Editorial

La falta de seguridad jurídica

Cuesta creer tanta desorganización nacional, tanta improvisación y tantos giros en la estructura normativa que impiden pensar y proyectar a mediano y largo plazo. El modelo instaurado por el actual gobierno nacional, como alguna vez lo definió el jefe de Estado, es el "vamos viendo" sin un plan o modelo económico que ayude a recrear la confianza en el país. Otro error presidencial es afirmar que no necesita, precisamente, un programa que ordene un conjunto de medidas para buscar la recuperación productiva y el crecimiento que permita generar trabajo genuino. Si bien está convencido de que es lo correcto, evidentemente el resto de los agentes económicos que operan en el mercado no están de acuerdo y lo hacen saber claramente. 

En este escenario, si el Gobierno nacional no puede ofrecer hoy a nueve meses y medio de gestión ni un acierto en materia económica más allá de un puñado de políticas asistenciales para morigerar el impacto de la cuarentena eterna por la pandemia, evidentemente es necesario cambiar las cosas que se hacen para lograr resultados diferentes. Por ahora se impone un "plan sarasa" que apenas logró un acuerdo con bonistas para reprogramar vencimientos de títulos de la deuda emitida bajo legislación extranjera. En otro contexto, hubiera sido un objetivo para aplaudir de pie, pero toda vez que su impacto en la economía ha sido neutro, es decir se valoró un par de días y no mucho más, entonces la realidad marca que no ha sido gran cosa. El invisible pero poderoso mercado vuelve a imponer su ley.   

Argentina puede haber, negociación mediante, postergado vencimientos de la deuda con acreedores privados -aún resta una áspera batalla con el FMI- pero si no tiene una hoja de ruta para explicar cómo hará para crecer, entonces navegará siempre en medio del mar sin rumbo fijo y sin instrumentos que ayuden a realizar un viaje más agradable, menos traumático. 

No sorprende, entonces, que la imagen positiva del Presidente que rondó el 80% en el inicio de la pandemia, cuando los argentinos aprobaban ampliamente la estrategia para frenar la velocidad de contagio del Covid, se haya desplomado hasta un pobre 35% seis meses después. El país ya no soporta los embates contra la justicia, la mala praxis económica y las políticas contra el virus. Los indicadores son contundentes en este sentido, puesto que la Argentina se ubica entre los 10 países con mayor cantidad de casos positivos, entre los 15 con mayor cantidad de fallecimientos y entre los 5 con mayor caída del PBI. No hay nada positivo en la gestión del gobierno. 

Ante esta situación, el dólar se presenta como el único refugio para defender el poder adquisitivo del salario de la renta cualquiera sea su origen. Pero como es escaso, el Gobierno nacional intenta sin demasiado éxito la implementación de medidas desesperadas para detener la sangría de billetes estadounidenses que agregan incertidumbre en una economía explosiva. Los desaciertos y la falta de confianza generan un terreno fértil en el que crecen los rumores sobre lo que puede suceder con depósitos tanto en dólares como en pesos que se encuentran en el sistema financiero, y que incluso alcanzan las cajas de seguridad. Una bola de nieve que se agranda a medida que avanza sin que las autoridades busquen desactivar, en un escenario de fractura política en que unos y otros no se ponen de acuerdo en casi nada. Un despropósito. 

La respuesta del Presidente ante esta crisis es que los argentinos deben acostumbrarse a ahorrar en pesos y no en dólares. No fue creativo en su recomendación pues decenas de políticos y economistas repitieron esa frase sobre las cenizas de la economía. En tanto y en cuanto el país no logre encausar un modelo de crecimiento inclusivo y sustentable que mejore la calidad de vida de todos nadie que pueda ahorrará en pesos, un papel que se desvaloriza ante cada yerro de los gobernantes. Ahora el jefe de Estado cuestiona a medios de comunicación -también a opositores- al catalogarlos de desestabilizadores de la democracia por el solo hecho de marcar las deficiencias de su administración. 

La inseguridad jurídica que amenaza los ahorros bancarios a partir de versiones también alcanza la toma de tierras en todo el territorio nacional, aunque con mayor fuerza en el Conurbano bonaerense. Si bien nadie puede duda de que miles de familias pobres viven en condiciones marginales y precarias que nos avergüenzan como sociedad, no justifica apropiarse ilegítimamente de terrenos privados que no pertenecen a familias acaudaladas. La ocupación de un predio de 100 hectáreas en la localidad bonaerense de Guernica es el emblema de esta ola de tomas que no pueden evitar los poderes del Estado, ejecutivos, legislativos y judicial. Se necesitan gobernantes dedicados, capacitados y decididos a buscar soluciones creativas. El tiempo dirá si los funcionarios actuales pueden dar una respuesta adecuada. 



Autor: REDACCION

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