Primero déjame decirte que nací en el año cincuenta y ocho. La televisión apareció en mi casa cuando tenía alrededor de nueve o diez años. Por lo tanto la música, como la información y todo lo demás, venía de la radio. Recuerdo una radio “capilla” y mi familia alrededor mateando. Aparecieron los primeros aparatos a transistores, y ése fue mi vínculo directo. Me regalaron una pequeña radio enfundada en un cuero marrón, que conservé durante mucho tiempo y pasaba horas escuchándola. Me gustaría saber qué fue de esa compañera. Se la llevó el tiempo.
Primeros sonidos de una guitarra que escuché alguna vez
Tal vez fue en la infancia, a un primo un poco mayor que yo, que tocaba y por supuesto cantaba en las reuniones familiares. Después fueron mis compañeros de secundaria. Ahí ya estaba declaradamente enamorado del instrumento, pero no podía tener uno porque la economía familiar no lo permitía. Un día apareció en casa otro primo que no conocía. Llegó desde no sé dónde con una guitarra y un revólver. Mi viejo se lo quitó y le dejó la guitarra. Durante los meses que se quedó con nosotros tocaba todas las tardes cuando mi padre llegaba de trabajar. Un día cambió las cuerdas y tiró las viejas. Las recogí y se las puse a una guitarrita de juguete de una hermanita mía. Empecé a tocar de oído con la afinación con la que el instrumentito amanecía cada día, hasta que mi viejo me escuchó tocar y me llevó a comprar una de verdad. Tenía quince años y tantas ganas que conseguí prestado un libro de canciones y me encerré en un altillo. Esa noche no dormí y al otro día podía tocar todos los acordes básicos.
El género musical que mejor llegó a mi alma en la juventud
En casa se escuchaba tango y folklore y creo que eso me marcó, aunque entonces no me daba cuenta. Puedo cantar de memoria el disco de Julio Sosa con la orquesta de Federico: “pido permiso señores, este tango habla por mí”. Después en la adolescencia llegó el rock, los discos de Génesis, Pink Floyd, y las canciones de Sui Generis, Moris, Gieco, que por supuesto toqué y canté. Pero mis gustos fueron tomando otros caminos. Estaba de moda el bossa nova, y a mí me encantaba, así que agarré por ahí. Con unos amigos formamos un quinteto que se llamó “Abril” y fue mi primera experiencia continuada en los escenarios. Después me di cuenta que también fue la preparación para acceder al jazz, sobre todo por el aprendizaje armónico que me dejó. Estaba fascinado con el trío del guitarrista santafesino Poroto Mehaudy, que tocaba con su señora, la cantante Marianne -a quien después acompañé muchos años- más bajo y batería. El repertorio del trío era jazz, bossa nova, tangos y boleros, y fue la influencia más fuerte que tuve para tomar ese camino. Y también, los discos del chaqueño Oscar Alemán, el primer guitarrista de jazz que escuché.
Por qué la guitarra
No lo sé. Supongo que es por todo lo que te conté. Las cosas que suceden te van llevando a elegir un camino. Amo la guitarra y es una parte mía, pero podría haberme cruzado, no sé, con un bandoneón y tal vez sería bandoneonista -idea que no me desagrada en absoluto-. En la escuela donde trabajé llegan muchos niños conociendo de antemano el violín o la flauta, y allí descubren por ejemplo el fagot o el corno francés. Y muchos se deslumbran y comienzan un romance inesperado que es para toda la vida. Yo conocí la guitarra, y eso es todo.
Dónde fui a aprender ese instrumento
Mi padre me compró el instrumento con la condición de que lo estudie, que no fuera un “rasca tripa”, dicho en sus propias palabras. Y ahí nomás me trajo un profesor a casa dos veces por semana. Me inició en los rudimentos de la lectura, y cuando dejó de venir seguí por mi cuenta. No me daba cuenta, pero me había abierto una puerta. Después estudié un tiempo en el Instituto Superior de Música de la UNL, pero no duré mucho porque trabajaba y no me daban los horarios. Tomé clases particulares con Poroto Mehaudy y con algunos otros profesores más. Muchos años después hice estudios de arreglos y orquestación en Buenos Aires con el recordado Rodolfo Alchourrón. Estudié y estudio mucho solo.
Con qué propósito elegí ser músico
No tuve un propósito para elegir ser músico, o al menos nunca lo pensé. Simplemente la pasión por la música me puso en las manos una guitarra y lo demás se fue dando. Un día querés aprender un acorde, una canción, otro día querés mostrar lo que hiciste, y cuando te das cuenta estás en un escenario. Claro que la música es una forma de expresión, pero en mi caso es algo que se dio naturalmente. Me viene a la memoria la letra de “los futuros murguistas” de Jaime Roos, que describe poéticamente esta idea.
Qué me interesa dar de mi trabajo artístico a los oyentes
Me gustaría ser considerado como un tipo que hace música con honestidad, auténticamente. Trabajar por la idea de que el arte no es un objeto de consumo que viene diseñado de fábrica, sino una manifestación superior del alma humana. Y que cada persona tiene su propia voz y tiene sus cosas que decir. Parece una obviedad, pero no lo es.
Fue la docencia un capítulo en mi vida también
Trabajé treinta años en la Escuela de Música 9901 de la ciudad de Santa Fe, la que se conoce como “Orquesta de niños” hasta mi retiro el año pasado. Fueron momentos de gran felicidad y aprendizaje constante. Tengo la alegría de que muchos alumnos de la escuela hoy son compañeros de orquesta y vuelan cada vez más alto. Mi hijo Pablo, que toca clarinete y saxo, fue alumno mío allí y compartimos escenarios y viajes con la Santa Fe Jazz Ensamble. También trabajé un año dando un taller en la escuela “Remo Pignoni” de Rafaela, y en el Club Macabi de Santa Fe. Durante muchísimos años tuve alumnos particulares.
Las propias grabaciones como objetivo del trabajo elegido. El momento de cada disco
Tuve la suerte de grabar muchos discos. Algunos propios, otros como invitado. Entre los primeros están los cinco de la big band: dos con “Jazz Ensamble”, “Indigo”, “En concierto” que también es DVD y “Suite Borgeana” junto al septeto de Ramiro Gallo. Hace bastante que no grabamos y es una deuda que estamos teniendo con nosotros mismos. Con Nilda Godoy, mi compañera, grabamos tres discos: “Canciones queridas” que es un resumen de la música que tocamos en los primeros tiempos; “De a par sería”, un trabajo sobre las duplas compositivas en la música argentina; y el último “Canción en el viento”, un disco enteramente dedicado a la palabra de Armando Tejada Gómez. Ese disco incluye canciones y poemas, que están a cargo de nuestro amigo Roberto Pelliza. También participa Pepe Díaz Suñé en la percusión. En el dos mil nueve grabé un compacto como solista, que se llamó “Retrato brasilero”, donde toqué música de ese país para guitarra, como una manera de cerrar ese ciclo de mi vida. Anteriormente había grabado uno de tangos que se llamó “Nada” con Valentina Fernández. Mucha de esta música también se incluyó en discos en los que participaban varios artistas.
La importancia de participar en discos como invitado
Es una experiencia muy enriquecedora participar en discos de otros colegas, por el proceso de entender la idea de otra persona y ponerse al servicio de la música desde otro lugar que no es el propio. Y porque de cada compañero se aprende algo nuevo. Tuve la suerte de grabar con mucha gente. Te podría mencionar los discos de Gabriela Roldán, Luciana Tourné y Santa Fe Latin Jazz.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Cacho Hussein