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La vida de Beto Formento con destino de tintas y fantasías

Por Edgardo Peretti

Un libro es un libro. Una revista es una revista. Y un papel en blanco o coloreado es eso: una expresión de arte. Todo conforma parte de un todo que se expone de diferentes manera.

“La vida ilustrada.- Roberto Beto Formento” es una forma de expresión que tiene su basamento en la obra de un creador nuestro, bien rafaelino, tanto de esencia como de formación y que se fue muy joven, bastante antes de alcanzar las cuatro décadas de vida.

A partir de su legado los autores han expuesto, con la minuciosidad que los destaca a ambos, lo que fue el paso terrenal de este hombre que supo trascender al mundo mucho antes que las redes se consuman las mentes y los gustos de tantos.

Por eso surge una duda inicial en quien intenta dar un concepto (nunca una crítica, menos literaria, que no es lo que se expone aquí) acerca de cómo reflejar una trayectoria de éxitos de alguien que partió hace más de tres décadas.

El arduo trabajo de recolección, de datos y testimonios, forma parte de la génesis de este trabajo el cual se va exponiendo en la prosa con la prolijidad y respeto por la misma que muestran los autores. Pero Beto Formento, si bien fue guionista de muchos trabajos, era – en esencia- un creativo de imágenes, las cuales apoyaban y sustentaban sus textos, en una mecánica y un método imposible de seguir para cualquier escriba que no provenga del palo y que no contenga formación al respecto.

Queda claro que fue un ganador y con creces. En su tiempo, en su contexto y su tiempo, estuvo en la cúspide del rubro, rebasando fronteras e incursionando con total éxito un ambiente que iba más allá de lo lírico; esos trabajos se pagaban en moneda fuerte y sus beneficiados eran pocos.

Quienes conformamos alguna franja etaria o generacional de los sesenta y los setenta sabemos lo que fue “D’Artagnan”, “El tony”, “Intervalo” y otras publicaciones afines. No era afición, era pasión.

Todos conocíamos los personajes y sabíamos quiénes eran los autores guionistas o dibujantes. Advertir el cuadrito que decía “Dibujos de Formento” era motivo de alegría y orgullo. Era el Beto, el pibe que luchaba con su propia realidad corpórea. Y le ganaba.

En su bicicleta o en el trampolín de la pileta de Independiente, el Beto era un ser que no podía pasar inadvertido.

Cuando se lanzó esta obra desde el Suplemento “La Palabra”, desde Paraná se comunicó el periodista rafaelino (aunque radicado en ER hace mucho) Ezequiel Ré, quien me recordaba que sus años mozos se venía todos los sábados, en el colectivo de la Línea 3, desde su barrio (Los Nogales), al centro, a “Librolandia” a cambiar las revistas que había llevado una semana antes. Su alegría y su ansiedad era ver los dibujos de Formento.

A esta altura considero que las otras versiones de la historia, el lector las podrá apreciar en el libro, el cual aporta un diseño acorde a la temática que aborda, con la dinámica propia del tema y con variadas sorpresas que surgen de diversos trabajos de Formento.

Me quiero detener un instante en los autores. Ambos son mis amigos y nos conocemos desde hace mucho. Como decía unas líneas más arriba son especialmente dedicados a la prolijidad material e intelectual de sus trabajos y brutalmente honestos en sus formas y en sus fondos.

Encarar una obra de este tenor es una aventura que requiere mucho valor y sapiencia profesional. Aquí no hay ficción; nada se inventa ni se echa al vuelo de la imaginación, un campo siempre tentador para la codicia intelectual de cualquier escritor. Esto es realidad contada y expuesta con solvencia profesional y respaldo documental.

Apelaba a la memoria de Víctor Hugo Fux para recordar cuando Beto ilustró la portada de nuestra revista “Depormes”, allá por 1986, con la figura de Oscar “Corcho” Favre, obviamente sin cargo y sin ruegos, el artista nos regaló esa imagen que fue pionera para la época, especialmente en estos pagos. Solo hubo que pedirlo y lo tuvimos. Un gran gesto que nunca olvidamos.

Para el cierre, el especial agradecimiento a los autores que han sabido rescatar con su laboreo intelectual la figura de alguien que hizo punta y que, aún, no ha sido superado.

Nunca es fácil escribir un libro. Jamás será un camino sin espinas recorrer una biografía cuando el propietario ya no está; sin embargo, aquí se ha logrado y con total humildad y la simpleza de un trabajo impecable.

Autor: REDACCION

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