Editorial

Lechería en peligro

La lechería viene a los tumbos desde hace mucho tiempo, seguramente demasiado para resistir de pie, habiéndose profundizado su mal cuando en abril de 2016 las grandes e inéditas inundaciones agudizaron las complicaciones al máximo, comenzando el cierre de tambos. En ese entonces, desaparecieron en todo el país 460 de dichos establecimientos, el 4% del total de 11.500 que había por entonces.

La mayor parte de los tambos que quedaron en el camino fueron aquellos de escala menor, es decir, hasta una producción diaria de 2.500 litros, lo cual los dejaba con un margen financiero mucho más acotado para enfrentar las adversidades del clima, que obligaron a la compra de alimentación, en tanto se reducía notablemente la producción. Un combo realmente explosivo, que muchos no pudieron sostener.

Ahora, cuando todavía se sienten los efectos negativos de lo sucedido el año anterior, y además dentro del tembladeral que es la explotación lechera en su conjunto, con desequilibrios muy importantes, se suman estas nuevas inundaciones, constituyendo para muchos un nuevo durísimo golpe, casi imposible de soportar. Otra vez se están sumando nuevos tamos a la lista de desapariciones, varios de ellos aquí en la zona, es decir, en la cuenca lechera más importante de Sudamérica.

La mayoría de estos establecimientos, afectados por las nuevas inundaciones, redujo su producción de manera notable, casi en todos los casos debiéndose hablar por mitades, con lo cual en igual proporción se redujeron sus ingresos, en tanto a la par se elevan sus gastos tratando de sostener su plantel y sus instalaciones, afectadas de manera muy importante.

Tantos y tan repetidos han sido los golpes sufridos por los tamberos, que debe admitirse la fortaleza, el sacrificio y el fortísimo sentido de pertenencia que tienen para haber soportado tanta adversidad estos años, en medio de una situación del sector de por si muy complicada, a la cual se ha tratado sólo de emparchar, nunca de solucionar de manera integral y sustentable como debería haber sido. Siempre empujar hacia adelante los problemas, y por lo tanto postergar sus soluciones, parece ser el camino elegido. Y mientras tanto, el sector sigue desmembrándose y retrocediendo en su producción, lo cual queda expuesto con claridad en las estadísticas.

En todo 2016 la producción lechera se redujo un 10%, pues en 2015 se habían logrado 11.313 millones de litros, en tanto en 2016 se bajó a 10.182 millones, significando una pérdida de 1.131 millones de litros. El solo hecho de estancarse, en un mundo competitivo como el actual y además tan demandante de alimentos, es de por si retroceder, no resultando demasiado complicado suponer lo que ocurre si en realidad se resigna producción como nos está sucediendo. Y además, como frutilla del postre, sin vislumbrar soluciones a la vista.

El precio de la leche en tambo, que fue mejorando está en 4,50 pesos pero sigue sin alcanzar para tener rentabilidad, siempre corriendo por detrás de la inflación y de los insumos. Debe tenerse en cuenta el vaivén internacional del precio de la leche en polvo, que años atrás estuvo en 1.700 dólares la tonelada, paso a los 5.000 en los años del kirchnerismo, pero el dinero de ganancia quedó para las arcas fiscales por las trabas impuestas desde el gobierno, y ahora está volviendo a los 3.800 dólares.

El negocio hace algunas décadas que viene a los tumbos, al igual que el cierre de tambos, ya que en la década del 80 había 30.000 explotaciones y ahora quedan sólo 11.000, los números cantan.

Aquí en nuestra región, el reclamo mayor está orientado hacia los gobiernos provinciales, que siempre diagnostican, prometen y dicen cuáles son las soluciones para evitar las inundaciones, pero las obras quedan siempre demoradas. Una vez que las aguas empiezan a escurrirse, la realización de canalizaciones prometida, va quedando para otra vez, descuidándose de tal manera al extremo una de las producciones centrales de toda esta zona centro de la provincia de Santa Fe, la más importante cuenca lechera sudamericana, aunque no se sabe hasta cuándo.

Autor: Redacción

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