Editorial

La última del Discovery

Cuando el miércoles pasado logró aterrizar exitosamente, el Discovery le puso punto final a su historia espacial, ya que fue su última expedición a la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés). La decisión de la NASA de sacar de circulación a la famosa nave marca también el principio del fin de los 30 años de vuelos espaciales de Estados Unidos.

El tren de aterrizaje de la embarcación con seis astronautas tocó la pista del Centro Espacial Kennedy, cerca de Cabo Cañaveral, en lo que fue su misión 39 desde que se puso en órbita en 1984, donde acumuló un total de 365 días en el espacio, dio 5.830 vueltas a la tierra, a una velocidad de 28.000 km por hora.

La nave transportó a la ISS repuestos y dos estructuras que fueron instaladas en el exterior. También, un robot con forma humana, un prototipo de lo que en un futuro puede ser un sustituto de los astronautas en algunas tareas.

Antes de fin de año, la estructura de acero de 56 metros de largo, con 37 de longitud y un peso en el despegue de 2.041 toneladas, estará descansando en el Museo del Aire y del Espacio del Instituto Smithsonian, en Washington.

Este año se apaga el sueño de la conquista espacial y con él, el único programa que puso en órbita naves reutilizables de modo sistemático. De todos modos, la NASA tiene previsto dos viajes más: el Endeavour partirá el 19 de abril y el Atlantis el 28 de junio.

El Discovery es el tercer transbordador espacial que se sumó a la flota de cinco orbitadores empleados por la NASA para sus misiones tripuladas. El programa se inició en 1981 con el lanzamiento del Columbia al que le siguieron el Challenger (1982), el Discovery (1983), más tarde el Atlantis (1985) y el Endeavour (1991).

Tanto el Challenger como el Columbia terminaron en tragedia. El primero explotó en enero de 1986 poco después de despegar y el Columbia se desintegró en febrero de 2003 cuando penetraba la atmósfera después de una exitosa misión. En ambos accidentes fallecieron los siete tripulantes. Tras la catástrofe del Challenger, el Discovery fue el encargado del primer vuelo, luego de un período de inactividad.

Quizás para el ciudadano común sea difícil dimensionar la importancia de transbordadores como el Discovery, por el hecho de que no es algo con lo que se tenga contacto a menudo, y además porque cuesta vincular los aportes de sus viajes con cuestiones cotidianas. Pero en realidad, los viajes espaciales han sido un aporte mayúsculo a la evolución de la ciencia y de la humanidad a partir de un mayor conocimiento del universo y del propio planeta Tierra

Uno de los mayores logros del Discovery fue la puesta en órbita del Telescopio Espacial Hubble, el 24 de abril de 1990. Este instrumento, aún en funcionamiento, permitió tomar una gran cantidad de imágenes de distintos objetos celestes con una calidad nunca antes obtenida por los telescopios en tierra, a los que la atmósfera de nuestro planeta los limita en su potencial.

Otro hito en la historia, pero esta vez de los transbordadores en general, fue el lanzamiento de la sonda Galileo en octubre de 1989, que no estuvo a cargo del Discovery sino del Atlantis. Esta misión consistía de una sonda y un orbitador que llegaron a Júpiter en diciembre de 1995. La sonda penetró en la atmósfera del planeta enviando datos sobre su composición y características físicas.

De acuerdo con las informaciones provenientes del gigante del Norte, el fin de los transbordadores llega por falta de presupuesto. La NASA siempre tuvo estos inconvenientes, con excepción a la época de la Guerra Fría, y en la carrera espacial que concluyó con la llegada a la Luna.

Más allá de esto, los especialistas consideran que este es el fin de un ciclo, pero a la vez el inicio de una nueva era espacial, en la que el sector privado adquirirá una mayor preponderancia. “Los transbordadores eran máquinas más grandes y caras de lo que se había imaginado. En consecuencia nunca lograron bajar los costos de poner gente y satélites en órbita, nunca se convirtieron en los ‘camiones espaciales’ que habían imaginado sus diseñadores. Pero ya hay compañías privadas desarrollando la tecnología para reemplazarlos. Esto no será el fin de los vuelos espaciales tripulados. El futuro será mejor”, aseguró días atrás el físico Guillermo Abramson del Centro Atómico Bariloche y del Instituto Balseiro.

El futuro tal vez será mejor. Pero ya no tendrá entre sus protagonistas a un viejo amigo del espacio. El Discovery.

Autor: Redacción

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