Editorial

La historia que no se cierra

A finales de este 2019 se cumplirán 36 años desde que la Argentina vive en democracia. Nuevas generaciones de jóvenes nacieron, se criaron y maduraron en el marco de un sistema de libertad y vigencia de los derechos civiles, lo cual no es poco teniendo en cuenta la historia de nuestro país en el siglo 20 fuertemente atravesada por los golpes militares. Y también considerando las sucesivas crisis sociopolíticas y económicas que se han registrado en estos últimos 36 años, que en otros tiempos se saldaban con la irrupción de los militares. 

Si bien la preservación y continuidad del Estado de derecho constituye un activo que el país ha podido mantener, el espíritu de una grieta ancha que tiene profundas raíces en la historia sigue hasta la actualidad. Se trata de una pelea que le quita energías a una nación que todavía discute el modelo de país que quiere ser. Aquellas divisiones de los principios de la República y que siguieron bien entrado el siglo 19 se las han ingeniado para perpetuarse, con cambios de piel, en la superficie o por momentos en los sótanos de nuestra sociedad. 

Se reprocha que la Argentina nunca ha podido ponerse de acuerdo con que querer ser y por tanto todavía hay sectores con visiones distintas que impulsan uno u otro sistema de organización, pero sin llegar a una síntesis superadora. Se elogia el modelo de Australia, algo así como envidiar al vecino, pero ni siquiera se trata de copiar y el intento se frustra. 

La dictadura militar que comenzó el 24 de marzo de 1976 es quizás la más emblemática y sangrienta expresión de esa grieta histórica que acompaña a la Argentina desde los tiempos de la revolución y la independencia, tensiones y conflictos que por ahí se calman pero que, como un volcán, estallan de tanto en tanto.

A partir de un día como hoy pero de hace 43 años, una Junta Militar impuso la dictadura más sangrienta de la historia nacional -que se mantuvo hasta fines de 1983- durante la cual persiguió, torturó y asesinó a miles de argentinos; dictó normas por encima de la Constitución; disolvió el Congreso y los partidos políticos; prohibió la actividad sindical; anuló la libertad de expresión y devastó la economía nacional. La Constitución Nacional, es decir, la ley de leyes de la República Argentina, dejó de regir la vida política del país y los ciudadanos quedaron subordinados a las normas establecidas por los militares.  

Desde hace 17 años, cada 24 de marzo se conmemora en nuestro país el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia para recordar a las víctimas de la última dictadura militar, proceso que se inició el 24 de marzo de 1976 a través de un golpe de Estado que depuso al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Esta conmemoración fue establecida en el año 2002 por Ley de la Nación N° 25.633, en cuyo artículo 2 se establece que en el seno del Consejo Federal de Cultura y Educación, el Ministerio de Educación de la Nación y las autoridades educativas de las distintas jurisdicciones acordarán la inclusión en los respectivos calendarios escolares de jornadas alusivas al Día Nacional instituido por el artículo anterior, que consoliden la memoria colectiva de la sociedad, generen sentimientos opuestos a todo tipo de autoritarismo y auspicien la defensa permanente del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos.

Con este feriado del 24 de marzo, se busca mantener viva la memoria e informar a los chicos sobre los hechos, aunque sean dolorosos, es una forma activa de defender los derechos humanos y el futuro de todos. Entre los años en que duró esta dictadura, más de 30 mil personas fueron desaparecidas -otro minidebate no cerrado reside en la cantidad de desaparecidos-, se perpetraron un centenar de secuestros, privaciones ilegítimas de libertad, torturas en centros clandestinos de detención, apropiación de recién nacidos y exilios forzados de miles de argentinos.

Como se escribe en los manuales escolares, el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y Justicia es una fecha en la que se conmemora y busca mantener vivos en la reflexión y memoria social los tristes acontecimientos producidos en la última dictadura militar. No con el objetivo de depositar una visión estática sobre aquella etapa tan oscura, no con el objetivo de perpetuar un ánimo social irreparable, no con la intención de vivir con la mirada puesta en el pasado. Pero sí con el objetivo de tener presente los errores cometidos y las consecuencias terribles que de ellos pueden desprenderse, sí con el objetivo de una consciente muestra de respeto por las familias víctimas de la desaparición de un hijo, una hija, una nieta o un nieto, sí con el objetivo de buscar justicia y dar luz a los acontecimientos que tuvieron lugar en aquella triste etapa de la historia argentina.


Autor: REDACCION

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