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La Trova Rosarina festejó 40 años de grandes canciones

A cuatro décadas de la publicación de “Tiempos difíciles”, disco que corporizó un singular movimiento estético brotado de un grupo de jóvenes de Rosario, varios de aquellos –encabezados por Juan Carlos Baglietto quien fuera la voz y la firma de aquel álbum- lo celebraron la noche del viernes junto a un público exultante que colmó el primero de dos recitales en el porteño Teatro Ópera.
Reunidos ahora formalmente en sexteto bajo el nombre de La Trova Rosarina, un apelativo popular desde entonces pero que por años pareció ser una carga o un estigma para quienes habían sido parte, el festejo puso en escena con un resonante espectáculo el peso de una obra que sigue expandiéndose e influenciando más allá del aniversario.
Aunque sobre esa confabulación gozosa, pública y vigente queda flotando la pregunta en torno a las formas de abordarla: si abrevando en su original e inédita mistura entre la canción y elementos de rock, folclore y tango (“La Trova fue mezcla, fusión, tránsito. Lo que no había. La trova fue también el grito. Y el grito de cansancio”, en palabras del fallecido Gerardo Rozín estampadas en el programa virtual de esta reunión) o empatando esos matices en una propuesta rítmica y pop.
Ambas vertientes –con predominio de la segunda en desmedro de la invención que irrumpió- dijeron presente en la puesta sonora con dirección musical del tecladista Adrián Charras que comenzó apenas siete minutos después del horario anunciado con Baglietto entonando a guitarra y voz “Mirta de regreso”, una gema compuesta por Adrián Abonizio que abría el listado de temas de “Tiempos difíciles” mientras una pantalla vertical ubicada sobre una pared de luces al fondo del escenario reponía su portada chaplinesca con el cantante sentado junto a “El Pibe”, que en realidad era Inés, la hija del productor de la placa, Juan Carlos Portunato.
Convocando a Silvina Garré compartieron el desgarrador “Era en abril”, de Jorge Fandermole, y el anfitrión apuntó: “Qué lujo volver a este teatro y compartir 40 años de ese primer disco, compartirlo con ustedes que nos han permitido llegar hasta acá. Gracias”.
Con las presencias de Rubén Goldín en guitarra eléctrica y los invitados especiales Sergio Sainz en bajo y contrabajo y Marco Tulio Pusineri en batería, también rosarinos y quienes grabaron el álbum en cuestión, se sucedieron “Aunque mañana no estés”, “Puñal tras puñal” y “Sobre la cuerda floja”, tres maravillas que Fito Páez (“presente en su música”, como indicó Juan) alumbró cuando aún no llegaba a sus dos décadas de vida.
Ya con el sexteto completo (el citado Adrián Abonizio y Fabián Gallardo) y su banda de apoyo también a pleno (Guido Martínez en bajo y contrabajo, Julián Baglietto en batería y Juancho Perone en percusión), se oyó “Actuar para vivir” y la sala de pie aplaudió al elenco estable.
El cierre formal del repertorio reunió casi sin respiros y con una impronta siempre alegre otras dos creaciones de Fito (“Tratando de crecer” y “La vida es una moneda”) y “El témpano” donde Abonizio plasmó la sentencia poética: “Voy hacia el fuego como la mariposa/y no hay rima que rime con vivir/no te pares no te mates/sólo es una forma más de demorarte”.

Autor: REDACCION

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