La problemática de las adicciones es global, está claro. Si el negocio del narcotráfico ha expandido sus redes clandestinas en todos los países se debe a la existencia de una enorme cantidad de consumidores - adictos que se han convertido en rehenes de las drogas. En Rafaela, vecinos y autoridades locales denuncian periódicamente el funcionamiento de los denominados bunkers o quioscos donde se venden este tipo de sustancias prohibidas, en el marco de una actividad denominada narcomenudeo. Y si crecen este tipo de puestos clandestinos, que curiosamente son advertidos por personas que residen en áreas cercanas pero no por los investigadores especializados en asuntos del narcotráfico, es porque la demanda está en aumento.
El interrogante a este incremento del consumo de sustancias como la cocaína y la marihuana es por qué jóvenes o no tanto se inician en esta adicción que puede tener costos muy elevados y cobrarse, incluso la vida. ¿Será para escapar de una realidad asfixiante o como mínimo incómoda con la que no se sienten conformes? ¿O simplemente para probar una experiencia que puede ser divertida? ¿O como una ayuda para soportar la presión de la familia, de los estudios o de un trabajo exigente? ¿O nada más porque sus amigos consumen drogas?
En un entorno en el que es difícil trabajar por la falta de recursos, porque muchos adictos no asumen su condición o porque las familias tienden a ocultar el problema antes que aceptar el mismo y pedir asistencia en busca de una solución, es complicado construir estadísticas. De todos modos, en la última semana la Asociación Antidrogas de la República Argentina (AARA) reveló que en todo el país hay un total de tres millones de adictos a diversas drogas, muchos de los cuales presentan conductas violentas, perpetran robos para comprar las dosis y hasta llegan a protagonizar homicidios.
La problemática se reinstaló con fuerza en el debate de los asuntos públicos luego de que un joven adicto asesinara a sus padres adoptivos en la localidad bonaerense de Tristán Suárez, partido de Ezeiza. Claudio Izaguirre, titular de AARA, consideró que el suceso de Ezeiza es lamentable, causa tristeza y al mismo tiempo genera impotencia porque se trata de hechos que pueden evitarse con un Estado que se haga cargo de lo que sucede con la adicción de las personas.
El especialista sostuvo en declaración a Diario Popular que denominan a este flagelo como ‘Niño Rey’, porque el adicto toma una postura de emperador, jefe máximo de la casa, y todos a su alrededor pasan a ser sus esclavos. Además, señaló que cuando no puede lograr su objetivo, primero ruega, reclama y hasta llora, luego se enoja, y si nadie cumple sus deseos termina haciendo cosas terribles, desde robar elementos del hogar, salir a delinquir a la calle,o lastimar a otras personas, incluso sus seres queridos, quienes son los únicos que lo ayudan como pueden.
De acuerdo a Izaguirre, la enorme mayoría de las familias que atraviesan este tipo de situaciones no pueden dominar a sus propios hijos a la vez que advierten que hay casos de chicos de 15 años o menos que están realmente fuera de control pues su cerebro se maneja como el de un niño de cinco años, hacen los berrinches y no tienen límites. Al hacer referencia al reciente caso de Ezeiza, explicó que hubo muchos alertas, como en la enorme mayoría de episodios con estas características, pero no son escuchadas o tratadas por la actual Ley de Salud Mental, que sostiene una ilusión, en relación a que quien consume supuestamente lo hace porque quiere y va a dejar su adicción cuando le parezca.
En este sentido, para Izaguirre el Estado está ausente de todo tipo de ayuda mientras que la zona frontal del cerebro de un adicto queda adormecida por lo que se convierte en un auténtico déspota. En esta línea de pensamiento, planteó una analogía llamativa al sostener que deberíamos pararnos en las sandalias de Calígula, que decía tener el mundo a sus pies, bueno en este momento en la Argentina tenemos tres millones de Calígulas.
Para el director de AARA, en el caso de Ezeiza seguramente los padres del muchacho intentaron ponerle un freno, pero la situación ya se había ido de sus manos, y aquí es cuando resulta mucho más triste todo, porque se trata de homicidios o situaciones dolorosas que son perfectamente evitables.
Por último, Izaguirre explicó que un porcentaje grande de adictos debería requerir internación, pero quedan a la deriva y sus familias sin chance alguna de revertir la violencia. El Estado en tanto ensaya iniciativas como la construcción de un Dispositivo Integral de Abordaje Territorial (DIAT) o el ex Cepla en Rafaela que por falta de presupuesto no puede terminarse ni ponerse en funcionamiento. Y así estamos y seguimos con una problemática que consume la vida del adicto pero también la de sus familias.