo ganamos entre todos.

Autor: Víctor Hugo Fux

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web