Editorial

Las listas trágicas

Las listas trágicas

Las muertes por accidentes de tránsito, es decir las que en un altísimo porcentaje podrían ser evitadas, son demasiadas en la Argentina. Y ello viene dándose desde hace muchísimos años, confluyendo para que eso tan lamentable ocurra, una serie de factores negativos, como por ejemplo las deficiencias del escenario en que se desenvuelve el tránsito, sea en rutas como en arterias urbanas, debido al mal estado de conservación, falta de iluminación y señalización adecuadas, doble sentido de circulación en carreteras de alta velocidad, angostas, con deficientes banquinas y poceadas; pero además, y como elemento de elevadísima incidencia, debemos mencionar el nivel de transgresión de los conductores, tanto en las más pequeñas infracciones como en aquellas calificadas de muy graves, es decir, el no respeto de señales como los semáforos y el exceso de velocidad, que muchas veces alcanza registros realmente increíbles, aún en avenidas y calles, donde los límites máximos de 60 y 40 kilómetros son muchas veces sobrepasados por más del doble.

Sobre esta situación, de la cual ofrecemos una apretada síntesis, no es ajena la ciudad de Rafaela, ya que se encuentra incorporada dentro de los problemas que afectan al país en forma generalizada. El tránsito, las violaciones sistemáticas, se registran hoy en todas partes, tanto en las grandes ciudades, en las medianas y localidades mucho más pequeñas, como en las carreteras de toda la Argentina.

Aquí, siendo nosotros los rafaelinos los principales protagonistas, los conflictos de tránsito también nos desbordan. Es verdad que el escenario se ha transformado en realmente complicado, ya que las calles, bulevares y avenidas continúan siendo las mismas de hace varias décadas pasadas y la cantidad de vehículos de todo tipo se ha multiplicado varias veces. Hoy Rafaela es una de las ciudades del país donde hay mayor cantidad de automóviles y motocicletas en relación a la cantidad de habitantes, por lo cual la saturación callejera origina una problemática seria, aunque manejable, ya que si existiera absoluto respeto por las normas y reglas del tránsito, todo sería muy diferente y sencillo para todos, tanto para quienes conducen vehículos como para los peatones, quienes hoy ven incluso complicado el cruce de calles por lo masivo del tráfico vehicular.

Es verdad que se ha ido avanzando y tratando de buscar mejorar algo como el tránsito que es una de las deficiencias de la ciudad, ubicándose mayor señalización, agregándose semáforos, el valioso aporte que significa la refuncionalización de la ruta 34 en los 8 kilómetros que atraviesan la zona urbana, e incluso la colocación de lomos de burro para evitar la velocidad, aun cuando esto último constituya en definitiva una verdadera incongruencia ya que primero se alisan los caminos y luego hay que ponerles obstáculos. Junto a eso se han incrementado los controles, se avanza en materia de prevención tanto en la enseñanza desde las escuelas como así también en los adultos desde la Dirección de Tránsito en ocasión de la adjudicación o renovación de la licencia de conducir, o bien cuando algunas multas leves son sustituidas por la concurrencia a clases de educación vial. No es poco lo que se ha hecho e intentado, pero aún insuficiente habida cuenta de los resultados que se observan, que no sólo nos dejan constantes accidentes, sino incluso el irreparable saldo de pérdida de vidas humanas, que ya son 10 en lo que va del año, en tanto que en todo el ámbito del departamento Castellanos se contabilizan 27 víctimas fatales.

Bien suele puntualizarse que "habría que ubicar un control policial en cada esquina", lo que materialmente es imposible. ¿Cómo puede ser que se hayan instalado semáforos en ciertos lugares peligrosos y no son respetados por algunos? De esa manera se convierten en potenciales accidentados tanto los infractores como aquellos que pueden encontrarse con una inesperada sorpresa cuando avanzan con luz verde y se encuentran con otro vehículo cruzando, originándose situaciones realmente complicadas de resolver.

En cada ocasión de alguna nueva víctima fatal, vuelve la preocupación generalizada a la superficie, a las lamentaciones de siempre, a las recomendaciones, pero la conducta ciudadana sigue sin modificarse. Las infracciones de todo tipo, y especialmente las más peligrosos, siguen a intenso ritmo, no saben de interrupciones, sólo hay que salir a la calle para comprobarlas. De una vez por todas hay que tomar conciencia. 

Autor: Redacción

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web