Los avances en materia de investigación en torno a la inteligencia artificial no dejan de sorprender, se producen de un momento a otro y los descubrimientos del año pasado corren el riesgo de ser anticuados. A menor velocidad transcurre un debate que parece estar a la sombra de las luces en las que se presentan las innovaciones y que se relaciona con la cuestión ética de la tecnología. Esto es qué uso le da la humanidad a los desarrollos inteligentes, la salud, la seguridad, la educación, el entretenimiento o, la guerra.
Cabe detenerse en las miradas que el cine ha efectuado sobre el tema a partir del género de ciencia ficción. Un par de ejemplos reflejan los temores. En el filme "Yo, robot", del año 2004, la acción transcurre en el año 2035 en la ciudad estadounidense de Chicago. La sinopsis expresa que las profecías apocalípticas sobre el poder de la tecnología se han cumplido y los robots han sido programados para realizar actividades humanas con la inteligencia y habilidad con que las desarrollamos nosotros, o incluso superior. La mayoría de los robots son de confianza y los humanos viven en completa armonía con ellos, dejando a su cargo el cuidado de sus casas y también el de sus hijos. Sin embargo, uno de estos robots se ve envuelto un día en el asesinato de un conocido científico. A partir de ese momento, el detective interpretado por el reconocido actor Will Smith será el encargado de capturar al autómata. En su búsqueda destapará un complot que tenía como objetivo acabar con la raza humana.
Bastante tiempo antes, en 1984, una película del director James Cameron se adelantó a la época. Se llamó Terminator y se situaba en el año 2029 en Los Angeles. De acuerdo a la sinopsis, las máquinas dominan el mundo, los rebeldes que luchan contra ellas tienen como líder a John Connor, un hombre que nació en los años ochenta. Para acabar con la rebelión, las máquinas deciden enviar al pasado a un robot -Terminator- cuya misión será eliminar a Sarah Connor, la madre de John, e impedir así su nacimiento.
Así, una película plantea un complot de los robots autómatas para acabar con la raza humana y la otra directamente muestra a un mundo dominado por las máquinas. ¿Qué tanto nos acercan los avances actuales que se logran en inteligencia artificial a esa ciencia ficción esbozada por el cine?
En una reciente entrevista con el diario New York Times, Toby Walsh, profesor en la Universidad New South Wales en Sídney y experto en materia de inteligencia artificial, advirtió sobre los riesgos y los escollos éticos de la adopción de estas tecnologías. El investigador, de 55 años, trabaja con la Campaña para Detener a los Robots Asesinos, una coalición de científicos y líderes de derechos humanos que busca detener el desarrollo de armas robóticas autónomas. Cuando le preguntaron por el argumento para tomar esta posición, respondió que no se puede permitir que las máquinas decidan si los humanos viven o mueren. Sostiene que las máquinas no tienen nuestra brújula moral, nuestra compasión ni nuestras emociones. El argumento técnico es que potencialmente se trata de armas de destrucción masiva y la comunidad internacional hasta ahora ha prohibido las demás armas de destrucción masiva.
Además, considera Walsh, si se producen estas armas, desequilibrarían la geopolítica del mundo. Las armas robóticas autónomas serían baratas y fáciles de producir, incluso con una impresora 3D, y podrían caer fácilmente en manos de terroristas. Otra cosa que las vuelve desestabilizadoras es que, con ese tipo de armas, sería difícil saber cuál es el origen de un ataque. Del otro lado, los que están a favor de las armas robóticas argumentan que, al limitar el número de combatientes humanos, las máquinas harían que los conflictos fueran menos mortíferos.
Por otra parte, un estudio publicado esta semana por científicos de la Universidad de California-San Francisco (UCSF) que cuentan con el respaldo de Facebook mostró progreso hacia un nuevo tipo de interfaz cerebro-computadora. El proyecto involucró implantes cerebrales, pero podría ser un paso hacia la meta de utilizar un método no invasivo como las gafas de realidad aumentada con sensores.
"Dentro de una década, la capacidad de escribir directamente desde nuestros cerebros podría darse como un hecho", dijo Facebook el martes en una publicación en línea que informó los avances de un proyecto anunciado hace dos años. No hace mucho tiempo, sonaba como ciencia ficción. Ahora, se siente al alcance, agrega.
Tal avance podría beneficiar a las personas con parálisis, lesiones de médula espinal, enfermedades neurodegenerativas u otras afecciones que impiden el habla. También podría permitir que las personas controlen objetos tecnológicos, como por ejemplo las gafas de realidad aumentada, con solo pensar, dijo Facebook. Nunca es demasiado temprano para comenzar a pensar en las preguntas importantes que deberán responderse antes de que una tecnología tan poderosa llegue a los productos comerciales, dijo a la vez la red social.