SUPLEMENTO ESPECIAL

La Iglesia y sus enseñanzas sobre el mundo del trabajo

Por Javier Alfonso, (Redacción LA OPINION). - Trabajo y cristianismo están íntimamente relacionados. El primero necesita del segundo y el segundo del primero.

Dios Padre trabajó en su obra creadora. Jesucristo trabajó en su obra redentora. El hombre también trabaja para redimirse como camino de salvación y de colaboración al misterioso plan de Dios sobre la humanidad.

“Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”, respondió Jesús en su tiempo a los maestros de la ley hebrea que lo criticaban, según se lee en el Evangelio según san Juan 5,17.


OFICIO DE

CARPINTERO

Antes de su vida pública, según el magisterio de la Iglesia, Jesucristo trabajó en el humilde oficio de carpintero, que había aprendido de su padre putativo, san José Obrero; trabajo a través del cual sostenía a su pequeña familia en el pueblo donde vivían, Nazaret.

Con el correr de los siglos en la historia del cristianismo, y más aún después de la Revolución Industrial, muchos Papas se refirieron extensamente al trabajo, como elemento necesario y “dignificante” de la condición humana.

Sin dudas que las obras máximas referidas a esta temática inherente al cristianismo, fueron las encíclicas “Rerum Novarum” (o “De las cosas nuevas”), primera encíclica “social” de la Iglesia Católica, escrita por el papa León XIII el 15 de mayo de 1891. Estuvo dirigida a políticos y dirigentes de su tiempo, donde el papa se refería a las clases trabajadoras apoyando expresamente el derecho laboral a “formar uniones o sindicatos”.

Ya en tiempos recientes, al cumplirse 90 años de la “Rerum Novarum”, el 15 de mayo de 1981, el papa Juan Pablo II escribió la encíclica “Laborem Exercens” sobre “el Trabajo Humano” que aportó frescura y actualidad al tema en su extenso pontificado que vio el auge capitalista y la caída del régimen soviético.

Finalmente nuestro actual papa Francisco, se refirió en numerosas ocasiones al trabajo instando a los responsables de la economía mundial a garantizar "oportunidades de trabajo digno" y evitar la reducción del mercado laboral.

"Alcemos la voz juntos para que los responsables del pensamiento y de la gestión de la economía tengan el coraje de refutar una economía de exclusión y sepan abrir nuevos caminos", pidió el Papa Francisco en su intención de abril de 2018.

"La economía no puede pretender sólo aumentar la rentabilidad, reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos",  explicó Francisco en esa oportunidad. 

Si las palabras de nuestro argentino Papa Francisco nos parecen duras, cabe aclarar que siguen la misma línea no menos duras de los más excelentes apóstoles del cristianismo.

“Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”, dijo el apóstol san Pablo en la segunda carta a los Tesalonicenses 3,10. Agregando: “nos enteramos que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan”, concluyó Pablo en el consejo apostólico a los cristianos de Tesalónica.

Volviendo al tiempo actual, decía el papa Pablo VI el 5 de enero de 1964, hablando sobre la vida familiar de Jesucristo durante su vida oculta: “Aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano…”.

“Ora et labora” (Reza y trabaja) es el lema de los benedictinos, según lo había dispuesto San Benito en su regla a los monjes a principios del siglo VI.

Y más preciso aún: “Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”, dice la frase atribuida al padre de los jesuitas, San Ignacio de Loyola.


ACTIVIDAD

ECONOMICA

En referencia directa a la actividad económica y a la justicia social en pleno siglo XX, el Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et Spes (“Gozo y Esperanza”), sobre la Iglesia en el mundo de hoy, dice claramente:

“El desarrollo de las actividades económicas y el crecimiento de la producción están destinados a satisfacer las necesidades de los seres humanos. La vida económica no tiende solamente a multiplicar los bienes producidos y a aumentar el lucro o el poder; está ordenada ante todo al servicio de las personas, del hombre entero y de toda la comunidad humana. La actividad económica dirigida según sus propios métodos, debe moverse no obstante dentro de los límites del orden moral, según la justicia social, a fin de responder al plan de Dios sobre el hombre”.

Profundiza más aún el catecismo de la Iglesia Católica: “El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra. El trabajo es, por tanto, un deber […] El trabajo honra los dones del creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del trabajo, en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a realizar.

“En el trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en la naturaleza. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre mismo, que es su autor y el destinatario. El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. Cada cual debe poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y para prestar servicio a la comunidad humana”, concluye (Cf. CIC 2427,2428).


DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA

La doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX, cuando se produce el encuentro entre el Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para producción de bienes de consumo, su nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad.

El desarrollo de la doctrina de la Iglesia en materia económica y social da testimonio del valor permanente de la enseñanza de la Iglesia cristiana.

La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio, da orientaciones para la acción.

Algunos de estos criterios principales mencionados son:

* Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar determinadas enteramente por los factores económicos, resulta contrario a la naturaleza de la persona humana y de sus actos;

* Una teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad económica es moralmente inaceptable. El apetito desordenado de dinero no deja de producir efectos perniciosos. Es una de las causas de los numerosos conflictos que perturban el orden social (Cf. Gaudium et Spes, 63, 3);

* La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al “comunismo o socialismo”. Por otra parte, ha rechazado en la práctica del “capitalismo” el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano. La regulación de la economía […] únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque “existen numerosas necesidades humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado”. Es preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común”.


MAGISTERIO

DE FRANCISCO

El exarzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, y luego Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado en 2013 se refirió en numerosas ocasiones al trabajo de manera pedagógica, principalmente refiriéndose a sus asimetrías, desvíos y condiciones contradictorias o inaceptables.

He aquí una breve colección de algunas de esas orientaciones:

* “La economía debe seguir el camino de los empresarios, políticos, pensadores y actores sociales que ponen en primer lugar a la persona humana y hacen todo lo posible para asegurarse de que haya oportunidades de trabajo digno". (Roma, abril de 2018).

* Los "mercaderes de muerte" y los traficantes de personas "tendrán que rendir cuentas un día ante Dios", aseguró el papa Francisco en la plaza de San Pedro, donde pidió también luchar contra el trabajo infantil. "¡Los mercaderes de muerte no vienen a la plaza de San Pedro!", dijo Francisco frente a la muchedumbre reunida para la tradicional audiencia general de los miércoles. 

"¿Creen que los corruptos, los que trafican con personas y los traficantes de armas están realmente contentos? No, porque saben que en el más allá tendrán que rendir cuentas a Dios. No se llevarán con ellos ni el dinero y el poder ni su orgullo [...] Un día todo termina", dijo el Papa. (Roma, junio de 2014).

* "Decenas de millones de niños están obligados a trabajar en condiciones degradantes, expuestos a formas de esclavitud y explotación, así como a los abusos, los malos tratos y la discriminación", recordó el papa. "Espero sinceramente que la comunidad internacional pueda ampliar la protección social de los menores para erradicar este flagelo. Renovemos todos nuestro empeño, en particular las familias, para garantizar a cada niño y niña la salvaguardia de su dignidad y la posibilidad de un crecimiento sano", añadió. (Roma, junio de 2014).

* "El trabajo no tiene sólo un fin económico y de beneficios, sino ante todo un fin que atañe al hombre y a su dignidad. ¡Y si no hay trabajo esa dignidad está herida!", dijo el Papa. 

Agregó que "cualquier persona sin empleo o subempleada corre, de hecho, el peligro de que la sitúen al margen de la sociedad y de convertirse así en una víctima de la exclusión social", sostuvo el pontífice. (Roma, junio de 2014).

* "Es necesario reafirmar que el trabajo es una realidad esencial para la sociedad, para las familias y para los individuos y que su principal valor es el bien de la persona humana, ya que la realiza como tal, con sus actitudes y sus capacidades intelectuales, creativas y manuales". "El trabajo es un bien de todos, que debe estar al alcance de todos. Hay que abordar esta fase de grave dificultad y de desempleo con las herramientas de la creatividad y la solidaridad". (Roma, junio de 2014).

* "Si cada uno aporta lo que le corresponde, si todos ponen en el centro a la persona humana con su dignidad, si se consolidan la solidaridad y el reparto fraternal, inspirados en el Evangelio, se podrá salir del marasmo de una época económica y laboral dura y difícil". (Roma, junio de 2014).




Autor: REDACCION

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