El 2021 no fue la excepción para la campaña ambiental denominada "la Hora del Planeta", el acto mundial de apagado de luces que se realiza desde hace 15 años con el objetivo de llamar la atención sobre la crisis de la naturaleza disparada por el cambio climático. Si bien esta movilización ciudadana que organiza World Wide Fund for Nature (WWF) y comenzó en Sidney en 2007 cuenta con el apoyo de las principales urbes del mundo desde un primer momento -ya son más de 7.000 ciudades de más de 180 países las que adhieren a la convocatoria, apagando las luces de edificios emblemáticos-, en los últimos años también se sumaron los individuos, lo que refleja un compromiso creciente con la problemática del medio ambiente.
El hecho de apagar las luces durante una hora no trata de evitar ninguna consecuencia climática, pero si busca crear conciencia en las personas para que sus actos sean más responsables con el medio ambiente. La Hora del Planeta se celebra cada año el último sábado del mes de marzo para concienciar sobre la necesidad de tomar medidas urgentes contra el cambio climático producido por la actividad humana.
Como informa la organización ambientalista Vida Silvestre, el cambio del clima es atribuido, directa o indirectamente, a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. De esta forma, un cambio climático puede tornarse peligroso cuando amenaza severamente a las sociedades, sus economías y el mundo natural.
Se define como cambio climático peligroso al aumento de la temperatura media de la superficie global por encima de los 2 º C (tomando como base los inicios de la revolución industrial). Además, ya es un hecho real, más allá de cualquier incertidumbre científica. El cambio climático ya llegó y podemos verlo. El aumento global promedio de temperatura ya se encuentra en los 0,8ºC en relación a los registros del último siglo. Hay coincidencia de que las principales causas de esta metamorfosis climática han sido la quema de combustibles fósiles y los cambios en el uso de la tierra, que han liberado dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, desde el inicio de la revolución industrial en el siglo XVIII.
Como consecuencia, ya enfrentamos pérdida de biodiversidad, derretimiento de glaciares, fenómenos climáticos extremos, acidificación de océanos, cambios en los hábitats, entre otros efectos, los que repercuten en las comunidades, afectando gravemente a 325 millones de personas, causando 300 mil muertes y generando pérdidas de US$ 125 mil millones por año, en todo el mundo según WWF.
Para poder prevenir los desastres derivados del cambio climático, los científicos afirman que tenemos que mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC. Si la temperatura avanza a 2ºC, los impactos podrían ser irreversibles, a raíz de la escasez de agua que afectaría de 1 a 3,2 mil millones de personas más debido, principalmente, a sequías y derretimiento de glaciares; la inseguridad alimenticia para 400 millones de personas, los riesgos de inundaciones en áreas costeras para 180 millones de personas debido al aumento del nivel del mar por derretimiento de hielos y tormentas más intensas.
Para mantener la temperatura global promedio por debajo de los 2ºC, es necesario reducir las emisiones de los GEI en al menos un 80% en 2050 respecto a los niveles de 1990. La reducción de GEI debe ser la mayor respuesta política de los países desarrollados, quienes tienen la responsabilidad ineludible de liderar el camino hacia un futuro “neutral en carbono”, con el objetivo de mantener el incremento de la temperatura por debajo de los 2˚C, según advierte la organización ambientalista Vida Silvestre.
Entre todos, es posible reducir las emisiones de GEI. Cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, puede evitar la emisión de toneladas de CO2 modificando algunas conductas habituales y siguiendo algunos consejos útiles, como apagar la luz, elegir electrodomésticos eficientes, no comprar productos de plásticos de un solo uso, poner el aire acondicionado a 24 grados, utilices opciones eficientes de transporte -como la bicicleta-; cerrar la canilla, separar la basura y plantar árboles nativos.
Lógicamente, el impacto de un individuo no es equiparable al de las grandes industrias, ni al de los países desarrollados. Estos últimos, emisores históricos de GEI, tienen el deber indiscutible de mitigar sus emisiones y de financiar soluciones para los daños, actuales y futuros, causados en los países en desarrollo y regiones vulnerables, como el Polo Norte y la Antártida.
Para Vida Silvestre, el cambio climático es, sin dudas, el problema ambiental más importante al que se enfrenta la humanidad. Y si bien preocupa y alarma el calentamiento global, entre todos es posible enfrentar este desafío.