Sociales

La entereza de Cacho

Por Raúl Vigini

Con el paso del tiempo ya no es posible recordar algunos episodios vividos. Otros quedan por siempre inalterables en nuestra mente.
Aquella vez, hace diez años, alguien allegado nos facilitó un número de teléfono móvil porque nos interesaba ubicar a un destacado hombre de los medios de comunicación. Con el paso de los días nos decidimos hacer la llamaba correspondiente con total convicción pero también dudando del resultado esperado como es habitual en estos casos, pero el intento lo justificaba porque los lectores del Suplemento Cultural “La Palabra” lo merecían.
Lo cierto es que esa primera vez del contacto nos resultó tan grato y ameno que parecía serlo con un conocido de toda la vida. Se sucedieron varios más en distintos meses debido a que el titular del teléfono estaba de viaje por trabajo ya que su contrato con la empresa de laboratorios le demandaba recorrer el país, desde donde atendía nuestra requisitoria cada vez que le resultaba posible. A lo que seguía su pedido de disculpas por no poder recibirnos en la capital del país oportunamente. De todas maneras ese día llegó en otro momento y fuimos convocados a un hotel internacional céntrico porteño donde compartimos un café sin mayores protocolos en nuestras presencias y modalidades.
Ese encuentro permitió una charla que podemos pensar de rutina, pero no lo consideramos de esa forma puesto que se mostró muy interesado en aportar datos biográficos así como anécdotas y momentos destacados por los que fue reconocido.
Sus palabras desprovistas de magnificencia revelaron ideas propias cuando expresó a sus ocho décadas en la entrevista que en la intimidad fue Norberto Palese, pero que cuando salía a la calle sabía que tenía que comportarse como Cacho Fontana porque la gente lo conoció de esa manera y era lo que esperaba de él.
Y que de joven siguió a una chica en el subte, porque era enamoradizo, resultó que ella vivía en Wilde, y hasta allá fue. Cuando le dijo a su madre para llevarla a casa así podía conocerla, ella le dijo: “¿Acá la vas a traer?”. Y allí se dio cuenta en la humildad de su hogar que no había advertido antes.
Aunque nos parezca mentira, este señor de los medios creía que de sus trabajos el que menor importancia tuvo fue Odol. “Yo en Odol primero hice el comercial, después dije ‘Odol’ con todas las eles que le puse porque no supe dónde parar, una vieja historia pero real. Después me dieron la conducción, Augusto Bonardo decía ‘correcto’, yo le puse ‘con seguridad’”.
Estando nuestro recordado locutor en un ecléctico programa televisivo de alta audiencia lo escuchamos aclarar a la conductora cuando ella expresó: “Porque nosotros Cacho somos famosos…”, a lo que él respondió: “No, Anabella, no te confundas, de ninguna manera, nosotros somos populares, Mirtha Legrand es famosa”. Anécdota que tomamos para nuestro archivo de frases destacadas y mencionarla toda vez que fuera posible.
También nos consta que conversando con Carlos David Pogoriles, aquel ganador del certamen Odol Pregunta contestando acerca de Vida y obra de Manuel Belgrano siendo adolescente, confirma que era invitado habitualmente por el conductor del programa que también leía los textos comerciales en las canchas de fútbol los fines de semana y así compartían el partido del domingo merced a su generosidad.
Todos estos pequeños detalles en la vida plena de Cacho Fontana, nos sirven ahora para intentar modelar un perfil, que sin estar exento de momentos penosos qué el mismo fue relatando estas últimas décadas cada vez con más precisión y arrepentimiento en algunos casos, demuestra su particular carácter y manera de ver la vida propia y ajena. Respetado por sus colegas de todas las edades, pionero en la producción radiofónica, emblemático en la pantalla de televisión. Todo en él fue intenso y extenso ya que a pesar de las penurias íntimas y en situaciones críticas laborales, no conoció el olvido de la gente.
Como todos, mujeres y hombres elegidos para conversar desde lo periodístico cultural, cuando se publicó el contenido de la charla, recibió la edición virtual en su correo por internet y ofrecimos si era de su interés recibir la edición impresa en papel, a lo que respondió disculpándose y respetuosamente que si no era una molestia solicitaba cinco ejemplares de “La Palabra”, hecho que cumplimentamos entregándolos en la conserjería del edificio donde se alojaba, agradeciéndonos posteriormente, y permitiendo que el contacto no se interrumpiera nunca más aunque su predisposición de utilizar el correo electrónico con la ayuda de su nieto argentino, con el tiempo se transformara en un sistema de whatsapp. Pensábamos por qué cinco ejemplares, y dijimos tal vez para hijas y nietos.
Asimismo, estando con algunos altibajos en su salud y habiendo tomado un lugar residencial para su cuidado permanente, tuvimos la posibilidad de comunicarnos en ocasiones especiales como podía ser el día de su cumpleaños o las tradicionales fiestas. Siempre fuimos muy bien recibidos y correspondidos. A tal punto que en ocasión de escribir para el centenario de este diario, elegimos como única imagen para ilustrar la página la foto de aquella entrevista con Cacho Fontana como resumen de nuestro trabajo. Y se la hicimos llegar a su teléfono. Semanas después recibimos varios audios con su voz profesional, eufórica y emotiva manifestando sus disculpas por el atraso en la respuesta expresando además “No sabe cómo le agradezco este recuerdo, tengo una deuda muy grande con ustedes, porque no manejo muy bien este sistema electrónico, perdone la demora, a sus órdenes, un abrazo muy grande y un recuerdo siempre. Yo estoy ya sabe adónde, me encontrará siempre en este teléfono si Dios quiere, y si pudiéramos vernos nos vemos, y si no nos queremos igual a través de la distancia. Un abrazo hermano. Lo mejor para todos”.
Decíamos hace diez años, presentando su entrevista: Pertenece a una generación casi en extinción de los que preservan una escala de valores un tanto desvirtuada en estos tiempos. Es de los que saludan siempre, piden disculpas, cumplen horarios, se ocupan y preocupan por las prolijidades en las relaciones sociales. Para los que lo conocen de los medios lleva en alto su seudónimo pero sigue siendo Norberto Palese para los íntimos.
Y quedará en nuestros oídos el énfasis con el que nos saludaba permitiéndonos llevarnos a sus “¡Dígale sí!”, “¡Pregúntele a su farmacéutico!” y “¡Con seguridad!”…



 

Autor: REDACCION

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