Cuál es el origen del grupo
Nosotros veníamos trabajando con El puente, una obra de Carlos Gorostiza, desde dos mi catorce. Casi todos éramos alumnos de Agustín Alezzo. El grupo -que no tiene nombre todavía- participa de El vértigo, de Armando Discépolo. Y un diez por ciento los fuimos trayendo y viene de otros lados. Cuando terminamos El puente quedó un grupo unido muy grande, una parte fue a hacer Trescientos millones de Roberto Arlt, y nosotros nos fuimos con Discépolo. Un grupo muy lindo y muy trabajador, que ojalá sigamos con otras obras.
El resultado de habernos formado con Agustín Alezzo
Cada uno llegó vocacionalmente y por casualidad, al menos ése es mi caso. Llegué a Alezzo muy chico, con dieciséis años, iba a estudiar a la escuela de Claudio Tolcachir, me llama un amigo y me dice que está estudiando en esta escuela, venite, creo que te va a gustar, es ideal para vos. Entonces empecé a esa edad, sin tener idea quién era Alezzo, y seguí cursando segundo y tercer año, y nos conocimos en dos mil siete con Leo Minotti. Yo venía de Andamio 90 y él venía de Julio Chávez. (M.L.)
Había empezado a estudiar con un par de profesores hasta que me di cuenta que si quería hacer realmente esto tenía que estudiar con los mejores y el tiempo pasaba y valía oro. En ese momento fui con el que creía que era el mejor, que era Chávez, después terminé la escuela de Julio, y no sabía dónde ir, él estaba haciendo Yo soy mi propia mujer, la dirigía Alezzo, me llamó la atención, él nos vino a ver en una muestra, me pareció muy interesante, además como la figura de maestro, el viejo que venía con su bastón a dar cátedra, entonces fui con Agustín, me enamoré, estuve varios años, una escuela importantísima, hablo un poco por los dos, creo que nos formó como actores, como docentes, como directores, te cambia la cabeza, te mete ese chip que te construye. (L.M.)
Cómo definimos a Alezzo como alumnos
Alezzo es principalmente uno de los grandes maestros de la historia de nuestro país. Es una persona que te forma, por ahí podés ir de un maestro a estudiar, a entrenar y hasta a divertirte también. Creo que Agustín es una persona que te forma, y te moldea, y uno necesita esos años con él. Algunos son maestros como inmediatos, podés ir un año y estudiás cosas que te sirven, pero con Agustín podés ir siete años y te va a formar y te va a cambiar la cabeza, por ahí si vas un año no te sirve. Es un tipo muy sabio. (L.M.)
Lo que puedo agregar es que no solo te forma como actor, sino que te forma en la vida. En mi caso fue como un padre prácticamente. El sostiene que uno crece como actor en la medida que uno crece como persona. Entonces en las clases no se habla de lo que hay que hacer para llorar, o qué hay que hacer cuando ocurre tal cosa, como la técnica en sí mecánica, sino que se cita a la vida. Se trabaja con textos clásicos y no clásicos, nacionales e internacionales. Pero sobre todo con situaciones de la vida, son muy lindos esos pasajes de él para la clase, se pone hablar de situaciones que se asemejan con la vida de uno. Son esas clases donde te vas cargado de emociones, te está hablando de la vida, del amor, del paso del tiempo, de los padres, de los sueños, de las frustraciones, de la sociedad. Entonces aprendés de la vida, de lo verdadero. (M.L.)
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Leopoldo Minotti y Matías Leites
Palabra de anfitrión
Estos jóvenes actores, alumnos del gran actor y director Agustín Alezzo, están preparando esta obra que trata de una familia de origen italiano y de profesión plateros que vivían en una casona de Buenos Ares de principios del siglo XX, más o menos como mi casa. En su afán de perfección me pidieron venir al taller para familiarizarse con el lugar y con el oficio, para que el conocimiento ayude a expresar su emoción. Cuando los vi ensayar me corrió frío por la espalda y esto lo hablé con mis ayudantes y sentimos todos lo mismo, se mezclaron los roles y todos éramos parte de lo mismo. Algún día les contaré que esta casa cuando la compré en 1970 era para hacer un pequeño teatro. Queridos amigos, el arte es la alegría de los hombres y la manifestación de Dios en nosotros, gracias por tanta emoción. ¡Que viva el Arte y los Artistas!
Juan Carlos Pallarols, artesano orfebre
De aquí y de allá
Hace tres años tuve la oportunidad de conocer Italia, más precisamente la ciudad de Roma y quedé fascinada, por muchas razones. No fueron solo las ruinas colosales, la majestuosidad artística del Vaticano, la famosa Fontana di Trevi. La más fuerte impresión que tuve fue en una manifestación de Familiares de Víctimas de la Mafia cuando empecé a escuchar los apellidos enunciados por los familiares mismos.
Escuché sonidos conocidos hasta que decidí anotarlos por la sorpresa que tenía. Muchísimos apellidos eran reconocidos por mí, no solo de Buenos Aires sino de Salta, mi provincia natal.
Como si no lo supiera, me di cuenta de la tremenda inmigración italiana que hay en nuestro país y lo familiar que nos parece que ya no nos llama la atención. Igualmente recordé términos, palabras, giros, que me vienen de mi madre, cuando era niña, y después. Y que venían de los italianos que llegaban a Salta.
El idioma se me acercaba, y descubría oraciones enteras igual al castellano, al español.
Miraba el paisaje humano y era muy parecido a estar en Buenos Aires…
Por todo esto que digo, la obra de teatro “El vértigo”, de Armando Discépolo, dirigida por Leopoldo Minotti (clara ascendencia italiana) y Matías Leites, a la que asistí en el Museo Pallarols, me cautivó. Porque tiene condimentos ciento por ciento italianos. Hay un descontrol en los personajes, mucha pasión, la unión de la familia ante quien ataca a algún miembro de ella, y los grandes temas como el amor y la ambición.
Si pienso en el autor, Discépolo, un clásico, hijo de italianos, se crió hablando italiano y escuchando las anécdotas de los miles de inmigrantes llegados a Buenos Aires después de la segunda mitad del siglo XIX, material que luego utilizaría para su producción dramática.
Es el creador y máximo representante del grotesco criollo, género nacido a partir del sainete, que ahonda en los problemas de los inmigrantes.
Así es que siento que somos un pueblo de brazos abiertos, más allá de las excepciones, que respetamos al otro, que hemos aprehendido la diversidad y que eso nos enriquece. Y seguiremos en el aprendizaje de vivir en la diversidad en un país de tan grande extensión sin olvidar a los primeros habitantes de este suelo, los pueblos originarios, agradeciendo a la Pachamama su cobijo.
Sara Mamani - cantora, autora y compositora salteña