Nadie puede hacerse el distraído en la Argentina respecto a la profundización de la pobreza y la indigencia. No es más que el resultado lógico de un país incapaz de alcanzar consensos sobre un modelo nacional que consagre políticas de Estado con las cuales avanzar hacia una sociedad más igualitaria y con mejor la calidad de vida para todas y todos. La pobreza no es culpa de Macri o de Cambiemos como dicen relato mediante los que ahora gobiernan. Cuando el gobierno anterior recibió las riendas de la República la pobreza estructura superaba el 30 por ciento. En la década del 90 hubo gestión del peronismo, y desde el 2002 hasta finales del 2015, también. Y la pobreza estaba ahí, siempre presente a pesar de un Estado ausente o errático. Plata para la corrupción, sí; para corregir lo que está mal, poco y nada.
Entonces la Argentina es un país de casi 50 millones de personas que parece estar a la deriva. Las responsabilidades de las clases dirigentes, de los que están a un lado y otro de la grieta, son obvias. El fracaso de presidentes y presidentas, de legisladores y legisladoras, de gobernadores y gobernadoras, y de intendentes e intendentas explica nuestra situación de abundantes carencias.
La crisis económica y social, empeorada por la pandemia, que se abate sobre los argentinos renueva el drama social indigerible. El 44,2% de los argentinos está sumergido en la pobreza según un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Incluso, la pobreza habría llegado al catastrófico nivel del53,1% de la población si no se hubiesen implementado planes de emergencia como el IFE o la tarjeta alimentaria, indicó la institución. El 65% de los menores de 17 años viven en hogares pobres, de acuerdo con el estudio realizado con datos relevados entre julio y octubre últimos .Más de 7,5 millones de chicos y adolescentes viven en hogares con carencias básicas. Sobre este punto, el informe alertó sobre una "persistente infantilización de la pobreza en la Argentina urbana".
El estudio muestra además que un 34,1% de la población cayó en la categoría de "pobres no indigentes" mientras que 10,1% están directamente en la indigencia, es decir, ni siquiera pueden cubrir la canasta alimentaria básica. Para la UCA, en julio-octubre el desempleo llegaba al 14,2%,lo que representa unos 2,7 millones de personas, 600 mil personas más que en el estudio anterior. La mayor cantidad de pobres, que ya rondarían los 20,3millones de personas, se disparó en medio de la pandemia de coronavirus, que impactó muy fuerte sobre la actividad.
De esta forma, los cuatro millones de argentinos que padecen hambre, la mayoría de ellos niños y niñas, exige encontrar rápidamente soluciones de fondo porque, de lo contrario, el futuro para las próximas generaciones será sumamente complicado de sobrellevar.
Si miles de chicos no tiene garantizada la alimentación diaria, y tampoco el acceso a la educación, la Argentina nunca podrá despegar hacia un mundo mejor. Al respecto, dos nuevos informes del Banco Mundial advierten que a raíz de los cierres de escuelas relacionados con el coronavirus , otros 72 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria podrían verse afectados por la pobreza de aprendizajes, lo que significa que a los 10 años no podrán leer y entender un texto sencillo. En los informes se describe una nueva visión del aprendizaje y las inversiones y políticas, incluida la tecnología de la educación, que los países pueden implementar actualmente para llevarla a la práctica.
La pandemia está agravando la crisis mundial de aprendizaje que ya existía: debido a ella, podría aumentar del 53 % al 63 % el porcentaje de niños en edad de asistir a la escuela primaria de los países de ingreso bajo y mediano que se ven afectados por la pobreza de aprendizajes, y esta generación de estudiantes podría perder alrededor de USD 10 billones en ingresos generados a lo largo de toda la vida, monto equivalente a casi el 10 % del producto interno bruto (PIB) mundial.
Debido a los cierres de establecimientos educativos, la mayoría de los estudiantes del planeta no concurre a la escuela: 1600 millones durante el pico de la pandemia en abril de 2020 y casi 700 millones incluso hoy en día. El impacto negativo de la contracción sin precedentes de la economía mundial sobre el ingreso de las familias ha contribuido al aumento de la deserción escolar. Los grupos marginados son más propensos a quedar aún más rezagados. Las niñas corren mayor riesgo de embarazo adolescente y matrimonio prematuro durante la pandemia. Asimismo, los niños con discapacidad, las minorías étnicas, los refugiados y las poblaciones desplazadas tienen menos probabilidades de acceder a materiales de aprendizaje remoto adecuados y de regresar a la escuela después de la crisis, subraya el Banco Mundial.
Hay que hacer algo urgente para darle sentido a la esperanza.