La Rioja es una provincia argentina históricamente relegada a sobrevivir de la ayuda del gobierno nacional y con una muy acotada producción vitivinícola. En la década del ‘60 cuando nací, nos conectaban a Córdoba, San Luis, San Juan y Catamarca caminos con asfaltados destruidos y que de hecho configuraban un panorama de casi aislamiento y que daban un resultado de poca interacción con provincias vecinas. Contactos con el mundo externos eran las radios como Belgrano, Radio El Mundo y por onda corta Rancagua y Valparaíso desde Chile, y Aconcagua de Mendoza. Así fue mi infancia, merodeando el tocadiscos de un tío que conseguía por amigos viajeros, o por siempre tardíos correos postales, algunos discos con los que aprendí a tocar y querer la música. Luego cuando cobró relevancia LV14 -una emisora local que sobrevivió hasta poco después del inicio de la dictadura militar del 1976- era más fluido conectarnos con el universo tanguero, la música de latinoamérica y la mejor época de folklore argentino. Pero La Rioja siempre fue un pueblo con mucha música, en el alma del pueblo y en las manos y las cabezas de sus artistas. Vengo de una familia de cantores y guitarreros. Crecí en ese ámbito. A los trece años empecé a estudiar música con el único profesor de piano que vivía en nuestra ciudad, Francisco Frega, un porteño radicado ahí, que había sido alumno de Vicente Scaramuzza y discípulo de Enrique Delfino. Luego de perder un año y medio de mi vida como conscripto en la Armada Argentina, me radiqué en Buenos Aires donde estudié hasta el año 1990 cuando decidí volver a vivir en La Rioja, donde resido hasta la actualidad.
El primer instrumento elegido y aprendido
Siempre la guitarra. Aunque eventualmente y quizá por afinidad sonora y familiaridad de cuerda pulsada, suelo tocar el requinto cuyano de doce cuerdas, herencia de Nacho, mi padre, el guitarrón, como mi hermano Carlos que en realidad es el especialista de ese instrumento aquí. También el charango, el mandolín y el bajo eléctrico.
La formación musical que tuve
En mi adolescencia estudié mucho con los discos de Los Andariegos -para oír a Agustín Gómez-, Los Nocheros de Anta -para estudiar a Miguel Angel Reyes-, los de Chito Zeballos -con quien además tuve el honor de tocar y grabar su disco “La vida dos veces”- para intentar impregnarme de toda la inigualable magia del acompañamiento de Luis Amaya y Lalo Homer. Escuche mucho a Tito Francia -muy amigo de mi viejo- y a Roberto Grela, con quien solo tuve el gusto de tocar un par de temas en un asado en casa del luthier Carlitos Salmone.
Salir de la capital provincial. Llegar a las grandes ciudades
Luego en Buenos Aires, apenas llegué tome clases con Torito Staforini, luego con Oscar Taberniso y más tarde con Armando Alonso y Eduardo Tacconi. Creo que mi formación integral, fue como una mezcla de la data recibida de esos profes a quienes tanto agradezco, con la práctica adquirida como sesionista y arreglador durante tantos años en innumerables producciones de discos en los que participé, donde aparecían mixturados los conocimientos del guitarrista popular que siempre fui, criado en los boliches, y la información adquirida en la faz académica. Salir de La Rioja, fue una apuesta fuerte en la época de la dictadura, y que celebro para siempre. Dos mangos en el bolsillo, un bolso, la viola y toda la ilusión del mundo. Y en realidad fue como cambiar de mundo. Como dice Gorrindo en “Las Cuarenta”, ahí “aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo”, etcétera... y perdí para siempre la ingenuidad provinciana que llevaba en ese viejo colectivo de la empresa “Cotil S.A.” Pero ahí estaba lo que necesitaba. Irme de un lugar donde no podía estudiar más, entonces no había, como hoy, un profesorado de Arte, una Licenciatura en la Universidad Provincial, etcétera, sino un anciano y maravilloso profesor como Frega que nos enseñó sobre todo, a amar la música, pero que ya no podía más con su salud deteriorada. Y luego con los años, llegó la otra necesidad: la de volver al lugar que más quiero. Mi ciudad, mi barrio de Vargas donde nací que es por antonomasia el barrio de la ciudad donde más guitarreros hubo siempre. En mi niñez siempre escuchaba en las juntadas nocturnas de esquinas, a músicos como Colacho Brizuela, Toti Oyola, Cacho Agüero, Cunca Espinosa, Pibe Moreno y otros de los que tanto aprendí. Siempre estaban por ahí.
Ir al exterior para estudiar
No me ha tocado estudiar en el extranjero salvo un eventual taller de improvisación en Boston con Bruce Bartlett, un guitarrista y docente de Colegio Berklee. Sí visité tocando y dando clínicas de música argentina para guitarristas, otros países como España, Turquía, Colombia, Chile, Brasil, Suiza, Italia, Uruguay, Paraguay y otros, pero no para estudiar.
Vivir de la música
Ese fue un propósito central de mi vida. Que al ir desarrollándose, me ha convertido no solo en un buen guitarrista, sino también en técnico de grabación, director de orquesta, compositor y productor discográfico, que es la actividad que ha ocupado mayoritariamente mi tiempo de las últimas dos décadas. A las que sumo en la actualidad y desde hace cuatro años ya, mi trabajo como gestor cultural, en mi cargo de Director de Música de la Secretaría de Cultura de la Provincia de La Rioja.
No solo de actuaciones vive el músico
Así es y lo certifica un poco la respuesta anterior, agregando que siempre, a la par de estar tocando y atendiendo mi estudio de grabación, siempre encontré lugar para dar clase a mis alumnos en mi casa. Conocido es que a los músicos, según las épocas, siempre nos cuesta un poco “para la olla” y a veces tenemos que movernos un poco de lo que más nos gusta, que estar siempre solo tocando.
La composición en tu elección profesional
He compuesto mucho, pero solo edité parcialmente mi obra. Tengo mucho archivo para revisar, corregir y recién ponerlo a andar por el mundo. Esta actividad no ha sido abordada por mí como continua. He transpirado poco, podría decirse. Cuando me “aparecieron” algunas obras, simplemente las he anotado y ya. Pero también escribí mucho por encargo para orquestas de música popular, documentales, obras de teatro y por supuesto incontados arreglos para grupos de guitarras que me encargaban obras mías para ensambles. Hace cinco años edite mi obra “Música Argentina para Cuarteto de Cuerdas”, una especie de suite folklórica con la mayoría de las especies y ritmos de las distintas regiones del país y que fue grabado por el Magnolia Cuarteto de Cuerdas, de la ciudad de Córdoba y publicado en formato de disco compacto, acompañado por un libro con la partitura general de cada obra y las particellas individuales de cada instrumento. Para mi alegría, muchos profesores en distintos conservatorios, escuelas de música y universidades del país, están trabajando en sus respectivos repertorios de carácter popular, con temas de ese trabajo, que considero ampliar, en virtud de no haber incluido aún, por la generosa amplitud y diversidad de géneros que contiene este país, rítmicas como las de candombe, chamarrita, loncomeo, galopa, ranchera y otras.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Luis Chazarreta