Editorial

La figura materna

El tercer domingo del mes de octubre, es decir hoy, se celebra en nuestro país el Día de la Madre. Un verdadero y muy sentido acontecimiento familiar, y aunque se haya dicho en infinidad de ocasiones es oportuno repetir, la madre, por el valor que tiene dentro del conjunto y por su simbolismo, debería tener su día los 365 que integran el año. Ni más, ni menos, pues se trata de un elemento no sólo indispensable, sino generador de afecto, comprensión, respaldo y absoluta incondicionalidad hacia todos y cada uno de los miembros del grupo familiar. 

La costumbre hace que todos nos reunamos en torno a una mesa, en la cual la mamá es la homenajeada, para serle reconocida en toda su enorme dimensión, la gratitud y el reconocimiento, a lo cual se suman obsequios de la mayor diversidad, aunque el más preciado, será sin dudas el beso y el abrazo de sus hijos. Quienes encuentran en ella, la solución de todos sus problemas y el consuelo para sus pesares, una situación que transcurre invariablemente por todas las edades. En cada alegría, en cada aflicción, seguramente estará presente la figura de la madre, derramando esa sabia mezcla de amor y comprensión.

Que lleguen las flores, los perfumes, las joyas, tal vez una modesta esquela repleta de cariño, que seguramente serán recibidas con una sonrisa y afectuosas muestras de agradecimiento, pero que el verdadero gozo, la incomparable satisfacción de una madre estará en la sola presencia de sus hijos, unidos en el afianzamiento familiar, mostrando así la enorme obra creada con el sustento del amor, pero rodeado por todos los atributos y cualidades que una madre sabe derramar con tanto conocimiento.

Hoy tenemos entonces la oportunidad del reconocimiento, de testimoniarle a mamá todo el amor y el cariño que se ha ganado a través del tiempo, casi siempre en silencio, desapercibidamente, con total humildad y con algo de complicidad cuando el momento lo exige de esa manera. ¡Cuánta grandeza en sus actitudes! 

Y quienes ya no la tienen materialmente, aunque indeleblemente presente en su corazón a través del recuerdo, tienen la ocasión de volcar su afecto con más fuerza, con ese vigor que sólo puede generar la entrañable figura materna.

Como homenaje a todas las madres, reproduciremos a continuación parte de un bellísimo poema de Alejandro Tapia y Rivera, escrito en 1857. "A mi madre": Oh sol de mi niñez, madre querida,/ que te ocultas en nubes de pesares,/ los ecos de mi alma entristecida/ lleve hacia ti la brisa de los mares.

No muevo el arpa a melodioso canto/ por seguir el fantasma de la gloria,/ cada son es la gota de este llanto/ que consagro a tu plácida memoria.

Si lleno de pesar mi triste pecho/ su llanto no vertiera en este día,/ a mis penas el alma cauce estrecho/en mares de dolor se anegaría.

Si yo culpable fui o si he sembrado/de crímenes la tierra que me abriga,/ o al cielo en su justicia he provocado/¿por qué, oh madre, porqué cruel te castiga?

¿Por qué sumida en la doliente ausencia/ te erige sus cadalsos el dolor?/ Tu delito fue darme la existencia,/ ¡fue tu delito tu materno amor!

¿Quién de ti me apartara, madre mía?/¿Quién ha turbado tu felice anhelo?/ el que trueca en desorden la armonía,/ y la paz ahuyentó del triste suelo.

El oro, sí, fue el oro mercenario/ que abrojos presta al cabezal del hombre,/ el oro a la ventura necesario/ hasta de aquel que aborreció su nombre.

Lo buscaré, sí, madre, y la ventura/ a vivir con nosotros volverá,/ su tiránica ley, de la natura/ los vínculos de amor no romperá.

En aras pues de bienhechores tratos/ van con destino, madre, a tu sustento,/ de mi primer afán los dones gratos,/ son muestras de esperanza y de contento.

Que no la vanidad ni las grandezas,/ ni codicias injustas, criminales,/ me impulsan a soñar con las riquezas,/ mis fines son, lo juro, celestiales.

La paz del corazón, el goce santo/ de la familia en el honrado gremio,/ el bien no individual, son el encanto/ que busca el corazón cual grato premio.

¡Ah! ¡si cual ave que llevó ligera/ a sus hijos las presas inocentes,/ en alas de mi amor volar pudiera/ o darte mis abrazos elocuentes!

Tú me diste tu sangre en alimento/ en la risueña edad de mi lactancia,/ hoy mi sudor, mi ser, todo mi aliento/ los cuidados te pagan de la infancia.

Y aun yacen en mi pecho enrojecidas/ por fuego de virtud, las bendiciones/ que me diste al partir, no desoídas/ se pierdan tus maternas oraciones.

Tras compartir este bellísimo poema del puertorriqueño Tapia y Rivera, un amplísimo deseo de ¡feliz día a todas las mamás!

Autor: Redacción

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