La Palabra

Las canciones que saben decir

Duende de Buenos Aires (dedicada al poeta Horacio Ferrer)

Duende de Buenos Aires y el desvelo,

hacedor del laurel y de la calma,

vos no sabes qué lindo es ver el vuelo

que tenés en la pluma y en el alma.

Duende de Buenos Aires y la pena,

creador de milagro y desatino,

vos no sabés qué hermosa es la colmena

donde tus versos vieran mi camino.

 

Vos no sabés, vos no tenés idea,

del despiole genial que armaste un día

y seguís de frutal maestro y guía

pariendo lo que había que cantar.

Vos no sabés, vos no tenés idea,

qué bendición de Dios fue de encontrarte.

Vos no sabés, vos no tenés idea,

qué fiesta es esta fiesta de cantarte.

 

Duende de Buenos Aires tu alegría,

mezcla de bandoneón y tamboril,

se me trepa la sangre cada día

y no sabés qué ganas de vivir.

Duende de Buenos Aires mi poeta,

me diste tanto, qué más puedo pedir,

con Chiquilín, Bocha y la bicicleta

yo ya no tengo miedo de morir.

Letra y música de José Angel Trelles

 

A veces ganan los indios

A veces sale el sol por el oeste

y el mundo acomodado se desploma,

a los que estaban sanos les da peste

y el vago se despierta y se desloma.

A veces llega tarde el alcahuete,

las cosas suceden limpiamente,

se quedan los entongues al garete

y sin saber por qué ríe la gente.

 

Y aunque parezca mentira

o solo un juego de niños

ocurre que en esta vida

a veces, ganan los indios.

 

A veces la verdad pelea y gana

y deja muy clarito al descubierto

 que lo que ayer creímos blanca lana

es solo un trapo indigno y mugriento.

A veces hay un pibe que se salva

del paco, de la muerte, del infierno,

entonces sí vale la pena alzar las almas

 y soltar la alegría a cuatro vientos.

 

A veces un banquero queda preso

de su conciencia absurda y despiadada,

o de las rejas que hacemos para ellos

 en la justicia seria de la indiada.

A veces un amigo salva el cuero

y uno sale a cantar a toda voz

las melodías llegan hasta el cielo

y dan con emoción gracias a Dios.

 

Y aunque parezca mentira

o solo un juego de niños

ocurre que en esta vida

a veces ganan los indios,

a veces ganan los indios.

A veces…

Letra: José Angel Trelles - Música Bucky Arcella

 

La bicicleta blanca (1970)

Recitado:

Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez lo viste.

Te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo,

que repecha las calles por las noches.

Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias,

y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste?...

Nadie sabe de dónde cuernos viene; jamás se le conoce a dónde diablos va.

De todos modos, si lo vieras pasar, mirálo con mucho amor.

Puede que sea, otra vez...

 

El flaco que tenía la bicicleta blanca

silbando una polquita, cruzaba la ciudad,

sus ruedas daban pena, tan chicas y cuadradas

que el pobre se enredaba la barba en el pedal.

Llevaba de manubrio, los cuernos de una cabra,

atrás, en un triciclo cargaba un pez y un pan,

jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas

y él mismo se animaba, gritando al pedalear:

 

“¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!,

meté, flaquito, corazón.

Vos sabés que ganar

no está en llegar, sino en seguir”

 

Recitado:

Todos, mientras tanto, en las veredas,

revolcándonos de risa

¡Lo aplaudimos a morir!

Y él, con unos ojos de novela

saludaba, agradecía y sabía repetir...

 

“¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!

¡Dale con todo, dale Dios!”

 

Recitado:

Hasta que una noche, su horrible bicicleta con acoplado

entró a sembrar una enorme cola fosforescente...

¡Increíble! los pungas devolvían las billeteras en los colectivos,

los poderosos terminaban con el hambre,

los Ovnis nos revelaban el misterio de la paz,

el intendente en persona rellenaba los pozos de la calle.

Y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría

bailando bajo esa luz, la polka del ciclista...

 

Después, no sé, te juro, por qué siniestra rabia,

no sé por qué lo hicimos, ¡Lo hicimos sin querer!

Al flaco, pobre flaco, de asalto y por la espalda

su bicicleta blanca le entramos a romper.

Le dimos como en bolsa, sin asco, duro, en grande,

la hicimos mil pedazos y al fin, yo vi que él,

mordiéndose la barba gritó: “¡Que Yo los salve...!”

miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.

 

Recitado:

Mi viejo Flaco nuestro que andabas en la Tierra

¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles, sino hombres y mujeres?

 

Flaco, no te pongas triste,

todo no fue inútil

no pierdas la Fe.

En un cometa con pedales,

¡Dale que te dale!

yo sé que has de volver.

 

Letra de Horacio Ferrer (Horacio Arturo Ferrer)

Música de Astor Piazzolla (Astor Pantaleón Piazzolla)

 

El amor desolado

Yo puse el esfuerzo y ella la desgana, 
yo el hondo silencio y ella la palabra, 
yo senda y camino y ella la distancia, 
yo puse los ojos y ella la mirada. 

Quise entre mis manos retener el agua 
y sobre la arena levanté mi casa, 
me quedé sin manos, me quedé sin casa, 
fui raíz oscura, y ella tronco y rama. 

Para que la cuenta del amor sumara, 
ella puso el cuerpo, yo el cuerpo y el alma. 
Era toda viento, yo todo montaña, 
yo pura resina y ella pura llama. 

Una noche oscura se fue de mi casa, 
cegaron mis ojos para no mirarla, 
para no seguirla cerré las ventanas, 
clausuré las puertas para no llamarla. 

Puse rosas negras sobre nuestra cama, 
sobre su memoria puse rosas blancas 
y a la luz difusa de la madrugada 
me quité la vida para no matarla. 

Yo lo puse todo: vida, cuerpo y alma, 
ella, Dios lo sabe, nunca puso nada.

Letra de Alberto Cortéz 
Música de José Dicenta Fernández 

 

 

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