Con sus defectos, la democracia es el sistema que mejor hemos desarrollado desde la antigua Grecia hasta la actualidad para crear, organizar y hacer que funcionen las instituciones que regulan nuestra vida en comunidad. Los ciudadanos votamos para elegir a nuestros representantes, quienes una vez en el poder deben buscar el bien común siempre respetando la Constitución Nacional y el entramado de leyes. Democracia, entonces, no es solo ser elegido por las mayorías, sino respetar las reglas de juego, fortalecer las instituciones, respetar el equilibrio de poderes y promover la sana alternancia.
La sintética definición que ofrece el diccionario básico es que la democracia es el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Pero una cosa es el concepto de manual y otra la práctica política y la democracia puesta en práctica. Desde esta perspectiva, el reconocido escritor y filósofo español, Fernando Savater, consideró alguna vez que "la democracia es convivir con gente, actitudes, prácticas y acciones que no nos gustan, al igual que la libertad es aprender a convivir con lo que no nos gusta".
Por su parte, el Papa Francisco planteó, en mayo del año pasado, un pedido formal para quienes ejercen cargos públicos o asumen un rol protagónico en el gran escenario de la política. "Les pido a quienes tienen responsabilidad política de no olvidar dos cosas: la dignidad humana y el bien común", expresó con contundencia. Es que no son pocos los casos en el que quienes ascienden a las estructuras del estado se encandilan por las luces del poder y comienzan a olvidar que son servidores públicos que deben consagrarse a la búsqueda del bienestar general. Se trata de un divorcio entre la clase dirigente y el pueblo, un terreno fértil para la abundancia de políticos ineficientes o, peor aún, corruptos.
Volviendo a Savater, en un artículo publicado en 2012 en el suplemento cultural del diario El País de España aportó una reflexión general que se mantiene actual, y que bien vale plantear en esta editorial. "Es evidente que la crisis económica y sus consecuencias demoledoras en el Estado de bienestar europeo, la indignación contra los mercados financieros asilvestrados, el levantamiento popular contra las satrapías del norte de Africa, las alteraciones climáticas que las cumbres internacionales no logran evitar, etcétera… han conmocionado las bases rutinarias de las democracia establecidas. Cada vez resulta más claro para más gente que el sistema no puede funcionar poniendo el piloto automático o dejando que los profesionales de la política sigan cooptando entre ellos apaños cada vez más ineficaces. Más allá de demostraciones de descontento comprensibles, pero que a veces favorecen el regreso de opciones totalitarias (tanto la extrema derecha como la extrema izquierda están permanentemente indignadas contra la democracia y se aprovechan de la confusión) parece urgente no quizá refundar sino al menos reactivar la democracia".
La consigna de reactivar la democracia es interesante. Ejercer su defensa implica interesarse, participar en los asuntos del barrio, de la escuela, del club o del gobierno de la ciudad, la provincia o la Nación. Es indispensable de tanto en tanto quitarle el polvo a los valores fundacionales de toda democracia para no perder de vista que el interés colectivo es la prioridad.
Uno de los más destacados politólogos estadounidenses, el profesor de ciencia política en la Universidad de Yale, Robert Dahl -falleció en febrero del año pasado-, consideró en su libro "Democracy and Its Critics" que escribió en 1989, que "ningún país actual alcanza el ideal de democracia, que es una utopía teórica".
De todos modos, es el sistema que aún con falencias ordena nuestra vida cotidiana. En la Argentina traumatizada a lo largo de su historia del siglo XX por las intervenciones militares, sumamos 32 años de democracia continuada. No es poco. Hoy en Santa Fe los ciudadanos tenemos la oportunidad de votar a las autoridades que gobernarán la Provincia, las ciudades y los pueblos a partir de diciembre de este año.
Más allá de las críticas que podamos tener con "los políticos", que bastante han hecho para alimentar una pésima reputación, las elecciones primarias de este día constituyen una nueva oportunidad para reafirmar nuestro sistema democrático y continuar mejorándolo a partir del compromiso, sin mirar para otro lado.
"La importancia del voto radica en su naturaleza de recurso para definir los caminos a seguir por parte de una comunidad, incluidos grupos reducidos o también grandes regiones administrativas, como los municipios, las provincias o el Estado nacional", destaca un sitio especializado en los asuntos de la democracia.
El escritor peruano Vargas Llosa consideró que la democracia, aunque no es perfecta, es perfectible y constituye el menos malo de todos los sistemas, pues permite ejercitar y actuar con libertad. Hoy es un buen día para hacer perfectible nuestro régimen de gobierno. Y cada día lo es.