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Laura Wittner y su nuevo libro "Se vive y se traduce"

"Se vive y se traduce" se titula el último libro de Laura Wittner, en el que ensambla una escritura fragmentaria sobre la traducción literaria y piensa en la vida mientras se traduce, o sobre la traducción mientras se vive, porque la traducción -ese mecanismo de traspaso que eligió como oficio y combina con su escritura poética- se empapa del encuentro y la entrega con un otro, una entrega que exige libertad y arbitrariedad, incluso sacrificio, dolor y un procedimiento continuo de buscar "palabritas" y texturas en el deseo y el trabajo de acceder a la intimidad de un lenguaje que es ajeno pero que también deviene propio.
"Traducir es meterse dentro de alguien. Hacerle un lugar, también, para que se meta dentro nuestro", escribe Wittner en una de las anotaciones que se aúnan en este libro editado por Entropía en la colección apostillas. Mucho antes dice "traducir es pensar en una", más tarde anotará "traducir es ir pegado a la espalda de alguien". En otro momento: "Traducir es hermoso. / Traducir es horrible./ Traducir es desesperante". Como la vida, la traducción no es una proeza utópica y no está ajena a las condiciones materiales, a la tristeza por la enfermedad terminal de un padre - a quien la autora dedica el libro-, al entusiasmo que genera la fascinación de un texto, al dolor del cuerpo, al tiempo -o a la falta-, al diálogo con otros, al trabajo colectivo que supone la pregunta por la traducción. 
Además de traducir, Laura Wittner escribe. Es autora de los libros de poesía "Lugares donde una no está" y "Traducción de la ruta" y para infancias publicó "Mi tortugo" y "Justo antes de dormir", entre otros. En éste, su último libro, ensaya esas teorías como dice Zaidenwerg, que son reflexiones sobre el oficio, como cuando asegura, por ejemplo, que la traducción literaria es un quehacer artístico o exige con la misma dosis de esperanza exclamativa que resignación que para traducir antes hay que viajar al encuentro con ese paisaje que a otro embebió. 
Decís que "la traducción es siempre el nudo de un problema" ¿traducir es animarse a habitar las tensiones?
Sí, es animarse y es meterse de cabeza en ese nudo y en esas tensiones: tocar, girar, tironear. Y después también distanciarse a ver si todo ese frufrú que produjimos tiene sentido, e incluso si entendimos bien el texto original en primera instancia. Desde muy cerca se puede ver mal, desde muy lejos se puede ver mal: ¡lo sabemos muy bien quienes tenemos miopía más presbicia y usamos anteojos de media distancia!.
 Por ese doble movimiento en simultáneo de lectura y escritura, la traducción parece ser el camino, la posibilidad, de acceder a la intimidad del lenguaje. ¿Existe tal cosa?
¿Si existe la intimidad del lenguaje? Me gustaría creer que sí. Lo único que me entusiasma es la intimidad, y supongo que en el caso del lenguaje cada cual puede inventarse la suya. Traducir me parece, sin duda, un buen acceso. Dos idiomas, un par más que seguramente se cruzan en el camino, leer, escribir y volver a leer... es íntimo, ¿no? Es casi promiscuo. En el mejor de los sentidos, claro.
¿cómo lo vinculás con la poesía, género que desplegás también?
Todo es jugar con palabritas. Buscarlas, escucharlas, pesarlas y ordenarlas. Si estoy traduciendo parto de una colección de palabras ya dada por otra persona, pero claro; en otro idioma. Así que de todos modos tengo que meter mano e imponer mi manera, disimulando un poco la imposición. Es una especie de consigna: a ver qué hacés con esto. Pero las dinámicas son muy parecidas. Es muy cercana la intención y las reglas del juego son bastante cercanas también. Creo. Bueno, creo y descreo, según el día.  
 

Autor: REDACCION

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